FRENTE A LAS GUERRAS, LA DESTRUCCIÓN DEL PLANETA Y LA EXPLOTACIÓN, LA CLASE TRABAJADORA PARA CAMBIARLO TODO

La burguesía niega el papel de la clase obrera

Antes de la gran crisis de 2008, la burguesía apoyándose en el derrumbe de la URRS y con las tesis de F. Fukuyama sobre el triunfo final del capitalismo y el fin de la historia, emprendía un ataque ideológico feroz contra toda posibilidad de emancipación de la clase trabajadora. El objetivo no era otro que demostrar la supuesta incapacidad de nuestra clase para derrocar el sistema capitalista mediante la revolución social y construir una sociedad alternativa sin clases ni opresiones. Para ello, todo ha valido, desde negar la existencia de una clase trabajadora hablando cada vez más de clase media con intereses diferenciados, ocultando el hecho de que el 80% de la población activa mundial son trabajadores/as asalariados/as hasta la negación de la capacidad transformadora de nuestra clase. Sin embargo, los que acaparan las riquezas son conscientes de que existen unos intereses contrapuestos entre ellos y los y las trabajadoras hasta el punto de afirmar Warren Buffet: “claro que existe la lucha de clases, y la estamos ganando los ricos”.

El reformismo no confía en ella

Las organizaciones políticas y sindicales de la izquierda reformista no están dispuestas a enfrentarse a los intereses de los capitalistas. Apuestan al contrario por gestionar el sistema conciliando con los intereses de la patronal. En ese sentido apuestan por la vía institucional de la política y temen cuando los/as trabajadoras y la juventud se poner en movimiento y se movilizan por las defensa de sus propios intereses de clase. Esta gestión “progresista” dota al capitalismo de una cara más amable, tratando de acabar con las tensiones entre las diferentes clases sociales, pintando las injusticias y la barbarie que genera el propio sistema capitalista como algo ineludible y que sólo se puede tratar de parchear.

La realidad a lo largo de la Historia ha demostrado, sin embargo, la inutilidad de esta orientación para nuestra clase social. Cuando vemos la escalada de tensión en Oriente, cuando asistimos al genocidio del pueblo palestino o congoleño, cuando mueren miles de inmigrantes cada año solamente en el mar Mediterráneo o cuando vemos los estragos de la sequía no hay duda de que, por mucho que lo intenten tapar, el sistema capitalista sólo puede, por su propia esencia de búsqueda del máximo beneficio de una minoría, ofrecer a la humanidad la destrucción del propio planeta.

Y esas contradicciones también las estamos viendo, en el Estado español día a día con el llamado “gobierno más progresista de la historia” y su secuela. En materia laboral se ha mantenido la Reforma laboral de Rajoy por no enfrentarse a la patronal, se sigue priorizando el pago de la deuda, se mantiene el desmantelamiento de los servicios públicos para que el sector privado se lucre a la vez que se mantiene la edad de jubilación a los 67 años. A nivel de vivienda ni se han prohibido los desahucios para no enfrentarse a los bancos ni se han regulado los alquileres. En cuanto a derechos democráticos, la represión a los y las que luchan sigue a la orden del día con la no derogación de la Ley Mordaza o la negativa del derecho de autodeterminación de los pueblos mientras a nivel internacional se venden a los pueblos del Sáhara Occidental y Palestina por acuerdos en materia de control de la inmigración o ventas de armas

Pero solo ella puede cambiarlo todo

No obstante, sigue habiendo una alternativa a este futuro de barbarie. Y esa alternativa solo puede llegar de la mano de la clase trabajadora, por el papel que desempeña dentro del propio sistema, porque debido al hecho de que solo tenemos nuestra fuerza de trabajo para subsistir somos los que fabricamos, reparamos, transportamos, instalamos, construimos, diseñamos, limpiamos, cuidamos, enseñamos, curamos, reponemos, plantamos, recogemos… o lo que es lo mismo, somos los/as que hacemos funcionar esta sociedad y los/as que tenemos la capacidad para paralizarla. Y al igual que hacemos funcionar esta sociedad, podemos hacer funcionar otro tipo de sociedad en la que nosotros y nosotras decidamos sobre qué se produce, cuánto se produce y cómo para beneficio de la mayoría social. Para esto la clase obrera solo puede contar con sus propias herramientas de lucha, que son la organización colectiva, las movilizaciones y las huelgas. Frente a las guerras, la destrucción del planeta y la explotación, urge acabar con el capitalismo.