EUROPA REDOBLA SUS TAMBORES PARA UNA GUERRA AJENA A L@S TRABAJADOR@S

En este dossier analizaremos como los capitalistas preparan el terreno para un posible escenario de guerra con el auge de las políticas militaristas en los páises de la Unión Europea, con el enorme aumento de los gastos militares y el reforzamiento de los discursos belicistas. Para los capitalistas, la guerra es un negocio del que sacar millonarios benficios mientras las consecuencias las paga la clase trabajadora. El sistema capitalista ya no tiene otra cosa que ofrecer a la humanidad que muerte, violencia, miseria y destrucción.

En la antigua Roma marzo abría el calendario y estaba dedicado al dios de la guerra. No por casualidad Marte, además de ser padre de los fundadores, era una divinidad de primer nivel en la religión de una potencia imperialista y que tenía a la guerra como “modus vivendi”, en cuyo honor se purificaban las armas, caballos y las trompetas que daban la señal de ataque al inicio de la temporada bélica que permitía adentrarse en el campo enemigo. Si a las puertas de marzo de 2022 Putin invadió Ucrania, este marzo se nos ha anunciado “guerra inevitable”.

El domingo 3 de marzo El País anunciaba a toda la opinión pública en portada y editorial que el viejo continente europeo “se prepara ya para un escenario de guerra”, precisamente cuando sus pueblos y clase trabajadora sufren las inclementes consecuencias de las disputas geopolíticas de sus estados. Esa misma semana la OTAN confirmaba el inicio de las mayores maniobras militares en décadas con el despliegue de 90.000 tropas de todos los países de la Alianza, en unos ejercicios que hasta mayo simularán un escenario de conflicto.

Hace una semana la Asociación Internacional Gallup reflejaba que un 53% de la población no estaba dispuesta a luchar por su país en caso de conflicto bélico, que sólo el 29% era favorable a hacerlo y situaba al E. Español entre los 9 países como más rechazo. Desde la contundente portada del Grupo Prisa hasta hoy, el Estado Mayor de Defensa español ha publicado un tweet con maniobras fluviales en Polonia “para estar preparados para combatir en Europa del Este”, varios medios han preguntado si se es favorable a reinstaurar la “mili” y la ministra de Defensa ha alertado a ser muy conscientes de la “hipótesis real de que un misil balístico pueda llegar perfectamente desde Rusia”.

Hace 2 marzos la UE experimentó una transmutación cocida a fuego lento en el Donbass y lo que apuntaba a ser una “operación relámpago” para Putin se ha convertido en una guerra lentísima y muy desesperante para el gobierno de Zelenski, conflicto que ha acabado por ensanchar las costuras geopolíticas y económicas del continente y revitalizado de un modo inesperado a la OTAN. Todos los planes y visiones de futuro de los 27 quedaron a un lado y la invasión rusa de Ucrania devolvió aceleradamente a la UE al «modo crisis». En pocas semanas se adoptaron paquetes de sanciones y se cruzaron líneas rojas.

¿Cómo pasamos de minimizar un estado de tensión previo a los movimientos de Putin en la frontera oriental a una implementación total de la “doctrina del shock”, antes distópica, que nos ha llevado a escuchar en ruedas de prensa el riesgo de la amenaza nuclear, romantizar una carnicería vistiendo de uniforme militar a una modelo ucraniana portada de la revista Vogue y a resultados históricos desde el fin de la Guerra Fría en las empresas de armamento (aumento de un 145% de las acciones de Rheinmetall, fabricante del tanque Leopard, por ejemplo)?

Un régimen y economía de guerra: la nueva Estrategia industrial de Defensa

El toque a rebato al campo de batalla europeo que a lo largo de estos 2 años aparentaba tener alguna autocontención ha perdido este inicio de primavera todos los frenos y avanza a toda velocidad a estrellarse y estrellarnos a l@s trabajador@s contra una potencia nuclear. Desde el comienzo de la invasión de Ucrania en Europa se habló de, por un lado, ayudar al país invadido a derrotar a Putin por su cuenta y con sus muertos y por el otro evitar un enfrentamiento directo OTAN-Rusia para que no derivara directamente en la aniquilación mutua asegurada. Pero ahora que la guerra es inevitable, saquemos los chalecos antibalas.

“Si vis pacem, para bellum”. Esta famosa cita de un estratega romano atribuida erróneamente a Julio César está en las prioridades de los gobiernos de la UE sin excepción: armarse hasta los dientes para mayor seguridad. O en palabras de Margarita Robles, ministra de Guerra, «Invertir en Defensa es invertir en paz». El consejo de ministros autodenominado más progresista de la historia aprobó ayer una partida de 1.129 millones de euros para el suministro de armamento, material, munición y equipamiento militar, evitando que su aprobación pasara por el Congreso y sin especificar qué materiales ni programas o contratos vinculados.

Porque el concepto “economía de guerra” ya no es solamente una metáfora que fue utilizada en los meses más duros del covid-19, con altos mandos del Ejército uniformados en las ruedas de prensa, para justificar una muy light intervención del Estado en la economía ante la interrupción de las cadenas de valor globales y la fuerte recesión. Ahora opera en sentido literal. El presidente del Consejo Europeo, el belga Charles Michel, subraya la línea a seguir: “Ha llegado el momento de asumir la responsabilidad por nuestra propia seguridad”.

En definitiva “Más Defensa para la defensa” se convirtió en el encabezado del programa electoral del 9J de la Comisión Europea desde primeros de marzo, cuando una atlantista de pro de la CDU alemana como Úrsula von der Leyen, cuyos 7 hijos no irán nunca al frente de batalla, presentó la nueva Estrategia Industrial de Defensa bajo sonoros eslóganes tales como “Europa está siendo amenazada”. La candidata de consenso de los próximos parlamentarios conservadores, socialdemócratas, liberales (y no sería nada extraño también de los Verdes) europeos aspira a revalidar el cargo y hace campaña.

Tenemos que gastar más, gastar mejor, gastar europeo”. Con tono populista militar, comparó en una entrevista en The Financial Times este incremento del gasto público en armamento con el acometido contra el coronavirus en 2020 diciendo “Lo hicimos con las vacunas y el gas”, relacionando las compras de manera conjunta para afrontar la pandemia y para sortear la dependencia de energías rusas y sus consecuencias sobre la inflación. Pero además ha chantajeado con el comodín austeritario (por otra parte inminente) del continente en la mesa con un “Si me dejáis gastar en armas, crearé empleo y haré que las empresas crezcan”.

En definitiva, la Comisión Europea ha revelado sus cartas: su plan para convertir a la UE en una potencia industrial militar que, como medida más visible, aporta 1.500 millones de euros a un nuevo “Programa europeo de industria de defensa” (EDIP). La finalidad primordial: es mejorar las capacidades de defensa del bloque, promoviendo la integración de las industrias de los estados y reduciendo la dependencia de la adquisición de armamento fuera del continente.

Los objetivos son estar en capacidades de adquirir conjuntamente al menos el 40% de los equipos de defensa de aquí a 2030, garantizar que para 2030 el valor del comercio intracomunitario de Defensa represente al menos el 35% del valor del mercado de Defensa europeo y asegurar para el mismo año que el 50% del material militar que se compre esté producido dentro de la Unión Europea, porcentaje que debe aumentar al 60% en 2035.

En 2022 el 78% de las compras de armamento se realizaron fuera de la UE y un 63% procedían de EEUU. Solamente el 18% de las adquisiciones entre 2021 y 2022 fueron compras conjuntas entre países europeos. Bruselas propone un nuevo enfoque para fortalecer su industria y así poder competir con las principales potencias mundiales. La UE no tiene competencias en Defensa sino los estados miembro, pero sí en el mercado único, que es donde la Comisión pretende hacer girar su estrategia. Quiere utilizar el presupuesto comunitario para financiar la producción de munición e incentivar la adquisición conjunta en el largo plazo.

Inyecciones millonarias para la industria armamentística y austeridad para nuestra clase

Pero mientras los jefes de gobierno y oposición del continente debaten desde finales de 2023 cómo va a ser la vuelta a las reglas de austeridad que quedaron suspendidas durante la pandemia, la misma UE habla de la posible emisión de deuda conjunta para escapar de dicho cepo, pero solamente en el epígrafe de la guerra. Las primeras declaraciones probélicas de 2024 pasaron desapercibidas por boca de Nadia Calviño, del Banco Europeo de Inversiones: “Debemos reforzar la industria europea de seguridad y defensa, incluido el control de fronteras y tecnologías de doble uso: drones, ciberseguridad, industria del espacio”.

Y es que la propaganda atlantista es unánime y llena todos espacios de poder capitalistas: desde “Putin no se va a detener en Ucrania. Lo que nos estamos jugando es la civilización” de von der Leyen y Charles Michel a la pasmosa sinceridad imperialista del Alto Representante de la UE, Josep Borrell: «No podemos permitirnos que Rusia gane la guerra, de lo contrario los intereses estadounidenses y europeos se verían perjudicados. No es cuestión de generosidad porque amamos al pueblo ucraniano. Es una cuestión de nuestro propio interés».

Macron ante el crepúsculo de su 2º mandato con exigua mayoría tuvo que medir el alcance de sus palabras cuando a finales de febrero sugirió la posibilidad de enviar soldados occidentales para respaldar a Ucrania, con cierta ambigüedad estratégica: no dijo que tuviera previsto movilizar tropas, pero no quiso descartar esa opción. El 14 de marzo se enmendó: “Esta guerra es existencial. No podemos seguir viviendo como si nada hubiera pasado… Estaremos dispuestos a tomar las decisiones necesarias para que Rusia nunca gane”.

El gobierno alemán, en donde Los Verdes disputan por ser los más otanistas en el tripartito, ha anunciado una reforma para que la población esté preparada para la guerra. El ministro de Defensa ha reconocido su simpatía con el modelo sueco de reclutamiento y quiere legislar el servicio militar obligatorio antes de 2025. Finlandia, fronteriza con Rusia y reciente miembro en la OTAN, cuenta con más de 800.000 reservistas en una población de 5,5 millones y su primer ministro recomendó a los aliados nórdicos y bálticos recuperar el servicio militar.

La industria armamentística vive sus mejores momentos: se situó en 2022 por encima de los 315.000 millones de euros, superando las cifras de 1989. 4 multinacionales francesas y una alemana son las grandes beneficiadas. Lidera Airbus, gran suministradora de material armamentístico, le sigue Safrán, proveedor aeronáutico mundial y fabricante de motores, sistemas de propulsión para aviones, helicópteros y equipos espaciales, Thales se dedica a los sistemas de información y Dassault Aviation es fabricante de aeronaves. La alemana es Rheinmetall AG, la gran industria proveedora de material militar a la Alemania nazi.

El régimen de guerra es también y sobre todo un estado de crecimiento capitalista. Del mismo modo que las prioridades de la Comisión Europea son el incremento en gasto militar y la guerra sirve de modo de gobierno, se produce para la guerra y ésta determina el modo de producción. No se trata sólo del aumento del gasto militar en todos los países, empezando por EEUU, la UE, Rusia y China, sino de la apuesta por un régimen de movilización total de las poblaciones y los capitales la identificación entre crecimiento, seguridad y guerra.

El País planteaba en aquel editorial que “la defensa de Europa ante la ciudadanía” debe venir acompañada de una “labor intensa de explicaciones y pedagogía política para que generaciones educadas en escenarios de paz lo acepten y potencialmente o ratifiquen”. El derecho a defender y proteger el ”jardín europeo” al que aludía Borrell supone la prioridad de inyectar miles de millones de euros por delante de la atención a los servicios públicos, que en lo concreto es precisamente por lo que se caracterizan los últimos presupuestos del gobierno PSOE-Unidas Podemos.

En un ejemplo más de transfiguración con el PSOE, el ministro Urtasun cerró filas a finales de marzo con la apuesta armamentística de Sánchez en apoyo a Zelenski y en base al «principio de legitima defensa de Ucrania», confirmando la bancarrota ideológica de la izquierda reformista. Y cuando la ministra de Sanidad ha afirmado sin ruborizarse que el E. Español es el que gasta menos en Defensa de la UE para justificar su incremento, la integración en este régimen de guerra es completa. La única alternativa para l@s revolucionari@s es combatirlo desde la movilización de la clase trabajadora y la juventud contra el capitalismo y la guerra, que es hoy su máxima y más cruda expresión.