LOS TRUSTS MINEROS RESPONSABLES DE UNA GUERRA PERMANENTE EN EL CONGO

Traducción del artículo elaborado por David Sauter, del NPA (Francia).

Desde la independencia del país, el colonialismo perdura

La administración del Congo, propiedad personal del rey de los Belgas Léopold II, fue caracterizada por cometer atrocidades y por llevar a cabo una brutalidad sistemática (10 millones de muertos entre 1885 y 1908), incluyendo torturas, asesinatos y la amputación de las manos de hombres, mujeres y niños cuando éstos no alcanzaban las cuotas de producción en las plantaciones de caucho. Mantener a las poblaciones de países colonizados en una situación de violencia permanente ha permitido asentar la dominación de los imperialistas, mientras el rey de los belgas, apoyándose en las rivalidades entre ingleses y franceses, sobrepujaba por el control del Congo.

Bélgica tuvo que ceder la independencia en junio de 1960. Patrice Lumumba, líder independentista que se convirtió entonces en el jefe del gobierno, era un nacionalista burgués pero que soñaba con un desarrollo económico para su país. Aparecía a ojos de las grandes potencias imperialistas como demasiado radical, y sobre todo para las compañías que explotaban los inmensos recursos mineros del país. Al día siguiente de la independencia, en julio, Bélgica organizó la secesión de la provincia de Katanga, feudo de la Unión minera belga la cual explotaba entre otras cosas los yacimientos de cobre. Con el apoyo de grandes potencias, en septiembre, el jefe del estado mayor, el general Mobutu, llevaba a cabo su primer golpe de Estado deteniendo al Primer ministro, Patrice Lumumba. En enero de 1961, entregaba a su prisionero a los soldados de Katanga los cuales se encargaron de asesinarlo bajo la mirada atenta de militares belgas y de agentes de la CIA. Katanga reintegró el Congo en 1963 y el general Mobutu se convirtió en dictador del país durante más de 30 años gracias a un nuevo golpe de Estado en 1965.

La república del Congo nacía ya entonces bajo el signo de los enfrentamientos regionales y los golpes de Estado activados bajo cuerda por las compañías mineras y sus rivalidades.

Un desequilibrio regional, fruto de las rivalidades de las antiguas potencias coloniales

Ruanda, país vecino y también ex colonia de Bélgica, pero dónde Francia también logró jugar un papel, sufrió enfrentamientos regionales y comunitarios, alimentados por las grandes potencias que habían, para dominar mejor, avivado las rivalidades entre las dos principales comunidades del país, los Hutus y los Tutsis. Culminando en 1994 con el genocidio de los Tutsis mediante las bandas armadas de los extremistas hutus, apoyados por el ejército francés. Los responsables del genocidio de un millón de Tutsis, que acabaron siendo apartados del poder, huyeron hacia el este de la RDC, dónde numerosas milicias se fueron a formarse con antiguos genocidas.

Otras inestabilidades nacerán en el sur del Congo, como en 1966, con la revuelta de los Banyamulenge, aparentados con los Tutsis de Ruanda. Un tal Laurent-Désiré Kabila aprovechará entonces la ocasión para crear un movimiento: la Alianza de las fuerzas democráticas por la liberación del Congo (AFDL). Se implantarán a través de una guerilla en la provincia de Kivu, la cual Kabila ya había convertido en su feudo. El líder rebelde acabará entrando en la capital Kinshasa en mayo de 1997. Contaba entre otros con el apoyo de los EEUU para los que el régimen corrupto de Mobutu, que estuvieron apoyando durante tiempo, aparecía ya como demasiado desgastado. Para financiar a sus tropas, Désiré Kabila vendía con anticipo a los trusts americanos, canadienses y otros unos contratos de explotación de las minas del país. Kabila, que no tenía, antes de llegar al poder, ningún discurso hecho sobre las tropas extranjeras de Ruanda o sobre la «chusma tutsi», empezó, una vez en el poder, a hacer del comunitarismo o racismo uno de sus temas de propaganda. Más aún después de que al poco de llegar al poder estallara una nueva guerra, en la provincia de Kivu. Acabaría terminando en 2002 después de que intervinieran diferentes tropas extranjeras, zimbabuenses, namibio y angoleñas aliadas todas ellas con el gobierno de Kabila y ruándeses, ugandéses y burundéses aliadas éstas de los rebeldes. Un acuerdo fue finalmente firmado bajo la égida de África del sur y un gobierno provisional constituido, bajo la dirección de Joseph Kabila, hijo del dictador en enero de 2001. Esta guerra de los años 1990 acabará causando 3 millones de muertos dejando graves secuelas en las memorias de los congoleses.

Riquezas que siguen despertando mucho interés

20 años más tarde el país sigue sufriendo las rivalidades y las guerras. Pero esas riquezas van a parar a las cajas fuertes de las compañías mineras, americanas, europeas y desde hace ya años también a las de las grandes empresas chinas.

Si, en la época de la colonización, es el caucho el que despertaba mucho interés, antes de que el cobro se convirtiera en la principal fuente de rapacidad de las compañías de las grandes potencias en el país (sin olvidar las minas de oro), hoy, lo que despierta nuevas rivalidades entre imperialistas son los metales. Primer productor de cobro en África, la RDC es también el primer productor en el mundo de cobalto (el 70% de la producción mundial). Esos minerales muy importantes para las baterías, pero también para toda la electrónica, convierten al Congo en el terreno de enfrentamiento entre potencias extranjeras, EEUU, China, Rusia, Francia… De la empresa americana Tesla pasando por la China BYD, los industriales del automóvil echan el ojo a esas riquezas, pero también lo hacen los gigantes de los smartphones (Apple, Huawei, Samsung, Xiaomi…) e incluso los constructores de aerogeneradores.

El interés por los diamantes no es menor. El régimen actual asegura no poner en el mercado los diamantes de la guerra, sin embargo empresas libanesas en Amberes o el diamentista israelita IDI Diamonds explotan los «diamantes de la sangre» que provienen de explotaciones gestionadas por bandas armadas y explotadas en condiciones de trabajo terribles.

La RDC sólo ha conocido guerras en 60 años de independencia. Pero también ha conocido huelgas: las de un consorcio minero en Katanga (nacionalizado y reprivatizado), en 2007, y después en 2018, huelga también en 2015 en la empresa minera Ruashi Mining, filial de un grupo chino, o muy recientemente, el pasado otoño, la de los transportistas por carretera, que amenazó con perturbar el mercado del cobalto y del cobro, por citar solo algunos ejemplos.

Si mañana los y las trabajadoras se giraran masivamente en contra de los jefes de las bandas que los sobre explotan y contra los patrones trajeados (burguesía local y extranjera) que almacenan los beneficios, la historia del Congo podría entonces cambiar de una vez.