ADRIÁN MORA, MILITANTE DE IZAR Y AUTOR DE «ABRIL SIN OCTUBRE. LECCIONES DE LA REVOLUCIÓN PORTUGUESA»

¿Por qué este libro en estos momentos?

Era un proyecto que surgió hace ya algunos años, después de la lectura de dos libros sobre el tema que me hicieron ser consciente de la enorme radicalidad y profundidad de un proceso que ocurrió muy cerca de aquí y hace muy poco tiempo. Eso despertó mi curiosidad y me hizo ir leyendo y reflexionando más sobre el asunto. Ha sido el pasado año cuando aceleré el proyecto con la idea de publicarlo coincidiendo con el 50 aniversario del golpe de Estado que dio inicio al proceso revolucionario que se vivió en Portugal entre el 25 de abril de 1974 y el 25 de noviembre de 1975.

¿Qué ocurrió en Portugal durante aquel año y medio?

Durante aquellos meses Portugal se vivió una situación revolucionaria que estalló a partir de un golpe de Estado llevado a cabo en abril de 1974 por una fracción del ejército portugués organizada en el Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA). El golpe se originó entre los militares que estaban en las guerras coloniales que el estado portugués mantenía en África desde 1961, los cuáles veían una derrota segura si el conflicto bélico se mantenía. De ahí, y al principio como respuesta corporativa a unos decretos del gobierno de la dictadura salazarista de M. Caetano, que un conjunto de oficiales se organizara en lo que acabaría siendo el MFA, y dando el golpe. Esto vino a coincidir con una crisis económica y una agudización de la lucha de clases en Portugal (desde finales de 1973, cientos de miles de personas habían participado en huelgas o luchas). Cuando el golpe acaba con el gobierno de Caetano, el pueblo portugués irrumpe sin ser invitado y comienzan a florecer órganos espontáneos de participación popular en empresas y barrios (comisiones de trabajadores/as y de vecinos/as) que reivindican mejores salarios, condiciones de trabajo dignas, depuran instituciones, ocupan casas y latifundios… Es decir, durante ese año y medio, el estado portugués vió su poder reducido mientras que se extendía la participación de una clase trabajadora que el día antes no era tenida en cuenta. Y eso con un ejército atravesado por las contradicciones del momento, en el que muchos soldados empatizaban con las reivindicaciones de obreros/as y jornaleros/a. Por primera vez desde los años 30, en Europa occidental era posible de asistir a un Revolución socialista.

El título, ¿a qué hace referencia?

Mi objetivo final con este libro ha sido intentar transmitir, de una manera sintética, las cuestiones más relevantes que ocurrieron durante esos meses, como reflejo de un episodio muy agudo de la lucha de clases, preguntándome por qué finalmente la revolución no acabó venciendo si el estado portugués estuvo tan debilitado. Para ello, he reflexionado sobre las diferentes clases en pugna, los intereses contrapuestos que estas reflejaban, el papel de los distintos actores (organizaciones, instituciones, ejércitos…) y el resultado final del proceso. El título juega con dos ideas centrales: en primer lugar, que abril dio inicio a un proceso revolucionario, pero que esto no resultó en la toma del poder por parte de esos órganos populares de los hablaba antes, es decir, que al contrario que en la Revolución rusa (1917), no hubo un octubre; en segundo lugar, que la Revolución portuguesa sigue siguiendo un episodio rico en experiencias y en lecciones para todos aquellos y aquellas que pretenden transformar el mundo, no como recetas a seguir, sino como ejemplos sobre los que reflexionar.

¿Cuáles han sido, según tu parecer, las principales lecciones?

Yo señalaría tres: la primera, que la revolución siempre está a la orden del día, aunque parezca que no, y que cuando llega no avisa, por lo que hay que estar preparad@s; la segunda, que una revolución desordena todo lo ordenado, es un momento de creatividad, de explosión, y por tanto lleno de contradicciones, las cuáles pueden derivar en múltiples resultados; la tercera, la duración de estas crisis es corta porque o bien el estado que queda debilitado se recompone y estabiliza la situación, acabando con ese “desorden” e imponiendo de nuevo su autoridad, o bien la revolución se realiza hasta el final, acabando con ese Estado. ¿Por qué no ocurrió esto último en Portugal? Entre otras posibles razones, porque no había una organización revolucionaria construida con antelación, con suficiente implantación e influencia como para poder proponer una orientación a los cientos de miles de personas que irrumpieron en el terreno político, y que fuera señalando las contradicciones del momento y como superarlas. Esto hizo que, a mi parecer, en vez de ir disminuyendo, se depositara una enorme ilusión en el nuevo Estado nacido de la revolución y en las Fuerzas Armadas por parte del pueblo portugués, auspiciada por las organizaciones que si tenían influencia como el PCP (Partido Comunista Portugués) o el PS (Partido Socialista). Esto fue aplazando la necesidad de fortalecer esos órganos de “poder popular” y de crear un gobierno de l@s trabajadores que emanara de los mismos, lo que dio un tiempo precioso para que el estado se fuera rearmando y consiguiera imponer de nuevo su autoridad a partir del 25 de noviembre de 1975.