NO SE ACABARÁ CON LA HOMOFOBIA SIN ACABAR CON EL CAPITALISMO. NO SE ACABARÁ CON EL CAPITALISMO SIN LUCHAR CONTRA LA HOMOFOBIA

El castigo hacia cualquier orientación sexual que no responda a los cánones heteronormativos sigue estando a la orden del día, siendo sufrido por cientos de miles de personas. Y no solamente hablamos de represión estatal o judicial. Sino de una represión de la sexualidad que abarca todos los ámbitos, en el que la calle, el qué dirán, la reacción de nuestras familias nos atenaza y nos obliga a pensar más de una, dos y tres veces qué sentimos realmente, si estaremos equivocados/as o si es mejor no decirlo. Y esto no es solo por miradas ajenas, sino porque podría repercutir hasta en nuestros trabajos si el jefe de turno no está muy de acuerdo en eso de la liberta sexual.

Podría decirse que ha habido algunos avances al ponerse sobre la mesa de manera más evidente. Quien se codea con adolescentes percibirá que se habla más, mejor y que por lo tanto hay una cierta transformación que hace envejecer muy mal películas, series o conversaciones de hace 20 o 30 años. Pero también puede observarse como hay una reacción frente a esto (al igual que contra el feminismo), una respuesta que pone en duda cualquier progreso en los campos de la sexualidad o la liberación de la mujer, y que se está asociando al espacio “antisistema” que la extrema derecha está ocupando.

Y esta reacción no consiste solo en palabras o videos en internet. En el “Informe sobre la evolución de los delitos de odio en España” (2023)i puede observarse como los delitos por Orientación sexual e identidad de género han pasado, solamente en tres años (2021-2023) de 107 a 206, lo que supone prácticamente un aumento del 100%. Evidentemente, aquí están consignados delitos, es decir, comportamientos que han sido denunciados o en los que han intervenidos las Fuerzas de Seguridad del Estado. Sin embargo, como en otros ámbitos, es necesario tener en cuenta la infradenuncia. Según el informe “Estado del Odio 2025”, de la Federación Estatal LGTBI+, solamente un 26,8% formaliza algún tipo de denuncia. Así, un 42,5% del colectivo habría sido víctima de alguna situación de odio en el último año (unas 2,9 millones personas), mientras que las agresiones físicas o verbales han pasado en solamente un año (2024/2025) de un 6,8% a un 16,3%ii,iii.

Uno de los factores de riesgo que se señalan en el citado informe para ser víctima de una situación de odio, entre otros (por ejemplo, ser persona trans), es tener bajos ingresos. Como todo en el sistema en el que vivimos, nuestra posición de clase es fundamental. Cualquiera pueda tener una orientación sexual determinada, pero no sufrirá lo mismo una persona con recursos que sin recursos, no afectará lo mismo si se vive en un lugar o en otro, en un barrio u otro, en un país u otro. El problema aquí es que si pudiéramos hacer una encuesta sobre el perfil de quienes cometen esos delitos, a pesar de la importancia de nuestro origen de clase a la hora de sufrirlo, veríamos que muchos de los que agreden, acosan o persiguen comparten nuestras necesidades de trabajar a cambio de salarios míseros, no llegar a fin de mes o quedarse sin casa.

Como ocurre con el señalamiento de los migrantes (principalmente de los que provienen del norte de África, donde se mezcla a partes iguales islamofobia, xenofobia y aporofobia), o de las mujeres (acusando al feminismo de ser una patraña), la homofobia es una línea más de fractura que hace que nos enfrentemos unos con otros, dividiéndonos y aislándolos. Además, en este caso, se trata de mantener un modelo ideal de familia, inamovible, que es funcional al sistema capitalista. Y millones de trabajadores/as asumen esto como normal, debido a la educación recibida, a la influencia de la iglesia y, por supuesto, a la degradación de las condiciones de vida, que hace que se tengan que buscar culpables y chivos expiatorios. Cuanta más crisis, más discursos de los ahora llamado de “odio” y más búsqueda de culpables. Y si las organizaciones que se reivindican de izquierda gobiernan con políticas de derecha, pues es en la derecha donde se buscarán las respuestas.

Frente a esto, el movimiento obrero no puede permanecer ajeno. La lucha contra la homofobia, igual que la lucha contra toda opresión, debe formar parte de la pelea contra el capitalismo. No podemos emanciparnos de los malos contratos, los horarios extenuantes, los salarios míseros, los jefes de ordeno y mando… y a la vez perseguir, castigar, acosar o despreciar a nadie por su orientación sexual. La misma razón que explica nuestra situación (que unos pocos controlen todo lo que genera riqueza, y tengamos que vernos abocados a trabajar para sobrevivir) explica la opresión por razones de etnia, género, etcétera. Y, del mismo modo, el colectivo LGTBI+ no se emancipará jamás (como mucho lo harán precisamente aquellos con mejor situación económica, que para nada comparten las penurias de los de abajo) si no se acaba con el sistema capitalista, porque dentro del mismo no hay salida. Los trabajadores/es que sean hómofobos, machistas o racistas no se están haciendo ningún bien a ellos mismos, sino que están cayendo en la trampa de la división desde arriba. Vean la fabulosa película Pride, donde se sintetiza esta idea de manera ejemplar.

i https://www.interior.gob.es/opencms/pdf/archivos-y-documentacion/documentacion-y-publicaciones/publicaciones-descargables/publicaciones-periodicas/informe-sobre-la-evolucion-de-los-delitos-de-odio-en-Espana/Informe-evolucion-delitos-odio_126200207_pdfWEB.pdf

ii https://elpais.com/sociedad/2025-05-14/la-lgtbifobia-aumenta-de-forma-alarmante-en-espana-una-de-cada-cinco-personas-lgtbi-ha-sufrido-acoso.html

iii https://www.rtve.es/noticias/20250514/agresiones-a-poblacion-lgtbi-se-duplican-ano/16579846.shtml