INFILTRADOS: IMPUNIDAD Y REPRESIÓN ¿QUIÉN VIGILA AL VIGILANTE?

Recientemente ha visto la luz el documental de TV3, de obligado visionado, “Infiltratsi, que versa sobre el descubrimiento de cuatro agentes del CNP (tres hombres y una mujer) infiltrados en los movimientos sociales de Valencia, Girona y Barcelona desde comienzos del año 2020. Este documental permite reflexionar sobre el papel del Estado y sus métodos para combatir cualquier movimiento popular que pueda poner en entredicho los privilegios de unos pocos.

La infiltración: una forma más de violencia y guerra sucia

    El documental es de gran interés porque narra, con datos, la vivencia de diferentes activistas que se cruzaron, de una forma u otra, con los cuatro infiltrados, poniendo sobre la mesa las relaciones políticas y personales que establecieron y, sobre todo la falta de escrúpulos de todo un sistema para atacar a los movimientos sociales. Sin embargo, esto no puede sorprendernos, ya que la historia de los movimientos sociales ha ido acompañada de figuras como agentes encubiertos, secretas, infiltrados… desde siempre.

    No obstante, si que se pone sobre la mesa un debate que quizás no ha estado tan presente hasta que se han destapado estos casos recientes: la forma indiscriminada de violencia que supone la infiltración, siendo una suerte de guerra sucia que puede transgredir cualquier limite en los supuestos derechos que toda persona tiene en los regímenes liberales y “democráticos”.

    La infiltración se produce en movimientos políticos, sociales y sindicales, sin que haya ningún tipo de ilegalidad, de delito que investigar. Movimientos que son abiertos, democráticos, que buscan mejorar la vida en tal o cual barrio, luchar contra las consecuencias del cambio climático, contra la especulación y el encarecimiento de la vivienda, frentes a los despidos o la represión sindical, contra el racismo, contra el machismo. Es decir, se agrede de manera directa a aquellos y aquellas que quieren cambiar un sistema hecho para unos pocos, mejorar la vida de las personas, persiguiéndose no delitos sino ideologías.

    Además, se produce sin ningún tipo de escrúpulo. El método es la mentira, el aprovecharse de la confianza de personas que dedican parte de su tiempo a construir un mundo más justo o mejor. Una mentira mayúscula, que empieza por un nombre falso, al que sigue una identidad falsa (la creación de un personaje) y la construcción, temporalmente, de una vida falsa. En ese camino, se establecen relaciones totalmente falsas (para los infiltrados), pero muy reales para aquellos/as que los rodean, que los consideran compañeros/as de lucha, amigos/as, que pueden mantener relaciones sexuales (hechos que han sido denunciados como un tipo de agresión sexual) o incluso los casos más extremos, parejas. Parejas de varios años, que pueden, como se dice en el documental, llegar a plantearse una vida juntos (supuestamente claro). ¿Alguien se imagina establecer una relación de pareja y darse cuenta, un día, que en realidad todo es una mentira, que no eres más que un instrumento en manos de otra persona con fines como obtener información, impedir las movilizaciones o reprimir a tus verdaderos compañeros/as lucha? ¿Qué secuelas físicas y psicológicas tiene eso sobre alguien?

    Cuando el trabajo está hecho, o pueden ser descubiertos, simplemente desaparecen. Da igual las vidas que queden atrás o el daño que se haya hecho. Es, simple y llanamente, una agresión a personas a las que se ha invadido su intimidad, con los que se ha jugado para sacar tal o cual información, para desarticular tal o cual movimiento. Es guerra sucia. Sin más.

    Impunidad y Estado de “derecho”

      ¿Cuál es la pena por engañar y manipular a personas de esta forma? ¿Quién puede pagar por este tipo de guerra sucia? Pues parece que nadie, porque estos agentes operan, como se indica en el propio documental, sin una regulación clara. Es decir, que pareciera que son impunes. Frente a esto, son muy llamativas las palabras que una representante de JUPOL (Justicia Policial) dice en el propio documental, refiriéndose al descubrimiento de los agentes y la publicación de sus datos: “Tenemos que hacer una reflexión y es que algo ha fallado en la seguridad para que esto se haya podido llevar a cabo. Y con las consecuencias que haya podido tener para la integridad física de los policías y de su círculo más cercano, de sus familiares” (min. 36:31-36:47), pasando luego a pedir “responsabilidad penal” para las personas que destaparon a los infiltrados. ¿Y para aquellos/as que se infiltran? ¿Y para los que dan esas órdenes e instrucciones? ¿No hay responsabilidad por transgredir cualquier límite?

      No. El Estado no es neutral

        Esto no es un problema individual de tal o cual agente. Se trata de operaciones llevadas a cabo, en este caso, por el CNP, parte de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Es decir, son prácticas de todo un sistema. Pero no, que el aparato del Estado lleve a cabo estas prácticas tampoco es sorprendente. Y eso porque sigue siendo verdad que el Estado, es decir, las diversas instituciones, los cuerpos de seguridad…no son neutrales. Es decir, que cumple una función de mantenimiento y reproducción de un sistema desigual, con los privilegios para unos pocos (no hay que tener pensamientos conspiranoicos…son gente de carne y hueso, cuyos beneficios aumentan a la luz pública mientras sigue habiendo pobreza y nuestras vidas se encarecen). Uno de los motivos de estas infiltraciones fue, sin duda, la fuerza del movimiento independentista en Cataluña, movimiento de masas que podía poner en jaque todo el régimen del 78. Pero, no solo, sino que se trata de conocer y poder combatir cualquier movimiento que ponga en duda la desigualdad y la miseria que este sistema genera. Para eso, el Estado no duda en invertir grandes cantidades recursos (estos agentes tienen una fuerte infraestructura detrás) para proteger (los privilegios) y protegerse, transitando cualquier límite legal.

        Si esto es así en tiempos de movilizaciones limitadas, podemos imaginar en momentos de grandes flujos, si aquellos que tienen más que perder se ven verdaderamente amenazados. Cualquier movimiento político, sindical o social debe tener presente esto, sin paranoias, sin encerrarse o aislarse, sino todo lo contrario, entendiendo que solamente la movilización de masas podrá imponerse a la represión y la persecución.

        i https://www.3cat.cat/3cat/infiltrats/video/6319194/