A pesar de que el primer ministro francés, Attal, haya anunciado algunas medidas para tratar de contentar a los agricultores, se prevén nuevos bloqueos esta semana, supervisados por unos sindicatos agrícolas que llaman a la vez “a la calma” y a la “contundencia”. La FNESA, los Jóvenes agricultores y la Coordinación rural, que tienen por costumbre calibrar las acciones espectaculares de sus tropas tienen visiblemente miedo de verse desbordados.
El gobierno también está siendo febril. Si Attal promete un paquete de medidas suplementarias (la zanahoria), Darmanin, empieza ya a cambiar su tono (el palo). Del famoso “No se le responde al sufrimiento mandándole antidisturbios” (gracias por cierto para todos/as aquellos/as que los antidisturbios han golpeado y que al parecer no sufren lo suficiente a ojos del ministro del interior), se pasa a la promesa de un “dispositivo defensivo importante” en contra de todo intento de bloqueo de París posicionando carros blindados a las puertas de Rungis.
En el mundo del trabajo, lo que se está expresando sobre todo es una solidaridad con esa rabia: por un lado de la cadena, los agricultores más pequeños que afirman no poder vivir de su trabajo y del otro lado, nuestro salario que no nos permite comprar comida correctamente.
Los enemigos de los agricultores están a la cabeza del movimiento y sólo señalan a espantapájaros
Entre los dos, unos grandes capitalistas cuyos beneficios dependen de los bajos precios a los que compran las materias primas, de la explotación de los y las trabajadoras de las fábricas agroalimentarias y de los supermercados y, al final de la cadena, unos sobreprecios que acabamos padeciendo.
Algunos productores lácteos han señalado a Lactalis, número uno mundial de los productos lácteos (con marcas como Lactel o Président…) con casi 400 millones de euros de beneficios en 2022. Con Lactalis, son todas las cooperativas (Paysan Breton, Francine, Florette y demás Yoplait) poseídas en teoría por los agricultores pero a las que les imponen en realidad la ley del mercado. Y, a la cabeza de esas cooperativas, están las ratas de campo más grandes, a menudo directivos de la FNSEA cuyo jefe, Arnaud Rousseau, dirige el grupo Avril (Lesieur, Puget), más de 200 millones de euros de beneficios en 2022.
No es de extrañar que a la cima de ese “mundo agrícola” se prefiera poner el grito en el cielo hablando de la fruta española, de los pollos polacos y del trigo ucraniano. Ni que todo el tablero político, desde la izquierda hasta la extrema derecha, repita en coro…pero sin decir jamás que la agricultura francesa es una de las primeras del mundo y que ésta inunda de leche y de cereales los mercados de los países más pobres, y en concreto los del antiguo imperio colonial.
En la ciudad y en el campo, el problema es el capitalismo
Los agricultores experimentan la violencia de una sociedad capitalista que les promete la independencia en la granja pero los esclaviza a su ley del dinero. Ponen al gobierno en un compromiso. ¿Y si éste fuese el momento para que todos y todas irrumpiésemos en el movimiento, con nuestras reivindicaciones y con nuestros propios métodos de lucha? Además, estamos de suerte, ya que hay convocadas jornadas de huelga estatales. El 30 de enero en EDF por unos aumentos de los salarios, el 1 de febrero en el sector de la enseñanza para luchar contra los ataques realizados por Attal cuando estuvo a la cabeza de ese ministerio y por más medios y a partir del 6 de febrero en los centros técnicos de la SNCF (RENFE) así como en los talleres de mantenimiento de la RATP (transportes de parís: metro, buses…)
En numerosas empresas, las negociaciones anuales están siendo alteradas por las huelgas. Las luchas con determinación son la única vía para imponer los aumentos de salarios que necesitamos, para por fin lograr vivir y no sobrevivir como se suele decir en los piquetes de huelga.
Los agricultores demuestran no sólo que bloquear el país es posible, sino que también es la única manera de hacer retroceder a este gobierno. Tienen sus tractores para ello, pero, para los y las asalariadas, nos bastaría con dejar el trabajo para que el país se viera completamente paralizado.
Pero para lograr que la correlación de fuerzas nos sea favorable hasta el punto de hacerlos vacilar, no nos podremos contentar con la táctica del “cada uno por su lado” llevada a cabo por las direcciones sindicales. Tendremos que ponernos todos y todas a luchar a la vez en un gran movimiento de conjunto.
Traducción de un comunicado del NPA