Recientemente se ha publicado el avance de los datos sobre la Estadística de Huelgas y Cierres patronales correspondientes al período enero-noviembre de 2022. Estos muestran un aumento de la conflictividad que hay que poner en contexto para plantearse las tareas de un período cuyas contradicciones pueden agudizarse en un futuro cercano.
- Las movilizaciones y la crisis del 2008: de la ilusión en la calle al desencanto con las instituciones
Con el estallido de la crisis inmobiliaria se vivió un aumento de la conflictividad en el estado español a partir del año 2008, con dos grandes picos de huelgas, alcanzados en los años 2009 (1001) y 2013 (994) que coincidió con un aumento del hastío y el descontento, una crisis de la percepción de las instituciones generalizado (bipartidismo, monarquía…), la convocatoria de tres huelgas generales (en los años 2010 y 2012), el nacimiento de las mareas y grandes movilizaciones de masas tales como el 15-M (2011) y las Marchas de la Dignidad (2014).
La propia ilusión generada por organizaciones como Podemos, la orientación de las direcciones sindicales (tanto de las llamadas mayoritarias como combativas, cada una a su forma) y la falta de victorias provocó que, aunque nunca ha dejado de haber movilizaciones, el carácter de masividad y el cuestionamiento general que supuso esa época para un sistema en crisis disminuyera. La creencia en que se podía ganar desde la calle derivó en una fe en las instituciones y, en la actualidad en un hastío agudizado por una izquierda que gobierna y que sin enfrentarse con los intereses de los de arriba, practican el mal menor en el mejor de los casos y las políticas de siempre en otros, con el espantajo de la extrema derecha como amenaza constante.
- La conflictividad laboral aumenta
Los datos señalan que el año 2019 supuso un nuevo pico en el número de huelgas (en el período enero-noviembre, 809), aunque la llegada de la pandemia reduciría este valor al año siguiente hasta el número más bajo de toda la serie (426). No obstante, después del confinamiento, la conflictividad ha aumentado, situándonos en un total de 629 huelgas en 2022, valores cercanos al año 2018 y que suponen un incremento de 84.
Esto también se observa en el número y los trabajadores y trabajadoras implicados y sobre todo, en el de jornadas perdidas. Si en 2021 se implicaron 165.751, en el 2022 han sido 186.664. Y en cuanto a las horas, éstas han pasado de 363.646 a 617.403. Estos datos responden, sobre todo, a conflictos laborales y convocados a nivel de empresa. Grandes ejemplos como el metal en Cádiz, Tubacex o más recientemente Butrón, ilustran el tipo de movilizaciones que puede acompañar a este aumento de la conflictividad.
Evidentemente, la inflación y la pérdida de poder adquisitivo, junto las condiciones de precariedad o abusos laborales extendidos en muchas empresas, supondrían en principio un escenario proclive para este aumento de las huelgas.
Sin embargo, otros elementos jugarían en contra como por ejemplo el freno de las burocracias sindicales, que tienden a subordinar a la negociación cualquier actividad sindical, no favoreciendo la autoorganización de las y los trabajadores, su autonomía y por tanto acciones más contundentes como las huelgas. Freno que además es mayor cuando existe un gobierno de “izquierdas”. O el propio nivel de conciencia, que provoca que muchos trabajadores y trabajadoras estén lastrados por derrotas pasadas, luchas no dadas o un discurso de la gestión por parte de dichas burocracias que ha ido desarmando a las y los trabajadores.
Por ello, incluso con estos problemas, el aumento de la conflictividad indicaría que las contradicciones entre las y los trabajadores, cuyas condiciones se deterioran, y el jefe de turno seguramente sean mayores y que, si la crisis económica aumenta, las explosiones puedan ser más fuertes, recordando lo que fue el período inmediatamente posterior al año 2008.
- La necesidad de unificar las luchas para unificar a nuestra clase
Este aumento de la conflictividad y estas huelgas se caracterizan por ser totalmente desconocidas para una mayoría de la población, ya que el cerco mediático no deja margen para ello. Por tanto, muchas veces son luchas aisladas, que solamente se dan a conocer en un ámbito cercano, y que ni siquiera las organizaciones tradicionales del movimiento obrero se esfuerzan por conectar con otras movilizaciones.
Frente a esto, es necesario caminar hacia una unificación de las luchas que existen, así como a la extensión de las mismas. Construir cajas de resistencia, dar a conocer las peleas que existen, coordinar las huelgas, plantear fechas de movilización conjunta…en primer lugar, hay que apoyar para que estas huelgan ganen, ya que eso aumenta la confianza en nuestras propias fuerzas.
Pero, además de esto, hay que entender que si continuase un aumento de la conflictividad y se dieran explosiones más fuertes, todas las coordinaciones y experiencias conjuntas, las redes creadas, permitirían afrontar dicha situación no como en 2008, es decir, de manera aislada, sino pudiendo golpear de manera conjunta. Es probable que la lucha por los salarios o por los abusos en el trabajo sea entendida por mucha gente como algo inmediato y circunscrito a su empresa, pero estos conflictos suponen un caldo de cultivo para entender que unos y otros tenemos problemas similares y que, confiando en nuestras fuerzas, podríamos no solo imponer un convenio aquí y allá, sino cambiar el sistema en su conjunto, responsable de nuestra precariedad, explotación y abuso.