Decenas de miles de trabajador@s se pusieron en huelga en todo el Reino Unido durante los meses de junio, julio y agosto. Se bloquearon trenes, autobuses, el metro de Londres y los principales puertos. Muchos sectores en los que hacía décadas que no se echaba mano de la herramienta más potente de la clase trabajadora sacaron a relucir este arma, la fuerza real de l@s trabajador@s. Este «verano del descontento» se ha convertido en un verdadero otoño del descontento social que ha puesto de relieve la actualidad de una movilización general por un aumento de salarios, igual como al otro lado del Canal.
El principal motivo de la rabia de l@s trabajador@s en Reino Unido se resume en la fórmula adoptada por sus sindicatos y que es una constante en los países de la UE: la “crisis del coste de la vida”. La subida del precio del gas ha sido este verano del 100% en un año, la de la electricidad del 50% y la del fuel de más del 110%. Y esto fue solo el principio tras una nueva subida de los precios de la energía para octubre que dispararon las facturas hasta un 80%. La inflación, que en agosto era de un 13% incluida la nueva subida de los precios de la energía, podría llegar al 18 o 20% a principios de 2023. En este contexto, se comprende el descontento -el término se queda corto- de la clase trabajadora que se ha visto burlada por las migajas de empresarios demasiado seguros de sí mismos.
En el transporte ferroviario, los aumentos salariales ofrecidos gentilmente por la patronal fueron del orden del 5%. Fue por tanto una pérdida de poder adquisitivo de al menos 5 puntos. L@s conductores de cercanías, animad@s por el sindicato Aslef, y decenas de miles de trabajador@s del sector ferroviario organizad@s principalmente por los sindicatos RMT y TSSA hicieron huelga por turnos para bloquear el país varias veces durante el verano. El autobús y luego los sectores del metro de Londres siguieron su ejemplo, y también causaron importantes interrupciones en el transporte debido a los días de huelga muy concurridos.
Se sumaron a la movilización ciertos sectores que no desde hacía 30-40 años no estaban en huelga. Profesiones no acostumbradas al conflicto organizaron piquetes de huelga, como abogados designados por los tribunales, periodistas y trabajador@s de bares. En Escocia, los basureros en Edimburgo dejaron de recoger basura en medio del Fringe, el festival más grande de la capital. Otros sectores dominados por la precariedad de los contratos de trabajo también han utilizado el arma de la huelga, a veces de forma salvaje, sin que los sindicatos hayan validado el movimiento. Dentro de los almacenes de Amazon, primero en Tilbury y luego en las plantas de Coventry y Bristol, las huelgas arrancaron a principios de agosto.
Los sindicatos no necesariamente están a la altura
Algunas huelgas, como la de Amazon, fueron iniciadas por la base, sin que los sindicatos tuvieran tiempo de implementar el procedimiento largo que normalmente rige el ejercicio del derecho de huelga en Reino Unido. Desde los años de Thatcher y la represión de las grandes olas de huelgas de mineros, los sindicatos ya no pueden convocar una huelga sin haber organizado una votación de sus afiliad@s, un procedimiento de consulta que puede durar varias semanas. A fuerza de adaptarse a los procedimientos impuestos y al perderse el reflejo de la huelga y la lucha por los derechos, los sindicatos perdieron afiliad@s y hoy sólo cuentan con unos 6,5 millones, frente a los 13 millones de la década de 1980. Apenas el 13% de l@s trabajador@s del sector privado están sindicalizad@s (en comparación con el 50% en el sector público).
Hay que decir que los dirigentes sindicales no necesariamente están a la altura de los desafíos del período. Cuando murió Isabel II, los principales sindicatos acordaron aplazar las huelgas convocadas. El sindicato de trabajador@s de Correos Royal Mail anunció el 9 de septiembre, al día siguiente de la muerte de Ia reina, la suspensión de su paro «por respeto a su servicio prestado a la patria y a su familia». El poderoso sindicato de maquinista Asle también anunció la cancelación de una huelga que estaba prevista para el 15 de septiembre.
Lo mismo ocurrió con los principales sindicatos del sector ferroviario, la RMT y TSSA, felicitados por la patronal por haber respetado el periodo de luto nacional. Los representantes de Aslef y RMT se apresuraron a ofrecer sus condolencias a la Familia Real, en nombre de la unidad nacional. La Trade Union Congress (TUC), principal confederación sindical, por su parte pospuso su congreso anual en octubre cuando estaba previsto para septiembre y era de importancia estratégica para la continuación y coordinación de los distintos paros en curso. Estos líderes sindicales no han dicho ni una palabra sobre las decenas de millones de libras que se sacan cada año de las finanzas públicas para cubrir los gastos de los Windsor.
Fin de la tregua, reanudación de la huelga pero de forma dispersa
A finales de septiembre, los sindicatos comenzaron a convocar huelgas nuevamente. Porque si bien algunos ganaron, como en Stagecoach, donde la empresa de autobuses lanzó un aumento salarial histórico del 13%, está lejos de ser el caso en todas partes. Así, los estibadores del puerto de Felixstowe, el primer puerto de contenedores de Reino Unido, que se declararon en huelga durante más de 8 días para exigir aumentos salariales, retomaron la movilización, encabezados por el sindicato Unite el 27 de septiembre por un período adicional de 8 días. 1.900 trabajador@s portuarios seguían en huelga en noviembre, más otros 500 del puerto de Liverpool, en huelga desde el 19 de septiembre y hasta al menos el 3 de octubre. En los 2 puertos se niegan a aceptar la oferta patronal de un aumento salarial del 7% cuando la inflación real supera el 12%.
Las huelgas en el sector del transporte también se reanudaron a partir del 1 de octubre, pero los sindicatos marchan por separado: tras una jornada común el 1 de octubre, hubo una convocatoria de huelga en la que participaron únicamente los conductores del sindicato Aslef el 5 de octubre, mientras que la RMT convocó una segunda día 8 de octubre. Algunos sectores públicos de importante incidencia social anunciaron movilizaciones para noviembre y diciembre como el Real Colegio de Enfermería, el sindicato de enfermeras, que, por primera vez en su historia de más de un siglo, pidió a sus afiliadas dejar de trabajar los días 15 y 20 de diciembre.
Pero, como este verano, no se anunció ninguna jornada interprofesional importante ni ninguna coordinación real de acciones para el otoño. Un primer día de acción como fue el 1 de octubre reunió solo a unas pocas decenas de miles de trabajador@s en varias localidades a lo largo del país. Ese fue el día organizado por la campaña conocida como «Enough is enough» («Basta ya») organizada por el sindicato de telecomunicaciones CWU y representantes sindicales electos. Aunque coincidió con otro día de huelgas de trenes, no se organizó ninguna convergencia real.
Pérdida de estrategia de las direcciones sindicales
Por su parte, la Trade Union Congress (TUC) que agrupa al mayor número de sindicatos de Inglaterra y Gales (48 sindicatos, que suman aproximadamente 5 millones de afiliad@s), tiene una estrategia muy institucional: su programa para un «otoño de acción» consistió en un “día nacional de lucha” el 14 de octubre y una acción de “lobbying” a los miembros del parlamento el 2 de noviembre, instando a l@s trabajador@s a reunirse con su parlamentario ese día para contarles las dificultades relacionadas con el coste de vida.
La consecuencia de esta división sindical y estas estrategias puramente institucionales permiten que el breve gobierno tory de Liz Truss y el sucesivo de Rishi Sunak sientan que le crecen alas: además de aprobar un presupuesto que privilegia la rebaja de impuestos para los más ricos, el ultimo primer ministro anunció claramente su intención limitar el derecho de huelga. El gobierno quiere imponer un servicio mínimo en el transporte e ilegalizar cualquier huelga que no haya sido precedida por negociaciones. Un adelanto lo hemos podido comprobar con el envío de militares para frenar la huelga de ambulancias, con el apoyo laborista.