El pasado 20 de septiembre se aprobaba el decreto de ahorro energético por parte del gobierno PSOE-UP y sus aliados parlamentarios. El decreto es fruto de una imposición de la Unión Europea que ante un más que posible corte de gas por parte de Rusia ha instado al conjunto de países europeos a hacer planes de ahorro energético que rebajen el consumo de gas y otras fuentes de energía un 17%. Para el estado español, al ser su dependencia del gas ruso menor, se ha rebajado la cifra hasta el 7%.
El decreto contiene medidas tales como regular la temperatura de climatización a 27º en verano y 19º en invierno, apagar escaparates de comercios y edificios públicos desde las 22:00, garantizar puertas automáticas para hacer más eficiente la climatización de lugares de uso público y un largo etcétera.
Por otra parte, el decreto llevaba como regalo sorpresa un paquete de ayudas de 1.350 millones de euros para el oligopolio eléctrico (casi el total que se espera recaudar con los impuestos extraordinarios) así como el rescate de las autopistas radiales de Madrid. Pero, realmente ¿qué hay detrás del decreto de ahorro energético?
El barco se hunde y se achica el agua con cuchara sopera…
Cada vez se hace más evidente para más y más personas que este sistema está haciendo aguas. En los casi tres años que llevamos de esta década hemos vivido una pandemia mundial, la guerra y la inflación en Europa y cada vez de manera más frecuente grandes desastres climáticos (los múltiples incendios de este verano y las tormentas tropicales del otoño son solo dos ejemplos cercanos que han asolado al Estado Español en los últimos meses).
En medio de este contexto preapocalíptico la Unión Europea ha decidido embarcarse en una guerra económica junto con EEUU contra Rusia, con la invasión de Ucrania como excusa de fondo. Se ha pasado de justificar las políticas profundamente antisociales por la supervivencia del planeta a ser “nuestra contribución a la guerra”. Nuevamente son los y las trabajadoras las que ponen en Ucrania y en Rusia los muertos y en Europa el esfuerzo económico para que las grandes élites imperialistas sigan acumulando riqueza y repartiéndose el mundo mientras lo destruyen.
La amenaza de Rusia de cortar el gas puede tener consecuencias desastrosas para la economía europea. En Alemania (que está “nacionalizando” empresas energéticas a toda marcha) ya se preparan para un Plan Económico que haga frente a una potencial crisis en invierno, el cual incluye pasar frío en los hogares y paralizar algunas industrias para que otras esenciales puedan seguir funcionando con las reservas de gas existentes. Todo este contexto de película distópica futurista se da a la vez que las grandes empresas energéticas de toda Europa, así como las demás de los grandes índices bursátiles baten récords de beneficios (contribuyendo así al aumento de la inflación) y el BCE decide ahogar a las familias hipotecadas subiendo los tipos de interés.
En este marco queda claro que ahorrar un 6 o un 10% de consumo energético es un problema menor. El debate vuelve a ser nuevamente dónde reside el poder de decisión de la economía. Los y las trabajadoras organizadas hemos de exigir planes económicos radicalmente distintos. Hemos de pelear porque los salarios y las pensiones suban acompasados al nivel de precios, ¡basta ya de cargar con los excesos de los ricos!
Hemos de reivindicar alto y claro y reparto de la riqueza radicalmente distinto, donde se ponga en el centro una planificación que aumente la calidad de vida de la mayoría de la población y que sea sostenible. Esto nunca será posible si no nos enfrentamos y acabamos con los privilegios económicos de una casta de multimillonarios que ostentan el poder económico y que ya han dejado claro que no quieren renunciar ni a un ápice de sus privilegios. Hemos de nacionalizar bajo control social sectores estratégicos como la energía, la banca y parte de la industria para asegurar un reparto más justo de la gran riqueza que producimos a la par que nos posicionamos clara y rotundamente contra la guerra imperialista de Ucrania.
Todas estas reivindicaciones pueden parecer lejanas o difíciles, pero la realidad es que lo verdaderamente difícil es continuar con esta lógica política, económica y ecológica sumamente destructiva cuyo único fin es mantener los privilegios de una minoría a costa del sufrimiento de una mayoría que es, además, la que produce todas las riquezas.
Desde Izquierda Anticapitalista Revolucionaria IZAR animamos y participamos activamente por conseguir estas reivindicaciones. Hemos de dar pequeños pasos en esa dirección. Por ello acudiremos y llamamos a acudir a las movilizaciones del 15 de octubre en Madrid por la subida de las pensiones al nivel del coste de la vida, así como a la movilización del 12 de noviembre convocada por las Marchas de la Dignidad andaluzas en Sevilla que denuncia la situación que sufre hoy en día la mayoría social de Andalucía. Estos pequeños pasos son los que nos pueden poner en movimiento para lograr invertir esta dinámica en la que únicamente perdemos más y más derechos, más y más calidad de vida y, en algunas zonas del planeta, más y más vidas.