MOVIMIENTO POR LA VIVIENDA: CONSTRUYAMOS CON UNA PERSPECTIVA REVOLUCIONARIA

En este dossier queremos introducir algunos debates que entendemos que son necesarios dentro del movimiento por la vivienda. Para su elaboración hemos partido de nuestra experiencia dentro del espacio «Málaga para vivir», cuyo modelo está demostrando que tiene capacidad de movilización.

De dónde venimos

El movimiento por la vivienda parte de un problema conocido: la dificultad de acceder a una vivienda digna. La cuestión de la vivienda ha estado en la agenda de todos los partidos, movimientos y actores sociales de izquierdas desde hace décadas. Hoy, quizás en una de sus formas más precarias, como es la cuestión del alquiler, pero durante el ciclo del 15M, la cuestión hipotecaria y los desahucios fueron la punta de lanza de muchos movimientos políticos y sociales que visibilizaron un problema muy antiguo, que tras la crisis del 2008 se agudizó de manera dramática.

Movimientos como la PAH o STOP DESAHUCIOS han desarrollado una lucha social importante y abrieron un debate en la sociedad que hoy sigue más vivo que nunca: la vivienda como derecho y no como mercancía. Esta reivindicación es común a toda la izquierda e incluso ocupa un lugar importante dentro de los discursos socialdemócratas, aunque de manera meramente propagandística.

Sin embargo, lo que diferencia a este movimiento del anterior es que parte de una experiencia acumulada de años de «gobiernos y ayuntamientos del cambio», que han dejado entrever las limitaciones de la estrategia reformista. El balance que nuestra clase hace de ese ciclo ha dado lugar a un movimiento que, aunque con profundas diferencias dependiendo de la ciudad y de quién lo hegemoniza, cuestiona desde el principio la salida institucional como solución a un problema que no ha hecho más que agravarse desde 2008. Este punto de partida es, sin duda alguna, un eje diferenciador respecto al ciclo anterior, lo que permite construir un discurso y una práctica desde un lugar muy diferente, en disputa constante, pero con una experiencia material de años dentro del callejón sin salida que suponen las instituciones capitalistas, sin una estrategia ni un programa claro de ruptura.

Las últimas movilizaciones contra la precarización de la vivienda responden, en muchos casos, de manera intuitiva, al bloqueo del reformismo para nuestra clase. La composición del movimiento (al menos en Málaga) refleja este nuevo horizonte: en su mayoría, gente joven, muchos sin experiencias políticas previas, antiguos «activistas» que se organizaron durante el 15M pero acabaron desencantados con el proceso institucional posterior, militantes y organizaciones de movimientos sociales que, tras hacer balance del ciclo anterior, apuestan por construir al margen de la estrategia del «lobby social» y con la cuestión de clase más o menos presente, también participan cuadros y organizaciones políticas muy críticas con las diferentes derivas reformistas que continúan defendiendo la necesidad del horizonte revolucionario, y movimientos nuevos que han roto discursivamente con sus «madres y padres» políticos. Por último, algunos actores políticos de la izquierda tradicional se han integrado tarde, cuando el movimiento ya empezaba a estar consolidado. Su rol, por el momento, es debatir de forma moderada y acompañar sin hacer mucho ruido, mientras que otros han llegado tras haber roto con el reformismo por pura supervivencia, sin un balance honesto del ciclo anterior.

Hacia dónde queremos caminar

Con estos mimbres, el debate sobre estrategia y orientación dentro del movimiento por la vivienda se nos presenta de una manera viva y en constante transformación. Existe una necesidad de discutir hacia dónde queremos caminar, y el debate se da en diferentes planos y a diversas velocidades, debido a la composición misma del espacio. Además, es sano polemizar amistosamente con las corrientes y compañeros y compañeras que integran el espacio por la vivienda, si aspiramos a construir algo fuerte y con posibilidad de crecimiento.

Es necesario reconocer una realidad común a todas las organizaciones que aspiramos a transformar radicalmente la sociedad: somos una minoría con una capacidad actual limitada de implantación en la clase obrera, la vecindad o el proletariado. Debemos también asumir nuestra incapacidad en el último periodo para ocupar el espacio que ha quedado vacío a la izquierda de los partidos institucionales y de algunos movimientos sociales que apostaron por el municipalismo, dejando un espacio que, en el peor de los casos, ha sido ocupado por la extrema derecha. Partiendo de esta realidad, es crucial reflexionar desde la generosidad, pero sin renunciar a defender un discurso propio, sobre la urgencia de tejer alianzas de lucha, que sean flexibles en la práctica, pero sin dejar de marcar líneas rojas. Es necesario hacer autocrítica y buscar puntos de apoyo, debatiendo de manera constructiva sobre dónde se rompen los lazos, qué posibilidades de recomponerlos existen y cómo nos organizarnos conjuntamente en el estrecho margen que permite acompasar la necesidad de golpear juntos con nuestras diferencias. Debemos mantener el equilibrio sin ceder, pero siempre con la mirada puesta en un horizonte común de ruptura con el sistema capitalista.

Algunas diferencias y dudas

Dentro de las corrientes con las que participamos, mantenemos diferencias importantes. Por ejemplo, y de manera resumida, sobre la caracterización que algunas corrientes hacen de las estructuras organizativas representativas como potenciales «estructuras burocratizantes». El centralismo democrático que defendemos, parte de una pregunta clave: ¿cómo construir una organización de masas sin una estructura representativa? La apuesta de algunas corrientes por una estructura netamente horizontal, sin direcciones elegidas democráticamente, implica que esa dirección se da de manera encubierta, ya que no hay posibilidad de fiscalizar las decisiones si no existe alguien a quien rendir cuentas. Negar la necesidad de dirección es no comprender o incluso obviar cómo se dan todos los procesos históricos de transformación social. Esto no quiere decir que no existan peligros, ni que nuestra apuesta no sea fomentar los espacios de autoorganización de lxs trabajadores en contraposición a sus burocracias sindicales o direcciones de partidos reformistas, pero la burocratización responde en última instancia a cuál es la orientación política defendida por las organizaciones: ¿un programa para reformar el capitalismo o un programa revolucionario? Porque, en ningún caso, se puede desligar lo organizativo de lo político.

También mantenemos diferencias importantes en cuanto a dónde situamos el sujeto de cambio. No compartimos la orientación que sitúa casi exclusivamente el sujeto en el eje inquilino/rentista o en lo que algunas corrientes denominan los «márgenes» de la clase trabajadora, fuera de las estructuras sindicales clásicas y en sectores de trabajadores muy precarizados, restando importancia al eje que desde nuestra tradición política entendemos como vertebrador de la clase: la contradicción entre trabajador/patrón, de la cual derivan todos esos «márgenes». Lo más interesante puede ser pensar en los puentes que unen los diferentes sectores dentro de la clase trabajadora, en lugar de centrarse en cuál de ellos está en la peor situación, esperando que los más precarios lideren las luchas, sin una política que integre a todos los sectores oprimidos.

Por último, respecto a las reivindicaciones políticas que se están poniendo sobre la mesa, compartimos muchas de ellas. Sin embargo, creemos que es necesario debatir cómo imponer esas medidas en la práctica, preguntarnos cómo hegemonizamos un discurso emancipador entre nuestra clase, partiendo del nivel de conciencia actual y haciendo un balance del periodo anterior. Cómo deben darse los procesos de debate dentro del movimiento por la vivienda e ir más allá de nuestras propias organizaciones para articular esos debates, superando discursos centrados exclusivamente en la vivienda. Pensamos que tener una estrategia abierta a construir un frente único de lucha es tan importante como tener un programa revolucionario.

A los sectores y partidos que salieron desencantados del proceso fallido de «asalto a las instituciones», les invitamos a hacer un balance honesto, una autocrítica constructiva que mire hacia el futuro pero que también tenga en cuenta los errores del pasado y aprenda de ellos. Sin este análisis, no es posible construir nada que signifique realmente un desafío al sistema capitalista.

Algunas propuestas

Defender un horizonte de ruptura con el sistema capitalista a través de un proceso revolucionario es la tarea principal de cualquier revolucionario dentro de los diferentes espacios políticos donde nos organizamos; sin embargo, esto que es fácil de decir, es mucho más complicado de llevar a la práctica. Desde nuestra organización pensamos y defendemos abiertamente que el camino hacia ese horizonte de ruptura debe ser el motor de cualquier movimiento que aspire a transformar la sociedad y es ahí donde queremos situar el debate con los compañeros y compañeras que se organizan dentro del espacio por la vivienda en Málaga y en otros lugares.

Si entendemos la necesidad de ruptura con el sistema capitalista, debatamos cómo llegamos hasta ahí, ¿cómo convertimos ese deseo en realidades organizativas, prácticas militantes y propuestas políticas que nos permitan caminar juntxs (el mayor tiempo posible) hacia ese horizonte?. Dotémonos de herramientas nuevas que sirvan a ese propósito (huelgas de alquiler, asambleas de barrio,…), pero traigamos además herramientas que ya han sido probadas por nuestro bando social y que son útiles para organizarnos y luchar. (Comités de huelga, cajas de resistencia, Huelgas generales…). Hablemos de manera honesta y generosa de cómo construimos un proceso fuerte, que permita enraizar por abajo y tejer lazos entre las diferentes velocidades que se dan en el movimiento, establezcamos nuevas alianzas entre organizaciones que no han tenido la capacidad de encontrarse a la izquierda del reformismo en el ciclo anterior y reconstruyamos desde la legitimidad que nos otorga la propia experiencia del mismo, tendiendo la mano a aquellos que hicieron una experiencia fallida y construyendo puentes entre las nuevas generaciones ajenas a ese debate, pero anteponiendo la perspectiva revolucionaria.

Construyamos un espacio de ruptura organizado

La organización de la que se dota a cualquier movimiento político tiene sentido siempre y cuando responda a las necesidades del mismo, sirva para luchar y se vaya transformando en función de su propia evolución. La organización dentro del movimiento por la vivienda no puede ser ajena a esto y es necesario articularla en base a su propia realidad, pero con una perspectiva de ruptura, no solo a nivel local, sino también a nivel estatal.

Teniendo en cuenta la composición del espacio, el marco organizativo tiene que permitir un debate sano y compañero entre las diferentes corrientes y velocidades que se organizan dentro del movimiento, generando marcos de debate, donde los desacuerdos se cabalguen con política y no con burocracia; tiene que servir para llevar a cabo reivindicaciones que, si bien nunca van a ser un programa revolucionario completo, sí que deben responder a los debates que se van desarrollando en su seno, buscando demandas específicas que sean comprendidas y asumidas por sectores amplios, que sirvan para demostrar en la práctica la necesidad de una salida rupturista con el sistema. El propio debate organizativo debe ser algo vivo, que sea útil no solo para dotarse de comisiones eficientes, sino que sea una estructura que permita elevar el nivel de conciencia, poniendo coto a las prácticas burocráticas,los infantilismos y señalando las limitaciones de las salidas que no cuestionan el sistema capitalista. El espacio tiene que tener la capacidad de atraer a amplios sectores de nuestra clase y ser una herramienta útil para organizarse y luchar por mejorar sus propias vidas, manteniendo la independencia de clase y la perspectiva revolucionaria y sirviendo para coordinar luchas, reforzando las mismas.

En nuestra tradición política a esto le llamamos: frente único.

Dotémonos de un programa útil para luchar

Entender un programa político como una lista interminable de reivindicaciones políticas, que pueden ser muy revolucionarias en su redacción, pero que no tiene en su base un debate serio de cómo imponerlas, es una herramienta que no sirve para luchar; es necesario defender un programa revolucionario, pero es igualmente o más necesario plantear cómo llegamos a él.

Tenemos que preguntarnos cómo usamos nuestras propias reivindicaciones, de manera que sean entendibles por amplias mayorias de nuestra clase social y que sirvan para mostrar claramente, que son irrealizables dentro del sistema capitalista. Ese programa se convierte, por tanto, en una herramienta de lucha, que sirve para elevar el nivel de conciencia, puesto que, por un lado, señala los límites del sistema capitalista y, por el otro, es asumible por nuestro bando social, convenciendo a amplios sectores de la necesidad de luchar.

Un ejemplo podría ser la “Prohibición de los desahucios”; una amplia mayoría entiende esta reivindicación como justa, sin embargo, ni tan siquiera con las diferentes leyes que partían desde la izquierda institucional se ha conseguido apenas hacer avances. Hemos de partir de realidades concretas, encontrando esas reivindicaciones legítimas y añadiendo aquellas surgidas de las propias luchas y movimientos que son asumibles por parte del sentido común mayoritario, pero que dentro de los marcos del capitalismo son inviables y, por tanto, llevar esas reivindicaciones hasta el final tiene el potencial de provocar saltos de conciencia en quienes se movilizan por esas cuestiones, al ver que ni las reivindicaciones mínimas y justas son posibles con estas reglas del juego.

Esto no quiere decir de ningún modo que haya que renunciar a reivindicaciones más avanzadas o radicales, como podría ser la defensa de una vivienda pública, gratuita y bajo control obrero, y defenderlas públicamente, simplemente hay que variar las velocidades según el momento, sin renunciar a consignas mas profundas y complejas

Es importante también señalar que el llevar a cabo estas reivindicaciones no tendría sentido sin una organización que permita fomentar estructuras democráticas desde abajo, como comités de huelga, asambleas de barrio o consejos obreros, desde donde nuestra clase se organiza para imponer esas mismas reivindicaciones; a su vez no tienen que ser un programa rígido e inamovible, sino que tiene que ir acompasándose a la propia organización y momentos políticos.

Por último, y como hemos defendido en artículos anteriores, en el caso concreto del movimiento por la vivienda, defendemos la necesidad de vincular esa cuestión a otras como son el salario o el territorio; es decir, un programa para luchar no tendría sentido si tan solo se centrara en la cuestión de la vivienda; debe vincularse a otras luchas y otras reivindicaciones necesariamente.

Caminemos hacia la huelga, pero abramos el debate

Uno de los debates más interesantes que se han abierto en este último periodo es la cuestión de la huelga, en concreto la de huelga de alquileres. Si bien es cierto que depende de quien hable, se habla de una cosa u otra, el simple hecho de “popularizar” la huelga como una salida al problema, aunque en este caso se centre en los alquileres, nos da la perspectiva de generar potenciales discusiones en torno a las huelgas como herramienta para transformar la sociedad. Quizás lo más interesante de esta cuestión, sin entrar en un analisis teórico muy profundo, es entender que el propio debate sobre la construcción de esa huelga, nos sitúa ante la necesidad de discutir qué entendemos por una huelga y por qué la consideramos importante.

El debate sobre la huelga de alquileres no tiene sentido si no permite ir más allá de un elemento meramente propagandístico que, en según qué casos muy concretos, puede valer para obtener alguna victoria aislada, pero que por sí misma no tiene capacidad de transformación si no se acompaña de acciones, coordinación y discusiones que pongan sobre la mesa las diversas estrategias que suponen hablar de una huelga.

Del mismo modo que Lenin planteaba que «Durante una revolución, los obreros aprenden más en un día que durante uno o cinco años de un período no revolucionario», durante cualquier lucha y en especial durante una huelga “se aprende más en una semana que en años de militancia”. Este elemento es fundamental para entender la defensa de la huelga como una herramienta determinante en la lucha de clases. Ante una convocatoria de huelga, los trabajadores se plantan frente al patrón, evidenciando las diferencias de clase; surgen unas reivindicaciones que parten de ellos mismos y de su propia experiencia, requieren necesariamente de una fuerza colectiva para que la pelea sea victoriosa y en la práctica supone la necesidad de organización para articular ese potencial de una manera efectiva. Sin embargo, y es aquí donde queremos situar el debate, esto no ocurre de manera espontánea, ni la convocatoria de una huelga implica por sí misma las potencialidades de las contradicciones de clase, ni las huelgas son siempre victoriosas para nuestro bando social, ni están exentas de ser cooptadas por las burocracias sindicales o reformistas.

Por eso la pregunta que debemos hacernos es si una huelga de alquileres puede tener ese potencial por sí sola o no. Nuestra apuesta por las huelgas laborales no parten de un “fetiche histórico” sino que es la respuesta estratégica que entendemos que sirve a nuestra clase, porque evidencia de manera trascendental la contradicción entre el capital y el trabajo. Una huelga es la expresión más clara del poder de la clase trabajadora, porque ataca directamente al corazón de la explotación capitalista, con la paralización de la producción y señalando a los patrones y el sistema como responsables directos, es además una potente escuela política, porque es necesario organizarse y evidencia en la práctica la fuerza que se tiene actuando de manera colectiva frente al sistema, permite además superar divisiones dentro de los trabajadores y fortalecer la idea de una clase unida capaz de liderar un cambio social, en definitiva, supone un desafío directo al sistema capitalista y sus lógicas de explotación y esto, en determinados momentos, puede escalar hacia un movimiento revolucionario.

Pero como decíamos antes esto no se da de manera automática, sólo superando las lógicas meramente economicistas de las huelgas, defendiendo una orientación de solidaridad con todos los sectores de nuestra clase, coordinando y orientando la lucha hacia una perspectiva revolucionaria, se puede explorar todo el potencial de las huelgas, y para eso es necesario hacernos varias muchas preguntas: ¿Cómo construimos esa huelga, qué estructuras organizativas debemos ensayar antes y durante una huelga, qué acciones pueden servirnos de “gimnasia revolucionaria” para radicalizar una lucha que nos permita cuestionar el sistema capitalista? y quizás lo más importante, ¿Dónde y quién toman las decisiones, cómo construimos una solidaridad de clase entre diferentes luchas y avanzamos hacia una huelga general con una perspectiva de transformación? ¿Cómo presionamos hacia los lados y hacia arriba, cuestionando las propias estructuras burocráticas de los sindicatos y los partidos reformistas, donde hay miles de trabajadores y a la vez lo combinamos con otros tipos de luchas ajenas a estos sindicatos?

La pregunta que nos hacemos en definitiva, es si ese mismo potencial que entendemos que tienen las huelgas laborales con esa perspectiva, lo puede tener la estrategia de la huelga de alquileres, sino se combina con una orientación de construcción de otras luchas, que avancen hacia una huelga general que nos permita ensayar todas las posibilidades que ese enfoque proporciona a nuestra clase social.

Para finalizar sabemos que el debate es amplio y profundo; no pretendemos más que esbozar aquí algunos de ellos, para que sirva como introducción y de base para nuestra intervención diaria. Pensamos que es una oportunidad para seguir profundizando en una estrategia común que nos permita avanzar hacia la ruptura con el capitalismo.