CON EL SUDOR DE LOS DE ENFRENTE: QUE TRABAJEN ELLOS

En al año 1993, la conocida como “chirigota del Selu” concursó en el COAC de Cádiz bajo el nombre “Con el sudor de los de enfrente, pero decidnos los ricos”. Dicho nombre resume a la perfección de donde sacan la riqueza esos ricos que, en el Estado español, no han dejado de obtener beneficios en los últimos años: en 2023, el número de ricos creció un 5,6%i, mientras que las cien mayores fortunas crecieron un 27%ii. ¿Su secreto? El trabajo de otros y otras. Y en ese secreto, el debate sobre pensiones y jubilación está a la orden del día.

¿Puedan o deberán?

    El 31 de julio de 2024, el gobierno PSOE-Sumar y representantes de la patronal (CEOE y CEPYME) y de las grandes organizaciones sindicales (CCOO y UGT) firmaban el acuerdo “para la mejora de la compatibilidad de la pensión de jubilación con el trabajo, para la regulación de un nuevo procedimiento de acceso a la pensión con elevada peligrosidad y para el mayor aprovechamiento de los recursos de las Mutuas Colaboradoras con el fin de recuperar la salud de las personas trabajadorasiii. Entre otras cosas, en dicho acuerdo se recoge una mejora en los incentivos a la jubilación demorada, se eliminaba el requisito de contar con una carrera completa de cotización para poder acceder y la jubilación activa. Es decir, se avanza, por acuerdo de patronal, gobierno y sindicatos, en la idea de que las personas jubiladas puedan seguir trabajando.

    A priori, parece sonar bien. De hecho, existe una cierta tendencia a bombardearnos últimamente con eso de que las personas mayores siguen siendo “útiles”. Un ejemplo de ello podría ser la campaña lanzada por Atresmedia en noviembre de 2022 (Curriculum vital), que pretendería “sensibilizar sobre el valor que el colectivo de mayores tiene para la sociedad, con una invitación a la reflexión, para que se modifique la percepción que se tiene sobre ellosiv. O la reciente noticia aparecida en prensa que señala que la “Consejería de Educación está elaborando el proyecto de decreto que regula la figura y las actividades del profesorado emérito”, por el cual “los profesores andaluces podrán realizar tareas de apoyo después de jubilarse”. Así, como señala el Banco Santander “la jubilación activa busca incentivar el envejecimiento activo y al mismo tiempo contribuir a la sostenibilidad del sistema de pensionesv. Para muchos y muchas, por una lectura basada en un falso sentido común, parecería que estas medidas son positivas: contar con la experiencia, hacer que las personas pueden ser útiles, activos en su vejez… Y además serían positivas porque, al fin y al cabo, serían voluntarias. Pero, ¿existe algo voluntario en esta sociedad en la que vivimos?

    Según un estudio de Intelema (una consultora valenciana), llevado a cabo sobre una muestra de 200 personas pertenecientes a diferentes sectores, el 13,5% de las y los trabajadores lo harían por vocación (lo de trabajar, por si alguien se ha perdido), un 10% estarían “quemados”, un 16,5% se encontrarían “desganados, desanimados, tristes” y otro 16,5 trabajaría “por dinerovi. Frente a ese 13,5%, un 43% no trabaja donde le gustaría. Según un estudio Adecco (empresa de recursos humanos) un 75% de encuestados no se sentirían “felices en su trabajo”, mientras que Eurostat muestra que un 25,1% de la población española “no ve cumplidas sus aspiraciones laboralesvii.

    Es decir, que trabajamos donde podemos, no donde queremos. Y lo hacemos por los salarios y por las condiciones que se nos imponen, los cuales, por cierto, no logran amortiguar la subida de los precios, ya sean de la cesta de la compra o, como se está evidenciando en los últimos tiempos, el de los alquileres o el acceso a una vivienda. Y si no podemos elegir esto, ¿es que estaremos eligiendo libremente trabajar cuando tenemos más de 67 años? Habría que cambiar el “puedan” por el “deberán”, en uno los párrafos anteriores, ya que las medidas van encaminadas a que tengamos que trabajar para poder viviendo más allá de nuestra “jubilación”.

    Trabajar más, trabajar menos

      Hay que romper con el mito de que el trabajo es lo que nos dignifica. O, al menos, con la visión interesada que lo traduce como que el ser humano es útil cuando trabaja en una sociedad en la que, como hemos señalado, no elegimos dónde, ni cómo ni por qué (eso solamente está en manos de un poco privilegiados), debido a que unas cuantas personas poseen los medios, las empresas, los negocios…y solamente estamos avocados a trabajar en ellos a cambio de un salario y cumpliendo un horario. No es dignificante coger fresas, poner ladrillos o hacer camas en un hotel si se hace para que otros ganen dinero a nuestra costa. Solamente lo sería si con eso satisfacemos unas necesidades sociales y colectivas, pero no es el caso.

      Las luchas por reducir las horas de trabajo fueron de las primeras que llevaron a cabo los y las trabajadoras cuando comenzaron a tomar conciencia de su situación. La famosa consigna de la jornada de ocho horas fue reivindicada en muchos países del mundo a la vez. Pero no solamente se quedó en el siglo XIX o las primeras décadas del siglo XX. En ejemplos más recientes, como el de la Transición española o la Revolución portuguesa, la reducción de la jornada de trabajo continuó siendo una reivindicación básica.

      Y a día de hoy debe seguir siendo así. En cierta medida hemos naturalizado que la jornada de 8 horas ya estaría bien. Sin embargo, es una barbaridad. Ni aunque se cumplieran de verdad las 8 horasviii tendríamos que dar como algo normal estas jornadas laborales. Es necesario (y con los medios existentes en la sociedad actual perfectamente posible), trabajar muchas menos horas para satisfacer las necesidades que tenemos como seres humanos. Lo que no es compatible es con que unos pocos quieran seguir enriqueciéndose. Ahí es donde está la cuestión.

      El derecho a no trabajar

        Que una persona tenga que seguir trabajando para poder complementar su pensión (ese es el verdadero fondo de la cuestión, acabar con las pensiones públicas) es algo a rechazar sin contemplaciones de ningún tipo. Ya es suficientemente alta la edad de jubilación a los 67 años lo que, para una inmensa mayoría de trabajos, es llegar en unas condiciones mentales y físicas deplorables, como para seguir haciéndolo después de eso. ¿Hasta cuándo puede una camarera de piso seguir limpiando habitaciones con plantillas reducidas, echando horas de más y con exigencias de ratios irrealizables? ¿Hasta cuando puede aguantar una persona subida a un andamio? ¿Y cogiendo fresas o frambuesas? ¿Cuántos veranos con calores de récords caben en la vida de un trabajador arreglando carreteras o limpiando casas? ¿Cuántas comandas puede hacer un camarero o una camarera? Pues puede afirmarse que ya se están haciendo de más, y bajo muy malas condiciones laborales. No hace falta dar ejemplos, cualquier persona que trabaje sabe de lo que estamos hablando.

        Tenemos que reivindicar el derecho a trabajar menos. Trabajar menos para vivir mejor. Trabajar menos para atender a nuestras necesidades. Trabajar menos para vivir más. Por ello es irrenunciable reducir la jornada laboral (con lo que, además, se repartiría el trabajo y habría menos desempleo), reducir la edad de jubilación (más jóvenes, donde el paro es especialmente importante, trabajarían) y eliminar cualquier posibilidad de que una persona trabaje después de jubilarse, asegurándose una pensión digna y pública.

        Nadie debe verse obligado a complementar su pensión con un trabajo que ni se elige en la mayoría de los casos ni puede ejercerse a ciertas edades. Ahí está el fondo de la cuestión, las pensiones públicas. Al contrario, las y los trabajadores debemos tener derecho al tiempo libre, al ocio, a descansar, a formarnos, a viajar, a hacer cosas por gusto y vocación. Y no a tener que dar una vida entera a cambio de un salario para que unos pocos se enriquezcan. Y eso es especialmente importante cuando nos hacemos mayores. Ceder en esta cuestión significaría ceder en una cosa más en esta lucha de clases que parece que vamos perdiendo. No hay que dar un paso atrás más con esto, sino que tenemos que ir a la ofensiva. Si quieren trabajar más, que trabajen ellos.

        i https://www.expansion.com/economia/2024/06/05/66603feae5fdeac51f8b4581.html

        ii https://www.lavanguardia.com/dinero/20241105/10077666/espana-rica-cien-mayores-fortunas-crecen-27.html

        iii Puede consultarse el acuerdo en el siguiente enlace: https://www.ccoo.es/e73897534f9992ad7c776f7a8eea58f4000001.pdf

        iv https://www.hablandoenplata.es/curriculum-vital/antena-3-lasexta-ponen-marcha-curriculum-vital-primera-campana-hablando-plata_2022111763765a7bdef8a60001c8c787.html

        v https://www.bancosantander.es/blog/jubilacion/jubilacion-activa-que-es-en-que-consiste

        vi https://www.observatoriorh.com/orh/tan-solo-el-13-de-las-personas-trabaja-por-vocacion.html

        vii https://www.rrhhdigital.com/secciones/actualidad/153526/Tres-de-cada-cuatro-trabajadores-espanoles-no-se-sienten-felices-en-el-trabajo-y-un-27-planea-dejar-su-empleo-en-2022/

        viii Cuando se habla de jornada laboral habría que hablar de las horas extra no pagadas, que llegan 2,61 millones a la semana en el Estado español, del trabajo a destajo, de los horarios partidos que al final suponen estar todo el día a disposición de la empresa, de los trabajos que suponen una dedicación total como las personas que trabajan de internas en casas…