Ya hace más de un año que no se ha hecho justicia a Mari Carmen, camarera desaparecida el 13 de septiembre de 2023 a bordo del buque oceanográfico García del Cid, adscrito al Consejo Superior de Investigaciones científicas (CSIC). En 2019, Mari Carmen denunció a otro trabajador del buque por agresión sexual y acoso, pero la denuncia fue archivada por no haber pruebas suficientes. A su vez, el presunto agresor quería denunciarla por denuncia falsa y se vio en la obligación de firmar un acuerdo de que todo fue un malentendido, él se comprometía a pedir disculpas y no coincidir con ella. Finalmente, cuando en septiembre de 2023 consiguió reincorporarse a trabajar tras un largo periodo de baja laboral por depresión, se reencontró con su acosador, que, aunque no llegó finalmente a embarcar por sufrir una “indisposición”, coincidieron durante dos días en el barco mientras permanecía atracado en el puerto. Tras varios días en alta mar en un ambiente hostil con sus compañeros, escribió en su diario: “Nadie hace nada […] Si no me encontráis, me tiré por la borda. Os quiero mucho».
Durante todo este periodo, la actuación del CSIC ha sido totalmente vergonzosa. En varias ocasiones Mari pidió el cambio de destino, pero en ninguna fue atendida. En 2022, tras recuperar fuerzas para volver a trabajar, fue obligada a matricularse en un curso sobre acoso sexual junto con la del resto de la tripulación, provocándole una grave recaída y necesitando volver a una baja laboral. En ningún momento la institución se ha puesto en contacto con la familia y su forma de contestar al reportaje de Salvados sobre el caso fue con un triste comunicado interno sin firmar refiriéndose a Mari con las siglas MCFV y reafirmando su pésima gestión. Además, aun habiendo actualizado —por exigencias externas— su protocolo de prevención e intervención frente al acoso sexual y por razón de sexo en el CSIC este año, éste sigue demostrando su falta de perspectiva de género como la que se muestra en la cláusula de confidencialidad que incide en la revictimización de las denunciantes al tratarlas como una parte más de un conflicto. El proceso judicial tampoco se queda atrás, no se interrogó a toda la tripulación hasta día de hoy.
Este caso ha llevado a destapar más casos de acoso dentro de esta institución. En redes sociales se está utilizando el hashtag #MeTooCSIC para dar testimonio de algunos de los sucesos que viven otras tripulantes que se ven totalmente desprotegidas en alta mar. Este es el caso de Amparo, observadora científica que estuvo durante seis meses embarcada con una tripulación de 43 hombres donde su capitán —máximo cargo en el barco que disfruta de total impunidad— dijo: “tienes que ir donde la bióloga, que está durmiendo y no se entera”. El CSIC afirma que en el periodo de 2019-2023 se han abierto 12 casos de acoso a nivel interno —ninguno de ellos terminó en despido—, número que desde el comité de empresa rechazan afirmando que hay docenas de casos, pero que el CSIC se empeña en silenciar. Esto queda reflejado en una encuesta realizada por la sección sindical USO-CSIC en donde de las 999 personas que participaron, 67 afirman ser víctimas de acoso sexual y 318 conocen a alguien que lo haya sufrido.
El CSIC también se ha visto envuelto en otros escándalos. De esta forma, aún con la denuncia interpuesta a la empresa Vicotecnia por maltrato animal, éste no ha tenido reparo en seguir prorrogando su contrato con ella. Tampoco lo tuvo al usar una práctica ilegal para evitar hacer fijos a cientos de trabajadores: tras decenas de derrotas judiciales que le obligaban a readmitir trabajadores, hizo firmar a los investigadores un documento para eludir responsabilidades ante posibles demandas judiciales.
Quizá no es de extrañar el comportamiento de esta institución pública si la enmarcamos en sus orígenes. El CSIC se creó en 1939 por Francisco Franco a expensas de desmantelar la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE), sobre la que se basó organizativa y estructuralmente. Rompió con el enfoque abierto y regenerador de la anterior institución para “restaurar la clásica y cristiana unidad de las ciencias” y participó en un proceso de depuración de científicos de más del 40%. Desde estos inicios estuvo estrechamente relacionada con el Opus Dei y actualmente todavía no se ha hecho un buen trabajo de saneamiento de los cargos con dichas relaciones, al igual que tampoco se ha llevado a cabo una revisión pertinente de la memoria histórica de la institución.
En definitiva, no podemos confiar, otra vez más, que desde las instituciones se produzca un cambio. La llamada “mayor institución científica española” no solo ha mostrado una falta de empatía absoluta, si no un nulo compromiso con las víctimas de violencia machista. No podemos esperar nada de una estructura cimentada en el franquismo, clasista y machista donde constantemente se están dando abusos de poder. Solo mediante la organización en los centros de trabajo y la lucha continua como la que están llevando a cabo numerosas trabajadoras del CSIC podremos poner fin a esta injusticia.