«Reproducimos a continuación un trabajo elaborado por Antonio Liz, historiador marxista, en el que explica qué paso durante la insurrección de los y las obreras asturianas en 1934 y la importancia de extraer sus enseñanzas 90 años después. Para profundizar sobre este tema, os dejamos acceso a dos textos más de Antonio Liz: un dossier y su libro «90 años después. Octubre de 1934 y sus lecciones. La Comuna asturiana en la II República». Agradecemos a Antonio por por permitirnos difundir estos documentos y os dejamos el enlace al blog del autor, donde tiene trabajos sobre muchos más temas.»
OCTUBRE DE 1934 Y SUS LECCIONES HOY, 90 AÑOS DESPUÉS
Hoy (2024) podemos sacar muchas enseñanzas políticas directamente de la Historia Contemporánea porque el proceso histórico se vuelve particularmente rico a raíz de las revoluciones burguesas, de la Revolución de Octubre y de las revoluciones sociales. A partir de aquí podemos estudiar con acopio de fuentes como se dirimieron las luchas antagónicas entre las clases enfrentadas, como unas fracciones de clase sustituyeron a otras, como una clase habló en nombre de la nación cuando actuaba en su propio provecho, como se desarrollaron los aparatos del estado, como se ganaron y perdieron revoluciones, como se mancillaron los ideales emancipadores y tantas otras cosas. Pero querer aprender no es buscar lo inexistente, el esquema infalible o la receta suprema. Por otra parte, el estudio de la Historia para la militancia marxista no es una cuestión ni de nostalgia ni de erudición sino un ejercicio de conocimiento del pasado con el doble objetivo de aprender del proceso histórico para poder apuntalar en la realidad actual el quehacer de militantes de la izquierda revolucionaria para luchar por un mundo basado en la hermandad entre los pueblos y en la justicia social planetaria.
En octubre se cumplirán 90 años de una serie de insurrecciones obreras, que se dieron por buena parte de la geografía del territorio del Estado español, y de la revolución social en Asturias, el primer intento de conquistar el poder por la clase trabajadora española.
Si en mi libro “Octubre de 1934, insurrecciones y Revolución” y en mi cuaderno “Octubre de 1934 y sus lecciones” hago un relato y un análisis histórico hoy, en este artículo, vamos a esquematizar los hechos y explicitar las lecciones en dos partes: a) lo que hubieran tenido que aprender en ese momento histórico las propias organizaciones y dirigentes del movimiento obrero, y b) lo que tenemos que aprender hoy, a 90 años de los hechos y en nuestra coyuntura concreta. Así, nuestro guion será:
1. -¿Por qué se dio Octubre?
2. -Octubre
3. -Las lecciones de Octubre, ayer y hoy
¿Por qué se dio Octubre?
Empecemos formulando otra pregunta para entender el origen del proceso que llevó a Octubre de 1934. La pregunta es, ¿cómo entender que en las segundas elecciones legislativas de la II República, las del 19 de noviembre de 1933, ganaran las derechas, cuyo partido mayoritario, la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), era antirrepublicano y filofascista, y cuando la llegada de la II República el 14 de abril de 1931 se había dado entre la alegría social generalizada, como nos informan las imágenes y la fuentes de la época, y la República había estado gobernada la mayor parte del tiempo por la coalición republicano-socialista nacida en el Pacto de San Sebastián (1930) y refrendada en las elecciones a Cortes Constituyentes del 28 de junio de 1931?
La respuesta hay que buscarla en el proceder del propio gobierno republicano-socialista. Sí, como refleja la Constitución de 1931, el gobierno republicano-socialista pretendía convertir al Estado republicano en un Estado laico (art. 3 y 26-27) ya que la Iglesia tenía mucha fuerza social y formara parte del Aparato Ideológico del régimen monárquico, pretendía descentralizar parcialmente el Estado a través de la concesión de Estatutos a “las regiones autónomas” de Cataluña, País Vasco y Galicia (art. 8-22 y 50), pretendía hacer una Reforma Agraria para darle tierras al campesinado (que no venía reflejada en la Constitución), pretendía sacar una legislación social que protegiese a la clase trabajadora (art. 46), pretendía que los sectores populares pudieran acceder a la enseñanza (art.48), pretendía reformar el Ejército (no venía reflejado en la Constitución). Aparte de las buenas intenciones recogidas en el texto constitucional, que dice en su artículo primero que “España es una República democrática de trabajadores de toda clase que se organiza en régimen de Libertad y Justicia”, lo que era pura metafísica ya que el texto constitucional no le otorgaba a la clase trabajadora poder alguno, el gran logro del gobierno republicano-socialista estuvo en que la Constitución de 1931 concedió a la mujer el derecho al divorcio (art.43), el derecho al voto (art.36) y el derecho a ser elegida (art.53). Otros méritos ya son más modestos, le otorgó a Cataluña la Autonomía (que no el derecho a la autodeterminación, que no figuraba en la Constitución) y los decretos sobre legislación obrera fueron parches a la descarada explotación que se sometía a la clase trabajadora de la ciudad y del campo.
No estaba en el programa del gobierno republicano-socialista nacionalizar la banca y las grandes empresas pero sí estaba la Reforma Agraria. Pues bien, se aprobó una Reforma Agraria pero esta no tuvo prácticamente ningún impacto social, dicho de otra manera, la inmensa mayoría de los jornaleros siguieron sin tierras. La Reforma Agraria solo tendrá un relativo impacto social muy posteriormente, a raíz de las elecciones del 16 de febrero de 1936 y por la sencilla razón que los campesinos ocuparon directamente tierras. Por otra parte, el gobierno republicano-socialista no solo no depuró el Aparato Represivo del régimen monárquico sino que, además, sacó una “Ley de Defensa de la República” (20, octubre, 1931) que sirvió básicamente para reprimir al movimiento anarcosindicalista, una de las dos grandes fracciones de la clase obrera. Y todo esto cuando en abril de 1931, al advenimiento de la II República, la derecha social estaba desarbolada políticamente ya que no tenía ningún partido de masas mientras que la clase trabajadora tenía un partido de masas, el PSOE, y dos sindicatos de masas, la UGT y la CNT. Dicho de otra manera, el proceder del gobierno republicano-socialista no sólo no fortaleció a la clase trabajadora sino que represalió a una de sus grandes fracciones y le posibilitó a la derecha la construcción de un gran partido de masas, la CEDA.
El terrorismo de estado ejecutado por las “fuerzas del orden” (guardias civiles y guardias de asalto) en Casas Viejas (Cádiz, 11-12 de enero de 1933) fue la gota que derramó el vaso del proceder represivo del gobierno republicano-socialista. Esta represión marcó un punto y aparte, el descrédito del gobierno republicano-socialista entre una gran parte de la clase trabajadora era un hecho. En este ambiente es cuando se celebran las elecciones generales del 19 de noviembre de 1933 con el hándicap que ahora la derecha ya tenía un partido de masas, la CEDA.
A la coyuntura que se vivía en el Estado español había que sumarle la internacional, que iba a fortalecer el proceder reaccionario de la derecha española, encarnada a nivel de masas, repitámoslo, en la CEDA. La consolidación del Estado fascista en Italia era un hecho ya que hacía once años que el rey Vittorio Emanuele III le había encargado a Mussolini la formación del gobierno (28, octubre, 1922). Pero aún más preocupante era que desde el 30 de enero de 1933 Hitler era Jefe de Gobierno en la República de Weimar y a la altura de noviembre la contrarrevolución nazi se había llevado a cabo ya que el 5 de marzo se dieran las últimas elecciones al Reichstag y el 23 de mayo se prohibieran los sindicatos obreros. Por otra parte, en Austria gobernaba el filofascista Engelbert Dollfuss, que del 12 al 16 de febrero de 1934 hizo bombardear los barrios obreros de Viena.
Estos éxitos de nazis y fascistas llevó a que la derecha española no sólo quisiera recuperar el control directo del poder político sino eliminar todo derecho legal que tuviese la clase trabajadora de la ciudad y del campo. Así, no es extraño que el líder de la CEDA, el filofascista Gil Robles, dijera en plena campaña electoral, concretamente la mañana del domingo 15 de octubre de 1933, en el cine madrileño Monumental Cinema, que “para mí sólo hay una táctica por hoy: formar un frente antimarxista, y cuanto más amplio mejor. Es necesario en el momento presente derrotar implacablemente al socialismo (…). Hay que llamar a todas las fuerzas sociales y antirrevolucionarias, a todas las que vayan contra el materialismo y contra todos los errores que se cifran en una sola palabra: marxismo (…). La gran necesidad del momento actual es la derrota del socialismo” ¿Y para qué esta derrota? Pues él lo dice con toda claridad, para “fundar un nuevo Estado, una Nación nueva (…). Hay que ir a un Estado nuevo y para ello se imponen deberes y sacrificios. ¡Qué importa que nos cueste hasta derramar sangre!”.
Lo que ocurrió en las elecciones generales del 19 de noviembre de 1933 fue que el partido más votado era la CEDA de Gil Robles con 115 diputados, seguido por el Partido Radical Republicano (PRR) de Lerroux con 102 escaños y, ya en tercer lugar, el PSOE de Largo Caballero e Indalecio Prieto con 58 escaños. Estos resultados hicieron que la CNT llamase directamente a la insurrección en diciembre, sin contar con nadie más, lo que posibilitó su derrota al mismo tiempo que la represión la desangraba. Para formar el gobierno el presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, le propuso a Lerroux y no a Gil Robles formar gobierno. De esta forma, desde el 16 de diciembre de 1933 se dieron gobiernos presididos, y mayoritariamente formados, por el Partido Radical pero desde septiembre de 1934 el rumor de que Lerroux formaría un gobierno con ministros de la CEDA era continuo. Este se concretó el 4 de octubre cuando se creó un nuevo gobierno con tres ministros de la CEDA. Este hecho desencadenó de manera automática la insurrección organizada por el movimiento socialista, que ya la había anticipado públicamente diciendo que la harían si entraba la CEDA en el gobierno. Esta insurrección socialista no tenía un programa concreto, más allá de impedir que entrara la CEDA en el gobierno. Por otra parte, los socialistas no habían contado para la puesta en marcha de la insurrección con las otras partes del movimiento obrero exceptuando Asturias, donde la UGT/PSOE y la CNT habían firmado una Alianza Obrera el 28 de marzo de 1934. Fuera de Asturias no había programa revolucionario; no obstante, lo que si tenía claro la clase trabajadora era que no quería que la República española siguiera el mismo camino que la República de Weimar, donde el nazismo había llegado a través de la legalidad para después destrozarla. En resumen, las insurrecciones de Octubre de 1934 se dieron para parar la fascistización de la II República, aunque en Asturias, gracias a la unión de todas las fracciones y de que allí sí había programa, se fue a la Revolución social.
Octubre
El día 5 ya estaba en marcha la insurrección proletaria, la ordenó el Comité Revolucionario socialista, presidido por Largo Caballero. Si bien se da una huelga general en las grandes ciudades y en otras muchas localidades e insurrecciones en buena parte de la geografía española, tres van a ser los puntos principales, tanto que de haber triunfado en ellos la insurrección se hubiera extendido al conjunto del Estado. Estos tres puntos fueron, de menor a mayor entidad, Madrid, Barcelona y Asturias.
En Madrid hubo huelga general y conatos insurreccionales. Aquí el predominio social y político le correspondía prácticamente por entero al movimiento socialista. En Madrid hay huelga general desde el día 5 al 12 y, además, brotes insurreccionales como pone de manifiesto el ataque que se le hizo al cuartel de la Guardia Civil en Guzmán el Bueno y los intentos de tomar el Ministerio de Gobernación y el cuartel del Regimiento de Infantería número 6. Así mismo, se dieron enfrentamientos armados entre trabajadores y fuerzas gubernamentales por zonas como Atocha, Chamberí o Cuatro Caminos. Aquí, en la capital, estaba instalado el Comité Revolucionario que fue descabezado más por su propia impericia que por el hacer de las fuerzas del gobierno como nos informa el hecho de que el propio Largo Caballero, la cabeza, fuese detenido en su propia casa el día 14.
En Barcelona hubo insurrección. Aquí había tres fuerzas, la Generalitat de la ERC, la CNT y la Alianza Obrera. Barcelona fue el epicentro de lo que ocurrió en Cataluña. Fue la Alianza Obrera la que llamó aquí a la insurrección, en la que no participó directamente la CNT aunque sí lo hicieron militantes anarcosindicalistas. Desde la Generalitat, gobernada por ERC, hubo una postura timorata y una negativa absoluta por parte de Companys a darle armas a la clase trabajadora. Si bien el día 6 proclama el “Estado catalán dentro de la República federal española” es porque las movilizaciones de la clase trabajadora ya habían impuesto la proclamación de la “República catalana” en otras zonas de Cataluña. Tan pronto como el día 7 Companys telefonea al general Batet comunicándole que se rinde porque no tiene la voluntad de hacerle frente al ejército. El gobierno de la Generalitat se entrega en pleno a excepción del conseller de gobernació, Dencás, que huye por las alcantarillas. En Sabadell la Alianza Obrera había tomado el control del Ayuntamiento, el símbolo del poder local, y había proclamado la “República catalana”. En Granollers trabajadores armados sitiaron a 36 guardias civiles que sólo se vieron a salvo el día 8 cuando llegaron tropas del gobierno. En Lleida tropas del ejército tuvieron que conquistar por la fuerza de las armas la comisaría donde se habían atrincherado los trabajadores. El día 7 desembarcó en el puerto de Barcelona una bandera del Tercio y un batallón de Cazadores de África. El 9 de octubre las fuerzas gubernamentales tenían el completo dominio de la situación.
En Asturias la insurrección triunfó y devino en Revolución social, la primera en la Historia Contemporánea de España. Aquí la unidad de acción de la clase trabajadora fue un hecho ya que el frente unido de la clase trabajadora, la Alianza Obrera, encuadraba a todas las fracciones del movimiento obrero español empezando por las dos grandes fracciones de masas, la socialista y la anarcosindicalista, y terminando en el fraccionado movimiento comunista, el oficial PCE y los heterodoxos BOC e ICE. El Comité Revolucionario Provincial va a ser el Estado Mayor de la insurrección asturiana. Insurrección victoriosa que se transforma en revolución social porque la clase trabajadora, a través de sus diversas fracciones políticas, no sólo conquista el poder por la fuerza de las armas sino que empieza a legislar un mundo nuevo, basado en la igualdad social. Dos van a ser los centros emblemáticos de la Revolución asturiana: Mieres y La Felguera.
En Mieres, núcleo socialista, la clase trabajadora toma al asalto el Ayuntamiento, defendido por la Guardia de Asalto, la casa-cuartel de la Guardia Civil y el cuartel de la Guardia de Asalto. Automáticamente se proclama desde el balcón del Ayuntamiento la “República socialista”. Este triunfo militar y político fue posible, además de por la unión de las fuerzas proletarias, porque allí se da una concentración de obreros, mineros y metalúrgicos. De inmediato a la proclamación de la Republica social se organizan columnas obreras que parten para otras localidades asturianas. Se organiza la producción, la distribución de alimentos y la sanidad. Todo con un orden tal que los enemigos de la revolución afirmarán a posteriori que allí imperó el orden revolucionario.
En La Felguera, núcleo anarcosindicalista, la clase trabajadora toma por asalto el cuartel de la Guardia Civil y la Casa Consistorial. Se toma posesión del convento de los dominicos y de la iglesia, a la que se le prende fuego. Acto seguido, se convoca una asamblea popular donde se decide proclamar el “comunismo libertario”. Queda abolida la moneda y socializados los medios de producción, empezando por la fábrica Duro-Felguera, el centro económico de la localidad. Se crean comités para distribuir los alimentos. Los obreros organizan en la fábrica Duro-Felguera turnos continuados y se ponen a blindar camiones para distribuirlos a las milicias obreras. Así mismo, se organizan columnas obreras que parten para otros frentes de batalla.
En otras zonas de Asturias como Oviedo y Gijón, era cuestión de unos pocos días que la clase trabajadora conquistara el poder. Si esto no fue posible fue, sencillamente, porque la Revolución asturiana quedó aislada lo que le posibilitó al gobierno radical-cedista concentrar allí a fuerzas del ejército, entre ellas a fuerzas coloniales, Tercio y Regulares, llevadas expresamente para rendir a la clase trabajadora asturiana. Las milicias obreras asturianas, un auténtico embrión de Ejército Rojo, que siempre anduvieran escasas de municiones, ya que el ejército las había puesto previamente a buen recaudo, pero con dinamita, cañones, camiones blindados, buena tropa y moral de victoria, habían ido embolsando a las fuerzas del gobierno, como fue el caso paradigmático de Oviedo, y las hubiesen rendido si no hubiese sido porque el ejército gubernamental, libre ya de otras insurrecciones, pudo atacar a las fuerzas revolucionarias por el norte, por mar, bombardeando Gijón y desembarcando tropas y, por tierra, por el oeste y por el sur, lo que posibilitó que las milicias obreras tuviesen que ir cediendo terreno hasta quedar ellas embolsadas lo que las obligó a admitir la derrota, no sin desgarros. El 18 de octubre de 1934 el Comité Revolucionario de Asturias emitió el último comunicado advirtiendo que “al proletariado se le puede derrotar pero jamás vencer” por lo que aquella derrota era sólo un alto en el camino.
Las lecciones de Octubre, ayer y hoy
I
El fracaso de la insurrección de Octubre fue parcial, si bien no consiguió ni la conquista del poder ni tan siquiera que el gobierno se quedase sin ministros cedistas sí impidió que la II República española emprendiese el camino de la fascistización, lo que hubiese sucedido si la clase trabajadora se hubiese rendido sin presentar batalla como había ocurrido con el movimiento obrero alemán en la República de Weimar, República que dio paso automáticamente al Tercer Reich. Que la República española no siguiese este precedente lo evitó la insurrección de Octubre.
Para quien quisiera aprender, Octubre había enseñado que la clase trabajadora triunfa allí donde todas sus fracciones marchan al unísono contra el Capital. Pero esta lección obvia de los propios hechos no la sacó la izquierda del movimiento socialista, que hasta se dejó arrebatar la dirección del PSOE al dimitir Largo Caballero de la presidencia del partido en una reunión del Comité Nacional, y no la asimiló el movimiento anarcosindicalista que siguió sin una teoría del poder justificada por su escolástico supuesto apoliticismo.
Fuera de los dos grandes movimientos de masas quedaba el movimiento comunista, pero este además de minoritario estaba fraccionado. El PCE ejercía un sectarismo que emanaba de las directrices de la III Internacional, que por aquellas alturas era simplemente una herramienta más de la casta burocrática stalinista para negociar con los Estados capitalistas con el único objeto de preservar su propio status. De esta manera se entiende el giro completo que dará el PCE pasando de la consigna del Gobierno Obrero y Campesino al Frente Popular. Por la contra, el BOC y la ICE volvieron a insistir en la necesidad de la Alianza Obrera, pero si bien tenían más comprensión teórica de la realidad que las otras fracciones del movimiento obrero no podían por sus minoritarias fuerzas nuclear el proceder de la clase trabajadora. Más adelante, ya como POUM, su quehacer táctico no siempre fue correcto porque cuando tenga la oportunidad de convertirse en el PSOE de Cataluña y desde aquí influir en la izquierda del PSOE y en las Juventudes Socialistas no sabrá dar el paso.
Lo que sí ocurrió fue que el PSOE prietista, la UGT caballerista y la apolítica CNT en vísperas de las elecciones generales del 16 de febrero de 1936 entregaron la dirección política del movimiento obrero a la pequeña-burguesía republicana a través del Frente Popular, subordinación que también ejecutó el PCE por mandato de la III Internacional, en manos stalinistas. Esto condicionó todavía más al POUM que entró en el Frente Popular para no quedarse aislado socialmente y aunque criticó el programa frentepopulista no tenía fuerza social para influir en la masa trabajadora. Esta dinámica frentepopulista marcará la conducta política de las organizaciones obreras en la venidera Revolución social, que estallará en julio de 1936 al producirse el golpe de estado de los militares, reaccionarios y fascistas, no porque las direcciones de las organizaciones de masas hubiesen preparado la insurrección obrera ante el cantado golpe de estado sino por la energía de la clase trabajadora que superó en todo a sus propias direcciones enfrentando a los fascistas y a los reaccionarios en la calle en julio de 1936 con milicias creadas al calor de los acontecimientos y creando por la base con sus comités un embrión de Estado obrero, embrión que sus direcciones no sólo no supieron consolidar sino que obstaculizaron hasta que la alianza entre la pequeña-burguesía y el PCE, que se había convertido en una corpulenta organización debido a que era el representante oficial del apoyo interesado y medido de la URSS de Stalin a la República, eliminó la revolución social de forma definitiva a partir de la Jornadas de Mayo de 1937 para, acto seguido, terminar por perder la guerra ante las fuerzas reaccionarias y fascistas.
II
Hoy estamos en otra coyuntura histórica pero hay dos factores que permanecen: el capitalismo es hoy (2024), como en 1934, el sistema dominante a nivel planetario y la clase trabajadora sigue siendo el potencial sujeto histórico de cambio, es decir, la única clase social que puede derruirlo. Así se entiende que para las y los marxistas las reflexiones alrededor de Octubre de 1934, y de toda revolución social, no sean un ejercicio académico sino un ejercicio social.
El capitalismo no es hoy (2024) el mismo que existía en 1934. Desde luego que no, el imperialismo capitalista está cada vez más desarrollado, lo que supone, en síntesis, que cada día que pasa la gran burguesía concentra más capital en sus manos y, gracias a esto, más poder mediático. Hoy hay estimaciones que nos dicen que el 1,1% de la población acapara el 45,8% de la riqueza planetaria en activos financieros y no financieros, es decir, en dinero, acciones y propiedades. Así, ese 1,1% de la población sería la propietaria de 208,3 billones de dólares de los 454,4 billones de la riqueza planetaria generada, como no, por la clase trabajadora y los sectores populares. Pero esto no es todo, los principales accionistas de los grandes bancos y de las grandes corporaciones controlan la gobernabilidad de las grandes entidades con un capital que ronda el 20% de las acciones. Pongamos un ejemplo español. La corporación ACS, del IBEX 35, presidida por Florentino Pérez (persona muy conocida públicamente por ser el presidente del Real Madrid) tiene dos grandes accionistas, Rosan Inversiones con el 14,5% de las acciones y Criteria Caixa, con el 9,4%. Así, entre Rosan y Criteria tienen el 23,9% de las acciones lo que les permite controlar el 76,1% de las acciones restantes, la gobernabilidad de los capitales de la corporación desde el consejo de administración. Pero esto aún no es todo, las grandes corporaciones también controlan grandes medios de comunicación (prensa, radio, televisión…) que sirven para alienar a buena parte de la sociedad. En resumen, los grandes capitalistas del 2024 tienen más capital y controlan más capital y alienan más cabezas que en 1934. Por lo tanto, hoy hay más capitalismo que ayer.
Y en el terreno político, ¿el capitalismo hoy (2024) goza de mejor salud que ayer (1934)? Considero que esto lo podemos empezar a dilucidar con dos preguntas: ¿las contradicciones inter- imperialistas que dieron paso a la Primera y a la Segunda Guerra Mundial están superadas o más agudizadas?, ¿las contradicciones sociales que trajeron la Revolución rusa, la revolución española, la revolución china, el mayo del 68, la revolución chilena, etcétera, están superadas o agudizadas? Nosotros entendemos que las fracciones de la burguesía planetaria ni han llegado ni llegarán nunca a un acuerdo definitivo para repartirse las materias primas, los mercados y los avances tecnológicos ni sus sistemas políticos (república, monarquía…) tienen la solución para los problemas sociales de la multitud planetaria porque solucionar los problemas sociales sería secar la fuente de la riqueza burguesa. Por lo tanto, las contradicciones no solo no se han superado sino que se han incrementado por el propio desarrollo del capitalismo lo que supone que la lucha entre el Capital y el Trabajo será cada vez mayor como será cada vez mayor la lucha interimperialista. Y si ayer (1934) el capitalismo tenía las contradicciones generadas por la lucha entre el Capital y el Trabajo a nivel nacional y por las luchas entre imperialismos a nivel planetario, hoy (2024) hay dos factores que no existían ayer: el cambio climático y las armas nucleares. Estos dos factores elevan las contradicciones a la enésima potencia ya que el cambio climático condiciona el desarrollo natural del capitalismo, es decir, la explotación sin fin de los recursos naturales. Por otra parte, hoy una guerra equiparable a la II Guerra Mundial no es posible ya que no es posible llevar hasta sus últimas consecuencias una guerra de desgaste -que la gana quien produce más máquinas bélicas y puede meter más carne humana en la matanza- ya que el que se viera perdedor recurriría al armamento atómico que sería contestado por el adversario lo que llevaría al fin de la propia humanidad.
La clase trabajadora también ha cambiado. Para empezar, hoy la clase trabajadora es mucho más numerosa que en 1934, sólo hay que ver los ejemplos de China, la India y Brasil para hacernos una idea del gigantesco crecimiento de la clase trabajadora, tanto a nivel industrial (proletariado) como en el sector servicios y en la administración. Una vez más debemos recordar -ya lo hemos hecho en otros textos- que trabajadora o trabajador es aquella, aquel, que tiene su salario como la fuente de sus ingresos. No obstante, la clase trabajadora no es homogénea ya que no solo recibe diferentes salarios dependiendo del país en el que viva y del sector en que trabaje sino que también tiene diferentes niveles culturales. Como he dicho en reiteradas ocasiones, es el Partido de la propia clase trabajadora quien la unifica políticamente dándole un horizonte político común y haciéndole ver que es el sujeto histórico de cambio, es decir, la única clase social que puede sacarnos del capitalismo, la única clase social que puede llevar al conjunto de la humanidad por la senda del Socialismo: hermandad entre los pueblos y justicia social planetaria.
Relacionando el pasado con el presente, las dos primeras lecciones genéricas que podemos sacar de Octubre de 1934 son: primera, que el enfrentamiento entre el Capital y el Trabajo continúa y, segunda, que la República de trabajadoras y trabajadores, la democracia social, esto es, el Socialismo, es hoy aún más necesario que ayer -si no queremos que la Humanidad se sumerja en la barbarie antes de extinguirse. Yendo de lo general a lo concreto, las lecciones políticas táctico-estratégicas que podemos extraer para hoy mismo de Octubre de 1934 son, al menos, las siguientes:
-1. Que la clase trabajadora no puede subordinarse políticamente a la pequeña-burguesía democrática porque la colaboración de clases supone su inevitable derrota (el gobierno republicano-socialista, Octubre y la Revolución española ilustran a la perfección la catástrofe política y social que trae aparejada la subordinación política) [hay ejemplos muy cercanos que nos advierten de lo mismo: Syriza, Podemos].
-2. Que la izquierda revolucionaria tiene que tener un gran poder social de convocatoria para poder enfrentar al Capital (en Octubre la clase trabajadora estaba encuadrada en dos grandes movimientos de masas, el socialista y el anarcosindicalista).
-3. Que de existir este gran poder de convocatoria social se repartirá entre varias fracciones políticas (Octubre lo aclara muy bien) [anotar que será muy difícil que en el futuro se dé un Partido como el bolchevique porque un Lenin no nace cada día].
-4. Que hay que tener una teoría del poder, un programa político insurreccional implementado en el momento justo [recordemos: “la insurrección es un arte”] (esta fue la trascendental carencia de Octubre de 1934 y de la Revolución española de 1936).
-5. Que para poder derrotar a la burguesía es imprescindible que todas las fracciones políticas de la clase trabajadora con poder de convocatoria de masas vayan en unidad de acción (el Octubre asturiano es aquí modélico).
-6. Que la República social de trabajadoras y trabajadores, el Socialismo, sólo se conquistará con la unidad de acción de las diversas organizaciones de la clase trabajadora con influencias de masas y sólo se consolidará con la plural democracia obrera (el Octubre asturiano afirma lo primero y sugiere lo segundo).