La extrema derecha sigue creciendo en Europa, a costa de exacerbar el nacionalismo de turno contra la inmigración a la que culpa de los graves y profundos problemas que están sufriendo sus mayorías trabajadoras. Una explicación sencilla para problemas complejos que atacan al malestar de las mayorías sociales despertando sus peores instintos, con discursos de odio que son reproducidos y amplificados por los grandes medios de comunicación. Es una fórmula tan sencilla como efectiva, que está marcando la agenda política de cualquier país de occidente día sí y día también. Ya que el gran éxito de esta estrategia radica en la capacidad de influir directamente en las políticas de los gobiernos de todo pelaje que acaban por asumir el programa en materia migratoria de la extrema derecha.
La ultra-derecha gana en Alemania por primera vez tras la IIGM
En las últimas semanas nos han sacudido los éxitos electorales de la AFD (Alternativa por Alemania). Resultados que ya augurábamos, si nada cambiaba, en el artículo: “Nazis nunca más. Manifestaciones en Alemania contra la extrema derecha».
El 1 de septiembre, en el Estado de Turingia, con casi 3 millones de habitantes, ganó las elecciones con el 32,8% de los votos Bernd Höcke candidato de la AFD y aficionado a utilizar viejos eslóganes nazis, es el líder de la tendencia más reaccionaria de un partido con el que, ¡atención!, no han querido compartir grupo los ultraderechistas de Le Pen, Salvini, Orban o Abascal en el Parlamento europeo. Cabe resaltar que en Turingia había gobernado una coalición de Die Linke (La izquierda), la socialdemocracia y los verdes durante los últimos diez años, aplicando el mismo programa de ajuste social que viene imponiéndose en el resto de Alemania.
El mismo 1 de septiembre en Sajonia, con 4 millones de habitantes, La AFD quedó segunda conquistando al 30,6% del electorado, quedando con un solo escaño menos que la derecha tradicional (CDU). A estos resultados hay que sumar los del pasado 22 de septiembre en Brandeburgo, con más de 2,5 millones de habitantes, donde la AFD volvió a quedarse a escasos votos de arrebatar la victoria al SPD, logrando el 29,2 % de los sufragios.
El verdadero éxito de estas fuerzas políticas, sin embargo, es la capacidad de imponer su programa a los gobiernos de turno
El Gobierno Federal del canciller Olaf Scholz, conformado por socialdemócratas, liberales y verdes, no contento con su política de blanqueamiento del genocidio en Gaza, no ha encontrado un modo mejor de frenar a la extrema derecha que el de aplicar sus medidas en materia migratoria, violando las leyes alemanas e internacionales, para acelerar las deportaciones y cerrar fronteras denegando la entrada, desde octubre del año pasado a más de 30.000 personas en las fronteras terrestres con Polonia, Austria, Suiza y la República Checa. El atentado del 23 de agosto en Solingen, en el que un hombre de origen sirio apuñaló a varias personas, asesinando a tres de ellas en unos festejos y el cual fue reivindicado por el Estado Islámico, ha sido el empujón definitivo que necesitaba el Gobierno para implementar sus políticas racistas. Las cuales ha celebrado Viktor Orbán en su cuenta de X: “Alemania ha decidido imponer estrictos controles fronterizos para frenar la inmigración ilegal. Bundeskanzler Scholz, ¡bienvenido al club!”.
Importantes sectores de la izquierda también abrazan el discurso islamófobo
Lo más preocupante si cabe es que en la última década vienen brotando estos discursos racistas camuflados de obrerismo, que podríamos catalogar de rojipardos, en diferentes sectores de la izquierda por toda Europa. Prueba de ello en Alemania es que el electorado que era incapaz de votar a la extrema derecha ha abrazado el mismo discurso pero desde la supuesta izquierda del BSW, que también ha compartido con la AFD, aunque ambas formaciones solo lo hagan por pura pose oportunista, la denuncia de la sumisión del Gobierno a los intereses de la OTAN en la guerra de Ucrania, lo cual también ayuda a explicar el éxito de sendas fuerzas políticas. La Alianza Sahra Wagenknecht (Por la Razón y la Justicia, BWS) es una escisión de Die Linke (La izquierda), que también ha salido reforzada de las últimas elecciones alcanzando casi el 16% de los votos en Turingia superando por casi tres puntos a Die Linke, que obtendría un 13,1%. El SPD y Los Verdes han naufragado aun más con un 6,1% y un 3,2%, respectivamente. En Sajonia ha obtenido un 11,8%, por encima de los socialdemócratas del SPD (7,3%), de Los Verdes (5,1%) y de Die Linke (4,5%).
Los verdaderos motivos que están detrás del hartazgo de las clases populares en Alemania
Pero los discursos nacional-chovinistas no arraigan en las clases trabajadoras ni en la pequeña burguesía sino existe un caldo de cultivo relacionado con las condiciones materiales de vida de estas capas sociales. La crisis del capitalismo internacional está golpeando de una forma particular a la economía alemana que si encontraba dificultades para competir frente a otras potencias emergentes, su ciega subordinación a los intereses Estadounidenses en la guerra de Ucrania ha disparado los costes energéticos castigando severamente, además de a otros sectores, a su abanderada industria del automóvil que ha descendido el número de automóviles producidos al nivel de los años 90.
Frente a esta situación las políticas de recortes y privatizaciones que vienen aplicando los gobiernos de todos los colores están destrozando la calidad de los servicios públicos y las infraestructuras contrastan con el incremento imparable de los gastos militares. Las empresas por su parte aumentan el grado de explotación, abandonando los Convenios Colectivos (El número de las y los asalariados acogidos a un Convenio ha descendido un 25% en los últimos 20 año) y combatiendo la organización sindical de los y las trabajadoras (menos del 40% de los y las asalariadas trabaja en empresas con órganos de representación de los y las trabajadoras).
La Europa fortaleza, hipócritamente, es incapaz de renunciar al expolio de África y otras regiones del sur global
Porque sí, efectivamente las miles de personas que se juegan la vida en busca de una oportunidad en Europa, vienen huyendo de las guerras, las crisis políticas (más de una decena de golpes de Estado en los últimos 3 años), económicas y ecológicas, que financia, dirige y provoca Europa, entre otras potencias mundiales, para optimizar el expolio de los recursos naturales y la sobre-explotación de sus poblaciones. De acuerdo con las indicaciones del «Panel de Alto Nivel sobre Flujos Financieros Ilícitos de África», el Continente ha estado perdiendo la friolera de más de 50 mil millones de dólares anuales, tan solo en sobrecostes en las importaciones, que habría que sumarlos a los miles de millones robados a través de la fuga de capitales de las industrias, petroleras, mineras, alimentarias, etcétera y la cual conduce a la deuda externa del continente para cerrar el círculo del neocolonialismo.
Pero la última tendencia a la hora de explotar el continente africano, viene de la mano de la industria tecnológica que no se conforma con saquear los recursos naturales esenciales para la fabricación de equipos informáticos, sino que también están explotando a las y los trabajadores del continente en condiciones extremas. Algunas de las innovaciones más pujantes como, la moderación de contenidos en redes sociales o el etiquetado de datos que la inteligencia artificial necesita para su entrenamiento se realiza en Kenia, Uganda o Sudáfrica, por parte de trabajadores y trabajadoras que por la mitad de salario describen durante horas miles de fotografías, que después sirven de base para las máquinas de aprendizaje automatizado.
Combatir el fascismo es atacar las estructuras capitalistas que lo alimentan
Tal y como estamos comprobando no hay cordones sanitarios, ni defensa abstracta de las democracias occidentales que vayan a detener el auge de la extrema derecha, sino todo lo contrario. Al fascismo se le combate a diario desde nuestros centros de trabajo y de estudio y desde nuestros barrios organizando y movilizando a los y las trabajadoras y la juventud, elevando su nivel de conciencia en cada lucha legítima, sin plegarse a los intereses de gobiernos ni burocracias sindicales. Construyendo, en definitiva, una alternativa que ponga en el centro la vida de quienes lo producimos todo frente a los intereses espurios de quienes roban y acaparan todas las riquezas del mundo.