Después de 9 meses de gobierno del PSOE y tras una moción de censura de un PP condenado por corrupción, las elecciones anticipadas eran algo más que previsible, como consecuencia de un parlamento fragmentado y de un gobierno incapaz de gobernar de manera y sin depender de otras organizaciones. La fecha elegida, fruto del cálculo electoral, ha sido el 28 de abril.
Esta nueva cita electoral vuelve a poner sobre la mesa la necesidad de una candidatura anticapitalista y de ruptura, que no genere ilusiones sobre las instituciones sino que ponga en el centro a la calle, la movilización y la autoorganización, y que denuncie no solamente las políticas de recortes y austeridad llevados a cabo por los diferentes gobiernos, sino los límites de la política de concertación social que las direcciones sindicales y organizaciones reformistas llevan a cabo cada día.
Los datos hablan por sí solos. La triple crisis (política, institucional y económica) que se abrió en 2008 no se ha cerrado. Esto se refleja, de un lado, en el hecho de que las condiciones de vida continúan siendo precarias para las y los trabajadores: todavía un 21,6% de la población se encuentra en riesgo de pobreza y exclusión social, siendo el segundo país de la OCDE con más pobres en edad de trabajar; además, la tasa de empleo eventual se sitúa en un 26,8%, mientras la OCDE (!) avisa de la enorme precariedad existente, sustentada en un mercado laboral muy terciarizado (donde la media de salario es la mitad que en la industria) , flexible y en el que la explotación laboral a costa de los derechos de las y los trabajadores es la norma.
Esta precariedad es sufrida especialmente por las mujeres debido la sobrecarga que tienen con los trabajos domésticos y los cuidados, situándose la brecha salarial en un 30%. De esta forma, la pérdida de poder adquisitivo por parte de l@s trabajadores ha sido enorme como demuestra la escasa subida de los salarios (0.1%) frente a una inflación de 1,49% en 2017. Y todo esto mientras los ricos son más ricos y las grandes empresas del IBEX 35 no han dejado de multiplicar sus beneficios.
De otro, en que a la misma vez que nuestras condiciones de vida no mejoran, se ha llevado a cabo una agenda neoliberal por los diferentes gobiernos, que han aprovechado este contexto para seguir redefiniendo las relaciones entre trabajadores y patrones, profundizando en su ya viejo proyecto de establecer un mercado laboral flexible, más precario y con menores garantías, fruto de las reformas laborales llevadas a cabo. Todo esto mientras se ha recortado en servicios públicos y se han gastado más de 60.000 millones de euros en rescatar a la banca. Incluso las más recientes políticas del PSOE, revestidas de un halo progresista, no han cumplido con sus promesas de investidura, siendo sus “viernes sociales” una huida hacia adelante en plena precampaña electoral.
Estos recortes y las políticas de precarización han sido acompañadas estos años de un endurecimiento de la represión, que puede verse en la ley mordaza, la intervención de Catalunya con el 155 y la posterior judicialización del conflicto o el caso de la policía política del PP, expresiones todas ellas del carácter de clase del estado y sus instituciones.
Del mismo modo, ante una crisis a la que la burguesía es incapaz de darle una salida clara, el escenario político se ha fragmentado, con una caída del bipartidismo y el ascenso de nuevas propuestas como Podemos en la izquierda y Ciudadanos, al que ahora se une VOX para fragmentar más el bloque de la derecha, representando a los sectores más reaccionarios de la burguesía y la clase dominante española, que ya no ven en al PP como su principal referencia política. Sin embargo, esta crisis política abierta y el surgimiento de alternativas como Podemos (y sus posteriores coaliciones con IU) no ha supuesto ni un cambio para las condiciones de vida de la gente ni la defensa de políticas que se enfrenten realmente a los intereses de los de arriba.
La enorme ilusión generada por las organizaciones de izquierda alternativas al PSOE, canalizando el descontento mostrado entre los años 2011 y 2014, y los escasos resultados obtenidos para las y los trabajadores ha tenido como consecuencia una gran desilusión y desapego a las instituciones por parte de las clases populares, como muestra el casi millón de votos perdidos en Andalucía en los últimos diez años por las organizaciones de “izquierdas”. A la vez, la entrada de VOX en el parlamento andaluz ha hecho saltar las alarmas sobre el ascenso de la extrema derecha, cuyas posiciones también se dejan ver en las declaraciones del PP y Ciudadanos.
Sin embargo, muchos de los que ahora se echan las manos a la cabeza olvidan que las políticas antisociales son (y han sido) el mejor caldo de cultivo para el crecimiento de estas fuerzas. No es que la sociedad se haya derechizado y que la clase trabajadora esté mirando a VOX ni mucho menos votándole, sino que se sienten hastiadas con las organizaciones de izquierda que recortan, gestionan sus miserias y gobiernan para los de arriba, creciendo por ello la abstención.
Por tanto, esta profunda crisis del sistema capitalista en el estado español continúa presentando una vertiente política e institucional, que facilita y ensancha el cuestionamiento del Régimen del 78, sus instituciones y los partidos que han gestionado la miseria y una salida con la carga y socialización de las pérdidas sobre la clase trabajadora.
Pero, como vemos, la salida de la crisis no está en una vuelta al estado del bienestar ni en la gestión de la miseria, como demuestra la situación de la izquierda en el estado español. Al contrario, la salida para nosotr@s pasa por enfrentarse a los que detentan las riquezas, y por tanto debe ser anticapitalista. Y solo podemos construirla las y los que la sufrimos, las trabajadoras y trabajadores, los y las jóvenes y los sectores populares.
Nunca nos han regalado los derechos que tenemos, sino que los hemos conseguido con nuestra lucha, organización y movilización. En el momento en que la patronal necesita aumentar sus beneficios nos son arrebatadas estas conquistas, y así será hasta que le demos la vuelta a este orden de cosas, hasta que logremos romper con este sistema que finalmente produce crisis, paro y precariedad y construyamos una alternativa de ruptura donde seamos los y las trabajadoras las que tomemos las decisiones sobre nuestro presente y futuro. No hay otra manera de cambiar la sociedad, acabar con las opresiones y desigualdades y frenar a los discursos y las políticas clasistas, reaccionarias, homófobas, machistas, racistas y xenófobas.
En definitiva, Izquierda Anticapitalista Revolucionaria IZAR somos conscientes de que es necesario y urgente plantear una alternativa política, económica y social a la izquierda del reformismo. Creemos ineludible que en la próxima cita con las urnas hay que señalar que el cambio no vendrá como maná de las instituciones y de las falsas ilusiones que nos proponen, una vez más pero con la boca más pequeña, que es posible hacer girar a la izquierda al PSOE con el peso de los votos.
Con un decreto ley no vamos a parar las políticas capitalistas sino que eso solo se conseguirá a través de la autoorganización de la clase trabajadora y la juventud. Al contrario, pensamos que estas elecciones nos tienen que servir para dar voz a las luchas de las calles y para impulsar la movilización. Nuestro objetivo es impulsar una alternativa que ponga encima de la mesa la necesidad de enfrentarse a los intereses de los capitalistas, de la Troika, en definitiva de todos aquellos que han seguido acumulando las riquezas haya o no crisis. Una alternativa que no dude en situarse claramente en defensa de los intereses de la clase obrera, en vez de erigirse como un árbitro que pretenda quedarse entre dos aguas.
Por ello, IZAR acudimos a estas elecciones generales con un programa claro de urgencia social para los y las trabajadoras y la juventud que visibilice una alternativa nítidamente de clase, en que la brújula se sitúe 100% en el conflicto social de la mano de las kellys y el sector de la hostelería contra la patronal que explota y no cumple el convenio, con los docentes interinos autoorganizados y en huelga por su estabilidad laboral en la escuela pública, las y los pensionistas gobierne quien gobierne, a las miles de mujeres trabajadoras que se movilizan cada 8 de marzo y los y las migrantes que sobreviven en los CIEs tras desgarrarse en la valla de Ceuta y Melilla, quienes siguen parando con sus propios cuerpos los desahucios cuando la banca llama a su puerta, con la resistencia en empresas como Alcoa, etc.
El programa que defendemos no es un programa de gobierno dentro de los estrechos márgenes de las instituciones capitalistas sino un programa de ruptura con el sistema, que se imponga con la organización y la movilización sostenida de la clase trabajadora. No es posible frenar los recortes, aumentar los salarios, acabar con la precariedad, etc., sin romper con los mandatos de FMI, BCE y UE, organizaciones al servicio del capitalismo que tienen un fin muy claro: seguir asfixiando a los y las trabajadoras (aún más a nosotras) y seguir destruyendo el planeta para perpetuar sus beneficios.
Un gobierno que no se enfrente a sus dictámenes será una mera correa de transmisión de estas organizaciones criminales y nunca estará al servicio de la gente. Un programa para frenar la crisis y construir otra sociedad no puede encorsetarse dentro de la política de concertación social, del diálogo y la legalidad porque todos ellos son instrumentos para seguir explotándonos y oprimiéndonos; debe ser un programa de ruptura con este sistema y por tanto construido en base al activismo, el sindicalismo combativo y la militancia.
Por eso, el programa de IZAR es un programa de lucha, que trata de aunar las reivindicaciones de todos los sectores que vienen peleando desde el comienzo de la crisis. Pensamos que todas esas peleas deben confluir y luchar entendiendo que dentro del sistema capitalista solo son posibles las mejoras temporales y parciales, que la crisis las está haciendo desaparecer por completo y que no hay otra salida que derribar el capitalismo y construir otra sociedad.
Cambiar nuestras vidas no pasa por el número de escaños que se obtengan para influir en el BOE, sino inevitablemente por imponer mediante la movilización llevar a cabo otro reparto de las riquezas y asumir una política que beneficie a quienes antes de la crisis pagábamos con explotación los privilegios e intereses de quienes no dejan de enriquecerse: los capitalistas. Hay que decirlo claro: nuestras vidas valen más que sus beneficios. El 28 de abril, como el día de antes y de después, seguiremos en las calles y en los centros de trabajo y estudio