LEJOS DEL MITO, LA REALIDAD DEL FRENTE POPULAR. NO AL FRENTE POPULAR, SÍ A LA UNIDAD EN LA LUCHA

A raíz de la formación de un nuevo Frente Popular en Francia, traemos a este dossier una traducción de un texto elaborado por Lydie Grimal, militante del NPA Révolutionnaires, en la que reflexiona sobre el balance de la experiencia del Frente Popular de 1936 en Francia.

Durante las concentraciones que tuvieron lugar en todas las ciudades de Francia a raíz de la disolución del Parlamento por parte de Macron, una consigna fue particularmente correada: “Nosotros/as lo que queremos, es el Frente Popular”. Si es fácil comprender el temor que han podido sentir numerosos manifestantes con respecto al riesgo de ver a la extrema derecha acceder al gobierno así como, por tanto, las ganas de unirse frente a ese peligro, hay que recordar sin embargo lo que fue verdaderamente el Front Populaire de 1936 y cuál fue su balance.

Cuando la peste negra se propagaba por Europa…

Los años entre la primera y la segunda guerra mundial vieron como la extrema derecha accedía al poder en numerosos países de Europa. En primer lugar con el fascismo italiano de Mussolini, a partir de 1922. En Alemania, el aumento del partido nazi se dispara después de la crisis de 1929 sacando provecho del desamparo de la población sumergida en la miseria y con millones de huelguistas. La gran burguesía lo financió generosamente para hacer campaña en todo el país. Hitler fue nombrado canciller en enero de 1933.

En Francia, la extrema derecha se refuerza también, bajo la forma de asociaciones de antiguos combatientes como los Croix-de-Feu u otras ligas fascistas como la Action française de Charles Maurras y sus tropas de choque, los Camelots del rey, o las Jeunesses patriotes, cuyo jefe y gran financiero era el productor de champán Pierre Taittinger. Las ligas llevaron a cabo una agitación anti obrera, antisemita y anti parlamentaria, aprovechando todos los escándalos de la época para desacreditar la IIIª República.

Los disturbios del 6 de febrero de 1934

El despido de Chiappe, responsable de la policía, particularmente favorable a la extrema derecha, por parte del gobierno, desencadena unos disturbios. Decenas de miles de manifestantes, antiguos combatientes y miembros de las Ligas, convergen hacia la Concorde tratando de ocupar el Parlamento. Culpan a los “metecos”, a los bolcheviques, a los judíos, a los francmasones y a la República que apodan “la prostituta”. Habrá 20 muertos y 2500 heridos. La República no será derribada, pero el gobierno dimite. Por primera vez, Francia aparece confrontada al peligro fascista, como en otros países de Europa. Es un verdadero shock para la clase obrera, la cual va a responder expresando su aspiración a la unidad.

¿Frente popular o Frente único?

El movimiento obrero está efectivamente dividido. Tras el congreso de Tours en 1920, existen dos partidos obreros, la SFIO (que se convertirá más tarde en el Partido Socialista –PS) un partido abiertamente reformista, y el Partido Comunista (PCF), formado por militantes que se habían agrupado en torno a las perspectivas de la Revolución rusa. Pero, a consecuencia de la degeneración de la URSS, ese partido se acabaría estalinizando rápidamente. Las organizaciones sindicales de la clase obrera están también divididas, entre la CGT, próxima a los socialistas, y la CGT-U, formada por militantes próximos a los comunistas, que fueron expulsados de la CGT. Esas organizaciones harán un llamamiento para que se responda a los disturbios del 6 de febrero de 1934 de manera desordenada, suscitando de ese modo la indignación de sus propias bases. La aspiración a la unidad es tan fuerte que el Partido Comunista debe unirse a la manifestación del 12 de febrero convocada por los socialistas. En París, los dos cortejos desfilan de manera separada pero convergiendo en la plaza de la Nación, bajo el impulso de los propios manifestantes que cantan “Unidad de acción, unidad de acción”.

Y es que está muy claro que todos los militantes obreros deben unificarse en la lucha frente al peligro fascista, pero una lucha de clase que nada tiene que ver con la unión electoral que será propuesta por el Frente Popular. En ese sentido Trotsky defendió la consigna de “Frente único”, que habría podido contener al nazismo en Alemania. Un frente único acordado sobre la base de reivindicaciones comunes a toda la clase obrera que habría organizado huelgas y manifestaciones, pero también milicias obreras de auto defensa frente a las milicias fascistas. En lugar de eso, el Partido social demócrata y el Partido comunista alemán permanecieron opuestos en el marco de una lucha fratricida, la lucha contra el “social fascismo” siendo ésta la prioridad de los estalinistas. Pero en 1934, las preocupaciones de Stalin cambian: frente a un posible ataque de la Alemania nazi a la URSS, éste busca ahora aliados en las democracias burguesas como Francia e Inglaterra. En 1935, Stalin y Laval firman un pacto de asistencia mutua. Es ese viraje de 180º el que explica la integración del Partido comunista en una alianza electoral que reagrupó a la SFIO y al Partido radical. Durante un mitin común, todos juran “permanecer unidos para defender la democracia”, se canta la Internacional y la Marsellesa, la bandera tricolor se mezcla con la bandera roja…

La huelga general después de la victoria electoral

Es por tanto ese Frente popular el que gana las elecciones legislativas del 26 de abril y del 3 de mayo de 1936. La campaña electoral se desarrolló en el marco de un aumento de la combatividad obrera, con numerosas huelgas, y es sobre todo el Partido comunista y en menor medida, el Partido socialista, las organizaciones que ven sus escaños progresar, mientras que los resultados del Partido radical se desploman. El aumento en la izquierda es espectacular al igual que lo es la ausencia de confianza ciega en el programa de esa izquierda: a penas acabadas las elecciones, obreros y obreras se ponen en huelga, sin dejar tiempo para que León Blum constituya su gobierno.

La huelga empieza el 11 de mayo en la fábrica de Bréguet en Le Havre, en el sector de la aviación. Los trabajadores reclaman la reintegración de dos militantes despedidos por hacer huelga. Dos días más tarde, los obreros de Latécoère se ponen en lucha por las mismas razones. Las huelgas se extienden en las empresas de la metalurgia en la región parisina. La huelga general se extiende rápidamente al conjunto del país, y a todos los sectores, hasta los y las dependientes de los grandes almacenes parisinos. Por primera vez en la historia del movimiento obrero en Francia, los trabajadores ocupan sus centros de trabajo, tomando posesión simbólicamente.

Un Frente popular para detener la huelga… y posteriormente para organizar la marcha hacia la guerra

Formado el 4 de junio, el gobierno del Frente popular hace lo posible para detener las huelgas. Con, en primer lugar, poco éxito, ya que es justo después de los acuerdos de Matignon el 8 de junio, que la huelga general es la más fuerte. Los dirigentes de la CGT, al igual que los del Partido comunista, hacen todo lo posible por convencer a los y las trabajadoras de retomar el trabajo. Es en ese momento que Maurice Thorez, secretario general del PCF, pronuncia su famosa frase: “Hay que saber terminar una huelga cuando se ha conseguido satisfacción”. Patrones y gobierno deben ceder en varias ocasiones para convencer a los huelguistas que retomen su puesto de trabajo. En primer lugar con los acuerdos de Matignon, los cuales reconocen el derecho sindical, la instauración de delegados de personal elegidos y un aumento salaria del 7 al 15%. Y en segundo lugar, en el Parlamento, con el voto de las leyes sobre las vacaciones pagadas y sobre la limitación a 40 horas semanales de trabajo. Y por último, en numerosas fábricas, en las que sector por sector, los huelguistas consiguen mucho más que lo que se estaba negociando en los acuerdos de Matignon.

Las conquistas sociales se deben por tanto a la huelga general y no al gobierno del Frente popular, que hizo todo lo posible para detenerla. Además, este gobierno va a convertirse en el leal gestor de la sociedad capitalista y evolucionar cada vez más a la derecha, conforme se vaya acercando la guerra. Blum empieza rechazando cualquier intervención francesa en España, mientras las tropas franquistas, apoyadas por la Italia fascista y la Alemania nazi, masacran a los trabajadores españoles. En Francia, todos los avances sociales son rápidamente destruidos: a partir de 1937, los salarios caen con respecto a la inflación y Blum habla de “pausa” para referirse a las reformas sociales. Debe dimitir en junio, vencido por el “muro del dinero”, el poder de los capitalistas, que nunca trató de cuestionar. El gobierno, dirigido ahora por los radicales, gira hacia la derecha. En 1938, los decretos leyes Reynaud-Daladier ponen en tela de juicio la ley de las 40 horas en nombre de la prioridad a la defensa nacional. Los diputados votan el bloqueo de los salarios durante seis meses. La última actuación de la cámara de los diputados elegida en 1936 será el voto por los plenos poderes a Pétain, el 10 de julio de 1940, propulsando al poder en el marco de la derrota frente a Alemania, esa misma extrema derecha que la clase obrera había logrado repeler gracias a sus movilizaciones entre 1934 y 1936.