El pasado 22 de abril, el “Local de la Ribera”, un espacio ya emblemático de los movimientos sociales granadinos, que acaba de cumplir catorce años, amanecía vandalizado con pintadas fascistas. Más concretamente, podía leerse la tristemente conocida frase que se colocaba a la entrada de los campos de concentración nazis: “Arbeit Match Frei” (“el trabajo os hará libres”).
No es de extrañar que los fascistas, aquellos que sirven a los intereses de los de arriba, con una ideología racista, xenófoba, machista y clasista, ataquen a aquellos y aquellas que luchan, ya que imponer el miedo es su método. Y entre la gente que se moviliza contra las opresiones, la explotación, los desahucios y la violencia de los patrones, banqueros y el Estado, se encuentra el “Local de la Ribera”.
Espacio siempre disponible para el barrio y más allá, punto de encuentro para el debate, y la acción, no ha pasado ni una sola vez en estos catorce años que el colectivo que da vida a este espacio social haya estado en el lado equivocado de la trinchera: autoorganización, lucha, solidaridad e independencia de clase han sido sus señas de identidad y base para una práctica cotidiana atravesada por la coherencia.
Los que han atacado las paredes del local entienden todo eso muy bien. El fascismo y la extrema derecha suelen tener una enorme virtud: saben a qué clase social defienden, es decir, a los de arriba, a los patrones, a los caciques, a los señoritos. Y, por ende, también saben a quién tienen que atacar: a las y los que luchan, a los que se enfrentan a este sistema. Por ello, no hay mayor falsedad que cuando se dice que los extremos se tocan, como pueden estar pensando algunos: ¿Qué tendrá que ver alguien que pelea contra os desahucios, que acampa contra el genocidio palestino o que se concentra frente a un hotel con esos que solos quieren a las mujeres sumisas, a los trabajadores amedrentados o a los migrantes deportados? Evidentemente, nada.
No obstante, que nadie se confunda. En este viaje, las y los compañeros del “Local de la Ribera” no estarán solos, ya que no nos amedrentan ni nos amedrentarán. Es normal que los de arriba, a pesar de tenerlo todo a su disposición, no puedan dejar de sentir el miedo a que l@s de abajo se autoorganicen, y por tanto, que el fascismo intente asustarnos para que nos rindamos. Por eso, aquell@s que luchamos también tenemos que defendernos, ya que no lo hará nadie más. Y para ello es necesaria la solidaridad y la construcción de respuestas colectivas.
De esta manera, la mejor forma de vencer al fascismo es demostrarle que sus ideas no caben en nuestros barrios, centros de trabajo, universidades o institutos. Enseñarles que no nos tragamos sus falsas promesas, sus mentiras y sus atajos que no llevan a ninguna parte, ya que solamente buscan dividirnos: a hombres contra mujeres; a una clase obrera nacida aquí contra otra nacida más allá pero que viene a buscarse la vida; a trabajadores de un sector contra otro. Dividirnos para que puedan gobernarnos y explotarnos con mayor facilidad.
Para demostrarles que no tienen sitio, es necesario que nos movilicemos, de manera amplia, incluyendo a organizaciones política, sindicales, colectivos y movimientos sociales. Movilizarnos diariamente para cambiar nuestras vidas, gobierne quien gobierne y entendiendo, como hacen ellos, cual es nuestra clase y cuáles son sus intereses. Y, cuando se dan hechos como esas pintadas o ataques de otra índole, construyendo movilizaciones unitarias que muestren que no tenemos miedo y pongan sobre la mesa una simple idea: contra el fascismo, ni un paso atrás.