GANA MILEI: UN COMBUSTIBLE DE RABIA SOCIAL Y DESCRÉDITO DA ARGENTINA A LA ULTRADERECHA

La clase trabajadora argentina llegó el domingo 19 de noviembre al balotaje presidencial más incierto en décadas pero no tanto con la respiración contenida como los medios señalaron: el peronista Sergio Massa, el último instrumento de defensa ante el experimento de Milei, cayó con un 44% ante una ultraderecha que amenaza el consenso liberal pero también el de los DDHH ante el saldo de desaparecid@s por dictadura más alto y cuya condena había sido unánime hasta ahora, con casi un 56% de votos.

El candidato Massa representaba básicamente un escudo nada ilusionante de continuidad ante el orden regente de macrismo-kirchnerismo: hombre del sistema, ministro de Economía que ha dejado Argentina con una inflación del 142% en el gabinete de Alberto Fernández. No representa a la izquierda ni a la derecha clásicas pero conecta con ese viejo y tradicional aparato peronista forjado en relaciones sólidas con los sindicatos y constructor de lo más parecido a un estado del bienestar en la región.

Javier Milei, el “candidato libertario” de la motosierra, ha reivindicado siempre en campaña el menemismo, la etapa más neoliberal de Argentina, y promueve una dolarización de la economía y una ola de privatizaciones, reformas estructurales y ataques contra los derechos feministas y LGTBI. Semejante espacio político solo pudo ganar por el apoyo de Macri y Bullrich que lo hicieron por el voto de descontento contra un gobierno de ajuste. El peronismo clásico ha puesto en bandeja el triunfo a la reacción: la primera vez desde 1983 que se niega en la Casa Rosada las 30.000 desapariciones de Videla.

Con esta victoria en cierta manera predecible por la progresiva derechización debido al hastío y corrupción y una juventud para quienes la “casta política” era sinónimo de perpetuar crisis y precariedad, el sistema político de Argentina ha sufrido un duro varapalo. Sin embargo La Libertad Avanza tendrá dificultades de implementar su programa: no tiene mayoría en el Congreso ni gobernadores en las provincias y tendrá una ferviente oposición en las calles de casi la otra mitad del país y los sindicatos.

La implementación de la dolarización, eje central de la plataforma electoral “libertaria” en materia económica, es un interrogante. Los analistas ponen en duda la practicidad y los efectos que podría traer, como un repunte de la inflación y una depreciación del peso. Javier Milei avanzó en su discurso la noche electoral que “no hay lugar para el gradualismo, no hay lugar para la tibieza, no hay lugar para medias tintas”, dando así un claro mensaje de los cambios estructurales de ajuste en shock que pretende llevar adelante.

La enorme paradoja del triunfo anarcocapitalista, pues tal resultado es un ejemplo de la crisis del capitalismo argentinos, es que el candidato que se autoproclama como líder anti-casta es el mejor producto de esta y ha sabido explotar el voto-bronca que marcó la segunda vuelta. Los gobiernos peronistas en efecto han sido un arma de destrucción social y han gobernado para la patronal y la burguesía: l@s trabajador@s argentin@s han perdido el 46% de su poder adquisitivo desde 2016. Milei, concentrando la base electoral reaccionaria, apeló a otros sectores medios tradicionalmente peronistas.

La urgente incógnita será si la calle, ocupada por la clase trabajadora y sus organizaciones, independientes del peronismo que representan Massa y su familia política, serán el auténtico y decidido freno para las políticas de desregulación social y ataques a los derechos reproductivos y sexuales (tocar el reconocimiento al derecho al aborto supondría una declaración de guerra del movimiento feminista tan combativo).