Este artículo tiene como objetivo poner sobre la mesa la actualidad del Programa de Transición de L. Trotsky y entenderlo a día de hoy como un método de intervención, entendiendo método como la hoja de ruta para conseguir un doble objetivo: aumentar el nivel de conciencia de la clase trabajadora y la juventud; y alertar de las falsas ideas proclamadas por organizaciones reformistas de que podemos vivir bajo el capitalismo de una manera más digna que la actual (no hay capitalismo verde; no hay capitalismo sin machismo; no existe el capitalismo sin opresión por el lugar de nacimiento).
El Programa de transición para ayer y hoy
Frente a los que se cuestionan si la forma de luchar contra el sistema capitalista es de manera etapista (“primero consigamos pequeñas victorias, después ya veremos eso de cambiar de sistema”) o los que opinan que se puede vivir de manera más digna dentro del sistema si hay una buena gestión (“el problema es de quienes nos gobiernan; tomemos las instituciones para hacer políticas sociales”) estamos los que nos preguntamos cómo podemos hacer para que la clase trabajadora y la juventud, que somos la mayoría social, podamos romper con este sistema que conforma una sociedad donde unos pocos explotan a esa mayoría social. Sin embargo, ni el explotado sabe siempre que lo está, ni el enemigo está siempre tan claro. Es por eso, que la primera tarea que tenemos es la de reestructurar la conciencia de clase.
Entre otras cuestiones, Trotsky se plantea que el programa de transición debe implicar una superación de la división establecida hasta el momento entre programa mínimo y programa máximo que es lo que ha defendido tradicionalmente la socialdemocracia. En palabras de Trotsky, había que “superar la contradicción entre la madurez de las condiciones revolucionarias objetivas y la inmadurez del proletariado y su vanguardia” pero esto no iba a poder realizarse bajo el programa de mínimo y máximo.
El programa de mínimo venía a ser eso por lo que se lucha diariamente, las reclamaciones inmediatas (por ejemplo, el aumento de salarios). Y por otro lado, el programa de máximo, la meta final: la llegada del socialismo. Pero verdaderamente no había ninguna relación entre ese programa de mínimo y el máximo, es decir, que con llevar a cabo el programa de mínimo no trabajabas en pos del programa de máximo porque no siempre hay una vinculación entre uno y otro. Cuando se pelea contra los despidos y por el aumento de salarios… ¿podríamos decir que estamos aspirando al reparto de la riqueza, por ejemplo? Dependerá pero lo que está claro es que será difícil aumentar el nivel de conciencia solo con la lucha de los despidos. Hay que generar un puente más evidente entre las peleas cotidianas y la ruptura con el capitalismo. En muchas ocasiones la defensa de esas reivindicaciones genera conflictos entre migrantes o autóctonos, mujeres y hombres, jóvenes y mayores, porque el propio sistema se ocupa de generarnos un prejuicio hacia el parado, una creencia de que hay trabajos de hombres o de mujeres o que el migrante viene a quitarte el trabajo…Es por eso que en el programa de transición lo que se plantea ante, por ejemplo, el problema del paro la “escala móvil de salarios y horas de trabajo”, es decir, que las horas de trabajo se distribuyan entre todos los trabajadores para combatir el desempleo y reducir la jornada laboral sin reducción salarial. ¿Es posible conseguir esta reivindicación? Es evidente que los capitalistas no pueden asumir la pérdida de beneficio (beneficio extraído de la explotación). Pero plantear la consigna de transición genera la contradicción con el sistema, unifica a la clase trabajadora (mujeres, parados, explotados o inmigrantes) y consigue dar saltos políticos hacia nuestro programa de acabar con el capitalismo puesto que aumenta el nivel de conciencia y hace girar hacia políticas de ruptura con el capitalismo. Y esto es así porque la clase trabajadora se empieza a mover para pelear por lo suyo, y con ello, vive en sus propias carnes las dificultades impuestas por el sistema simplemente porque algunos no quieren perder privilegios; y por otro lado, las medidas transitorias chocan con los intereses de los capitalistas, por tanto, se oponen. Eso provoca un desenmascaramiento y una claridad absoluta de que nuestra clase no es la misma que la suya.
El programa de transición como forma para reconstruir la conciencia.
Un ejemplo llevado a la práctica de una reivindicación transicional relativamente reciente sería el caso de un buque de carga saudí que en 2019 tenía que hacerse con una entre de armas francesas fue desviado en el Havre y posteriormente bloqueado por los estibadores italianos de Génova. Los trabajadores demostraron de ese modo su rechazo a ser cómplices de las entregas de armas a una dictadura sanguinaria, que, sin ninguna duda, las utiliza en la terrible guerra civil de Yemen. También demostraron lo que significa la fuerza de la clase obrera y de su capacidad para bloquear y controlar los intercambios.
Una buena lección que debería de haber aprendido un año antes Kichi, el alcalde de Cádiz, militante de Anticapitalistas, que sin embargo hablaba de “elección imposible” entre 6 000 puestos de trabajo en los astilleros de su ciudad para armar corbetas de guerra saudí o el rechazo a respaldar dicho armamento…
Muchos han sido los que han criticado que el Programa de Transición porque, o bien no conecta con la clase trabajadora o bien porque es demasiado irrealizable.
Bien, ante la primera afirmación ¿realmente no apela a la clase trabajadora que habría que rechazar la fabricación de armamento para guerras criminales en lugar de reorientar ese puesto de trabajo para otro objetivo? Pensar esto es no creer en la humanidad. Sin embargo, evidentemente, hay que pelear por las alternativas laborales porque no se puede elegir entre “susto o muerte”. Cuando en el Programa de Transición se habla de un puente que “partiendo de las condiciones actuales y de la conciencia actual de amplias capas de la clase obrera debe llevar a una sola y misma conclusión: la conquista del poder por el proletariado”, Trotsky no está diciendo que de repente la clase trabajadora va a llegar a la conclusión de la toma del poder, sino que todo el programa está pensando para, a través de la experiencia, se aumente el nivel de conciencia, y por ende, la convicción de acabar con el capitalismo.
Por otro lado, respecto a la crítica de que llevar a cabo medidas transicionales como las que propone Trotsky en el programa de transición son irrealizables es una evidencia. Todo el trasfondo del Programa de Transición es pensar en cuáles son los problemas que les preocupa a la clase trabajadora y poner el enfoque en cómo vamos a hacer para ponernos en movimiento para conseguir revertir las situaciones que genera este sistema y nos preocupan. Estas cuestiones que nos preocupan no son propias de un mundo idílico sino propias del sentido común: posibilidad de trabajo para todos; no a la guerra; no a la destrucción del planeta; no a explotación infantil…De estas preocupaciones, aparecen las medidas transicionales. Y evidentemente que están en contradicción con el sistema y difíciles de arrebatar victorias pero es lo único que hará hacer avanzar el nivel de conciencia para acabar, así, con este sistema opresor y explotador.
No existen fórmulas mágicas: hay que aprovechar todas las brechas que este sistema genera para ponernos en movimiento y luchar contra el sistema. Los y las que estamos convencidos de esto, tenemos la responsabilidad de pensar en la estrategia más útil para conseguir nuestros objetivos. Hablar hoy del Programa de Transición es hablar de una práctica que nos ayude para esto.