Tras dos semanas de negociaciones, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2024, la COP29, cierra el programa preparado por el capital internacional para los próximos años con pasos atrás en mitigación y adaptación y con los pequeños estados isleños abandonando la sala de negociación, inconformes con los compromisos en materia de financiación.
Empresas, lobistas y sus representantes políticos a nivel internacional se han reunido de nuevo en un petro-estado autoritario, esta vez Azerbaiyán –causante de la limpieza étnica y actos genocidas hacia el pueblo armenio–, para abordar la enorme amenaza climática y ecológica que enfrenta la humanidad en un año que está siendo el más caluroso desde que hay registros y el primero en situarse por encima de 1,5 ºC de calentamiento con respecto a la época preindustrial (objetivo a no sobrepasar buscado en un Acuerdo de París y adoptado en la COP21 de 2015), después de dos décadas con los diez eventos meteorológicos más letales científicamente vinculados a la crisis climática que han provocado la muerte de más de medio millón de personas, un contexto en el que las emisiones de CO2 alcanzan un nuevo máximo global y en el que se intensifican temporales, sequías, incendios, inundaciones masivas, etc. y unas semanas después de la victoria de Trump en Estados Unidos.
Cumbre financiera.
Así como en la COP28 el debate central fue sobre el abandono de los combustibles fósiles, en la de este año las discusiones han girado en torno a la financiación. Para ello, la herramienta de la que se sirven las potencias implicadas es el Fondo Verde para el Clima, como parte de un intento de mantener el control sobre la transferencia de recursos y asegurar que estas sirvan a los intereses de los distintos bloques imperialistas. Este mecanismo, gestionado por el Banco Mundial a pesar de la desconfianza de los países del Sur global por su participación histórica en la industria fósil, su supeditación a las grandes potencias y su base en un modelo de préstamos ejemplifica la financiarización cada vez más descarada a la que se someten las políticas “verdes” bajo el capitalismo. De ahí que la respuesta social se haya centrado en la campaña #PayUp, a favor del financiamiento de los países ricos hacia los empobrecidos. Respuesta duramente reprimida donde más de trescientos activistas y periodistas han sido detenidos durante los meses previos a la cumbre. Por supuesto, la presidencia azerí desde el comienzo de la COP se ha visto claramente inclinada hacia los intereses del lobby de los combustibles fósiles, dada la clara interdependencia del Gobierno de Azerbaiyán con el negocio petrolero.
Pese a que el acuerdo final incluye una triplicación del fondo actualmente dispuesto, la realidad es que supone muy poco compromiso adicional de financiación, ya que, considerando la inflación anual, la cifra propuesta sería estática, es decir, no aumentarían con el paso del tiempo y con la inflación.
Papel de la burguesía española
Solo unas semanas después de la tragedia de la DANA y habiéndose presentado un informe en la COP29 sobre la intensificación de los impactos climáticos en los países del Mediterráneo, la representación española en esta cumbre del clima incorpora a los mismos causantes de la crisis climática que provocan estos desastres: Iberdrola, Moeve (Cepsa), Naturgy, Inditex o BBVA (uno de los bancos españoles que más financia proyectos de combustibles fósiles y deforestación), son algunos de los participantes que aseguran que la agenda ambiental siga protegiendo sus intereses. El sector turístico, muy cuestionado en el Estado español recientemente al calor de la lucha por la vivienda, también ha estado presente en la COP29 de la mano del Grupo Iberostar o Balèaria. Por otra parte, en el contexto de escalada militar que acontece Europa, cabe destacar que, en el Estado español, las emisiones militares de gases de efecto invernadero ni se declaran ni se contabilizan. La industria militar, causante de la misma crisis medioambiental y energética que califica como “amenaza”, además refuerza sus capacidades militares para asegurarse todas las materias primas que necesita.
En cuanto al Gobierno, en este contexto marcado por la DANA y la COP29, se ha anunciado la sustitución de Teresa Ribera como ministra de Transición Ecológica para ir de la mano de Meloni y Orbán en la Comisión Europea, donde continuarán las concesiones a la extrema derecha y la patronal en materia ecológica y ambiental. Por otra parte, Sánchez demuestra una vez más su papel como representante político del capital energético y de esta burguesía presente en la cumbre, afirmando que “No se necesitan medidas drásticas, no tenemos que renunciar a la abundancia ni volver a la edad de piedra: tenemos que transformarnos, cambiar la forma en que nos movemos, generamos riqueza y nos relacionamos con el planeta”. Aquí el presidente del Gobierno resume claramente el proyecto reformista verde, donde se apuntaría a una transición ecológica, minimizando los impactos ambientales del capitalismo y disminuyendo el uso de recursos no renovables, mientras se mantiene un crecimiento económico adecuado y algo de bienestar social. Sin embargo, sabemos –y saben– que en cualquier caso obtendremos un empeoramiento del nivel de vida, un endurecimiento de la represión y control social y, por supuesto, una agudización de los impactos ambientales. Ya podemos ver cómo a los ecologistas que llevan años organizándose en torno a esta lucha en el Estado español, se les ha ridiculizado mediáticamente, criminalizado y perseguido judicialmente hasta el punto de que dos de estas organizaciones (XR y FV), en la memoria anual del año pasado, la Fiscalía incluye sus acciones dentro del capítulo dedicado al terrorismo y los califica de “amenazas”.
Conclusiones
Los Estados del centro capitalista, responsables históricos de la crisis climática, vuelven a demostrar que la crisis climática solo les importa en tanto que puedan hacer rentable la “transición ecológica” por encima de nuestras vidas. Aun con las migajas en materia de financiación hacia los países del Sur global, y por mucho que la campaña #PayUp adopte reivindicaciones ambiciosas, estas fórmulas mantienen intactas las lógicas imperialistas que explican la actual división internacional del trabajo y perpetúan la dependencia de estos países empobrecidos que, por supuesto, seguirán sufriendo los impactos climáticos.
Que cada año quede obsoleta la cumbre anterior, así como todos los intentos capitalistas de abordar la emergencia climática, evidencia la farsa de la transición a una vía “verde” dentro de los horizontes capitalistas, por lo que en ningún caso la necesaria urgencia por mitigar los impactos ambientales debe llevar a postergar la ineludible tarea de pensar qué hacer ante la falsa “transición ecológica” de los capitalistas. La tarea de pensar en cómo avanzar hacia la sociedad sin clases, el comunismo –que debe suceder al capitalismo–, no solo como una sociedad libre de explotación, sino también como una sociedad en la que los seres humanos organicen conscientemente su metabolismo con la naturaleza.