En este dossier traducimos un artículo escrito por Jean-Baptiste Pelé, militante del NPA-Révolutionnaires, para abordar todo aquello que es necesario para entender qué es Hezbollah. Para ello, explicaremos cuál es su origen y su desarrollo, sus características como organización y su papel no solo contra el estado sionista de Israel, sino también en la lucha de clases libanesa.
En marzo de 1979, en Irán, sólo unas cuantas semanas después de la llegada al poder del ayatolá Jomeini, el cual se hacía con un país en el que la dictadura del Sha había sido derrocada por una revolución y establecía su propia república islámica, unas manifestaciones feministas y de partidos de izquierda fueron atacadas por religiosos y por franjas de la juventud fiel a la línea del nuevo jefe del Estado al grito de: «Sólo hay un partido, el partido de Dios.» Esos militantes fueron rápidamente apodados hezbollahi, del árabe «partido de Dios» (ḥizbuAllāh) (aunque el árabe no sea la lengua oficial de Irán).
El movimiento islamista que tomó el poder en Irán (después de lograr recuperar a su favor el ejército del régimen caído del Sha), no es el primer movimiento político religioso en Oriente Medio: la monarquía saudí se apoya desde su nacimiento en el clero wahabita, el movimiento de los Hermanos musulmanes egipcio nació en 1925 y se difundió en gran parte del mundo árabe mucho antes de los años 70. Pero la familia real saudí sigue siendo un elemento diferenciado del clero. En cuanto a los Hermanos musulmanes, se han conformado con encarnar un contra poder con el fin de limitar las derivas «anti-islámicas» de la sociedad, ocupando en ella un lugar mediante sus mezquitas, sus obras sociales (y unos bancos islámicos), sin tener medios para pretender al poder en ese Egipto en el que una revolución nacionalista dirigida por Nasser logró derrocar en 1952 la monarquía ligada al imperialismo británico. Los Hermanos musulmanes sólo tuvieron el poder de manera momentánea (poco más de un año) cuando el ejército se lo concedió para atajar mejor la revuelta social de la primavera árabe de 2011.
La revolución iraní, recuperada por religiosos de la rama chiita del islam, marcó por tanto un giro para la región en la medida en la que, por primera vez, el clero tomó y ejerció por sí mismo el poder, cabalgando una revolución popular. Este acontecimiento tiene que ver con la emergencia de las corrientes políticas que se reclaman de la religión musulmana en países vecinos, como por ejemplo el Hezbollah libanés.
1982-1985: nacimiento en plena guerra civil y guerra de influencia
En el contexto de la guerra civil de 1975 a 1990, y en nombre de la exportación de la «revolución islámica», los guardianes de la revolución iraní, los Pasdaran, se implantaron en el Líbano desde sus inicios. Estaban ligados allí al partido chiita Amal. Cuando, a raíz de la invasión israelí del Líbano en 1982, el dirigente de Amal, Nabih Berri, aceptó participar en el Comité de salvación nacional encargado de negociar con los EEUU y el Estado hebreo, el número dos del partido, Hussein Al-Moussaoui, se puso al frente de una escisión: Amal islámica. Jurando, entonces, abiertamente lealtad al ayatolá Jomeini.
Al año siguiente, en abril de 1983, un atentado suicida en contra de la embajada de los EEUU en Beirut causó 63 muertos y fue reivindicado por una nueva organización libanesa, Hezbollah. Algunos meses más tarde, el 23 de octubre, dos atentados en la capital libanesa mataron a 239 soldados americanos y 58 soldados franceses. Ambos fueron reivindicados por la Organización de la Jihad islámica (OJI), un grupo chiita fundado por Imad Mougniyah, antiguo mimebro de la OLP, ligado desde entonces a los Pasdaran.
Otros ataques fueron achacados al Hezbollah, a la OJI y a los Pasdaran, sin que fuese evidente diferenciar esas entidades, ligadas en la guerra civil con los intereses de Siria.
La oficialización de Hezbollah como organización política y armada ligada a Irán intervino el 16 de febrero de 1985, con la publicación de su manifiesto, una “Carta abierta a los oprimidos en el mundo”. Retomando el concepto creado por el ayatollah Jomeini de “gobierno del docto” o de “tutela de los teólogos” (en árabe:Velayat-e faqih), el Hezbollah se situaba de ese modo bajo la autoridad del guía supremos de la revolución islámica, con un programa que establecía en el Líbano un régimen idéntico al de la república islámica de Irán.
Por tanto, es efectivamente bajo el padrinazgo de Teherán, pero con fuerzas libanesas ya presente e implantadas, y en relación con el régimen sirio, que nació Hezbollah.
Un movimiento ante todo nacionalista
Sería totalmente falso reducir a Hezbollah a un estatus de brazo armado de Irán. Sin embargo, tampoco es falso decir que a lo largo de su historia ha llevado a cabo operaciones en nombre de su “padrino”. Así pues, entre el 7 de diciembre de 1985 y el 17 de septiembre de 1986, realizó catorce atentados en París, causando 14 muertos y más de 300 heridos, que deben ser anotados a la cuenta de Irán el cual, en plena guerra con Iraq, quería conseguir detener las ventas de armamento de Francia hacia Saddam Hussein.
Hezbollah también supo ponerse al servicio de su otro “padrino”, Siria. En febrero de 2005, el movimiento chiita asesinó muy probablemente al antiguo Primer ministro, hombre de negocios multimillonario y amigo de Jacques Chirac, Rafiq Hariri, al representar éste la oposición a la influencia del régimen de Bachar el-Assad, mientras 15 000 soldados sirios seguían estando presentes en el Líbano. Sobre todo, después de los levantamientos de 2011 en Siria, Hezbollah participó en el aplastamiento de la revuelta de la población que estaba en contra del régimen de Bachar el-Assad apoyando las fuerzas de este último, también apoyado por Irán.
Por último, en el propio Líbano, tuvo como primer cometido eliminar o marginalizar a las fuerzas palestinas que se reclamaban del socialismo, bajo la mirada atenta de las potencias imperialistas (a pesar de que llevase a cabo en contra de esas mismas potencias ataques asesinos) y del Estado sionista (del cual reivindicaba sin embargo la destrucción).
Por lo demás, la emergencia de movimientos religiosos capaces de proclamarse a la cabeza de la lucha anti imperialista y de aspirar al poder, se explica en gran parte por el fracaso del movimiento obrero estalinista o social demócrata, incapaz de mantenerse independiente con respecto de las burguesías llamadas “progresistas”, y por el de los movimientos nacionalistas autoproclamados “progresistas”, precisamente conducidos por esas burguesías, incapaces de poner fin a la opresión y a la explotación.
Hezbollah se dirigió así a una comunidad ampliamente marginalizada en el Líbano, entre la población de religión chiita, proponiéndole obras sociales, ofreciendo servicios educativos, médicos y asistencia a los más necesitados, llevando a cabo al mismo tiempo una guerrilla eficaz en contra de las fuerzas israelíes, hasta su retirada en el año 2000. No es por sus referencias al Velayat-e faqih (que por cierto acabó abandonando en su nueva declaración, en 2009) que Hezbollah ha logrado implantarse en el sur del país, sino más bien por su discurso anti imperialista y anti sionista y, sobre todo, por sus acciones. Así es como en 1992, durante su primera participación a las elecciones legislativas, la coalición del “Bloque de la fidelidad a la resistencia” con Amal (así como con cristianos y sunitas, tal y como lo obliga la ley electoral libanesa) logró alcanzar 12 escaños.
Hezbollah conoció sobre todo su momento de gloria en verano de 2006, durante un enfrentamiento de 34 días con el ejército israelí. Utilizando tácticas de guerrilla, túneles y lanza roquetas para golpear a un ejército ampliamente superior, logró un alto al fuego negociado por la ONU, percibido en el Líbano, en Palestina y en el mundo entero como una humillación para el Estado de Israel. Un Estado al que Hezbollah ha conseguido hacer retroceder en dos ocasiones entre el año 2000 y 2006, lo cual no ha podido ser presumido por ningún otro régimen árabe desde 1948.
Un partido para mantener el orden
Desde abril de 2005, Hezbollah siempre ha ocupado al menos un ministerio en cada gobierno libanés1.
También fue el caso en 2009, con el gobierno dirigido por Saad Hariri, el hijo de Rafiq Hariri, a la cabeza de una coalición pro accidental. La coalición conducida por Hezbollah, Amal y la Corriente patriótica libre (CPL) del general maronita Michel Aoun, llamada coalición del 8 de marzo, en referencia a la manifestación del 8 de marzo de 2005, poco después del asesinato de Hariri, en apoyo a la presencia del ejército sirio, había logrado ganar las elecciones legislativas en número de votos, aunque no en número de electos a causa del sufragio confesional.
Tras las alianzas, los giros y las negociaciones politiqueras estaba en juego, y está en juego hasta hoy, un compromiso entre dos franjas de la burguesía libanesa, una que prefiere mirar hacia París y Washington, y otra hacia Damas y Teherán, con el fin, ante todo, de defender sus intereses de clase dominante nacional. El actual jefe del gobierno, Najib Mikati, en el poder desde 2021, y que ya sucedió a Saad Hariri en 2011, se distingue claramente por su orientación pro siria. Pero los dos políticos tienen sobre todo el punto común de ser dos multi millonarios.
Entre 2019 y 2021, un amplio movimiento popular sacudió el Líbano en contra del coste de la vida, sobre todo después del anuncio de nuevos impuestos sobre la gasolina, el tabaco y las llamadas por WhatsApp, en contra de la corrupción y en contra de la confesionalidad en la sociedad libanesa. Esas manifestaciones tuvieron, en varias ocasiones, como diana las oficinas y residencias de los responsables de Hezbollah, igual de corruptos e impopulares que sus semejantes de las grandes burguesías cristianas o sunitas del país.
Hezbollah ha demostrado a qué clase le era fiel organizando contra manifestaciones e incluso protagonizando enfrentamientos violentos en contra del movimiento.
Su dirigente, Hassan Nasrallah, que acaba de ser matado, se había opuesto a la dimisión del gobierno, inclusive después de las explosiones del puerto de Beirut, el 4 de agosto de 2020, las cuales causaron la muerte de más de 200 personas y dejaron a miles de personas sin hogar, mostrando una vez más la negligencia y la corrupción que permitieron el almacenamiento de toneladas de nitrato de amonio en el puerto.
Es difícil predecir, en la situación actual, cómo podrá superar Hezbollah el ataque sin precedente lanzado por el Estado de Israel. Al igual que es difícil decir si esta ofensiva tendrá como efecto debilitarlo en el tiempo o volver a fortalecer a su alrededor a una parte de la población, sobre todo chiita.
«Terrorista» para los EEUU y la UE, pero también «partido respetable en el Líbano», según Macron en 2020: que Hezbollah, haya podido, al igual que otros movimientos nacionalistas reaccionarios, convertirse en una fuerza considerable de la resistencia a los ataques israelíes y a la dominación occidental es el resultado del fracaso del movimiento obrero y de su represión, dejando todo el espacio libre en estos combates a este tipo de movimiento en nombre del nacionalismo y de la religión.
Evidentemente, su eliminación por parte del Estado colonial israelí o por parte de cualquier potencia imperialista, si ésta es posible, no ayudaría en ningún caso a las masas explotadas y oprimidas a tomar las riendas de sus vidas y a encontrar el camino para su emancipación.