El próximo 9 de noviembre, en ciudades como Sevilla, Cádiz y Málaga, se han convocado nuevas movilizaciones en el marco del creciente movimiento por la vivienda que se inicio a principios de 2024. Estas protestas se suman a las masivas manifestaciones de septiembre y octubre en Madrid, Barcelona, Canarias o Valencia. La indignación frente a los alquileres abusivos, la inaccesibilidad a la vivienda y la precariedad de la vida, han consolidado el movimiento en múltiples ciudades, que han empezado a entrar en una nueva fase donde se empieza a señalar cuestiones que van más allá de la turistificación.
La precariedad de la vivienda: un problema estructural del capitalismo.
La cuestión de la vivienda no es reciente. Aunque la crisis de 2008 visibilizó la gravedad del problema, sus raíces se hunden en la propia estructura del sistema capitalista, que convierte la propiedad en un negocio con el que especular y obtener beneficios.
La dimensión del problema es evidente en los datos: en el primer trimestre de 2024, los desahucios aumentaron un 12% respecto al año anterior, y un 73% de ellos se debieron al impago del alquiler. Además, se estima que hay más de 3.8 millones de viviendas vacías, la mayoría de ellas en manos de bancos y grandes fondos de inversión. Desde 2008, más de 2 millones de personas han sido desahuciadas, mientras que la edad media para emanciparse es de 30,4 años.
La situación es aún más crítica para la juventud, donde la suma del alquiler y los gastos para vivir sobrepasa el 100% del salario medio juvenil. No obstante, el problema no afecta solo a los jóvenes: en 2023, los y las trabajadoras destinaron el 43% de su salario al alquiler o hipoteca, mientras que el sueldo solo aumentó un 4% en los últimos años frente al 10% del aumento en los alquileres.
Beneficios para el Capital, desahucios para la clase trabajadora
La crisis de 2008 dejó miles de viviendas vacías y en manos de la banca. Tras recibir 58.000 millones de euros en rescates, las entidades financieras no solo desahuciaron a miles de personas, sino que también negociaron masivamente con los fondos buitres. En 2013, la llegada de estos fondos trajo consigo la compra de miles de viviendas a bancos como BBVA y Santander, que vendieron más del 70% de sus carteras inmobiliarias. Como siempre, el beneficio recae tan solo sobre unos pocos.
La respuesta de los gobiernos: ¿qué se ha hecho?
Las políticas implementadas hasta ahora han sido inútiles ante un sistema devorador de derechos sociales. Incluso durante la pandemia, la moratoria de desahucios resultó ineficaz, con más de 30.000 desalojos solo en 2021. Además, las leyes de vivienda impulsada por los diferentes gobiernos del PSOE con PODEMOS y mas recientemente con SUMAR, no han servido para nada. En los últimos años el 85% de los alquileres se han incrementado de precio y los desahucios han aumentado en el primer trimestre del 2024 un 12% respecto al año anterior.
Debates en el Movimiento por la Vivienda: un nuevo horizonte de lucha
El movimiento por la vivienda comienza a entrar en una nueva fase. Tradicionalmente, estos movimientos, han apostado por una lucha donde, aunque la autoorganización juega un papel principal y se han conseguido parar miles de desahucios, la estrategia de presionar a los gobiernos para conseguir reformas que beneficien a las mayorías sociales, no pasaban necesariamente por cuestionar la propiedad y el sistema capitalista. Sin embargo, los últimos años han demostrado las limitaciones de esta estrategia: ni las reformas han sido suficientes para mejorar las condiciones de vida, ni los gobiernos han cedido ante las demandas de los y las trabajadoras.
Es por ello que existe un debate vivo. Que abre una nueva fase en la lucha social. Las manifestaciones del 9N con el lema “si nos echan de nuestros barrios, paramos la ciudad” o los debates en torno a las “huelgas de alquiler”, empiezan a apuntar en la necesidad de ir al corazón de la contradicción capitalista, poniendo cuestiones y horizontes sobre la mesa, como es la paralización de la producción o la capacidad de lucha de nuestra clase.
El movimiento por la vivienda es un reflejo más de las profundas contradicciones a las que se enfrenta nuestra clase dentro de este sistema. Mientras grandes fondos y bancos se benefician de la especulación inmobiliaria, los y las trabajadoras enfrentan una nueva crisis de acceso a la vivienda, los salarios son miserables y la precariedad se extiende a todos los aspectos de nuestras vidas. Las movilizaciones del 9 de noviembre serán una nueva expresión de este descontento.
Frente a sus beneficios a costa de nuestra explotación , hay que plantar cara, señalar a los responsables y organizar la respuesta desde nuestra clase y con nuestras herramientas de lucha.