El opositor venezolano Edmundo González, para el antichavismo, la UE y EEUU ganador de las elecciones, llegó el pasado 9 de septiembre al Estado Español tras abandonar su país y solicitar asilo político, abriendo de nuevo el “melón venezolano”, una de las espitas sempiternas para las derechas para redoblar los ataques contra el gobierno Sánchez. El líder de la Plataforma Unitaria Democrática (PUD) aseguraba tras su llegada que continuaría «la lucha por lograr la libertad y la recuperación de la democracia en Venezuela».
¿Pero quién es este exdiplomático septuagenario del que echó mano María Corina Machado, la sucesora de Guaidó inhabilitada en julio por el Tribunal Supremo venezolano, y al que Pedro Sánchez ha denominado “héroe”? Si nos atenemos al vodevil de la política parlamentaria estatal, de momento se ha convertido un perfecto comodín para las derechas (incluidas PNV y Coalición Canaria) que lograron imponer su reconocimiento de como “presidente electo y legítimo” de Venezuela, sin ningún carácter vinculante.
Algunas informaciones apuntan al pasado sanguinario de Edmundo González y su vinculación con la CIA. Tras desempeñarse como secretario de la embajada de Venezuela en EEUU ocupó el mismo cargo en El Salvador durante los años del contrainsurgente Plan Cóndor. Edmundo González fue estrecho colaborador del embajador Leopoldo Castillo y ambos fueron señalados por ex combatientes del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) como cómplices de accionar los escuadrones de la muerte, como el Batallón Atlacatl de las fuerzas armadas contra de la población salvadoreña en 1980 y 81, crímenes de lesa humanidad.
Así que el nuevo presidente venezolano ratificado por “mundo libre occidental” ya está en la “little Caracas”, la milla de oro de Madrid donde una minoría de venezolanos, elitista y oligárquica, es mimada por los gobiernos, ávida de intereses empresariales. Esta operación política de “asilo exprés”, en la que ha confirmado su mediación el expresidente Zapatero, no se puede explicar como una muestra de humanitarismo, sino de la defensa de los intereses geopolíticos y de clase de Sánchez, para despejar toda vinculación y “sambenito” bolivarianos.
A pesar de todo, los ministros del gobierno PSOE-Sumar se convirtieron durante una semana en perfectos equilibristas evitando calificar a Venezuela de “dictadura” bajo la ofensiva del PP, a pesar del tropiezo en audio de Margarita Robles, hasta que el propio Edmundo González negando presiones de la embajada española les dio una tregua. Al mismo tiempo, el ministro Marlaska negaba el asilo a 37 pres@s polític@s saharauis retenid@s en Barajas y pactaba con Marruecos la deportación de una decena, en condiciones sanitarias delicadas.
La “real polilik” es una cosa muy diferente con la inestable Venezuela pero que ante el vecino reino alauita, aliado estratégico y con cuyo primer ministro, Aziz Akhannouch, nuestro presidente progresista se felicitó esos días del “magnífico estado de las relaciones bilaterales”, no cabe otorgar asilo político a ningún solicitante activista y disidente, por muchas evidencias de represión y torturas que hayan certificado los organismos internacionales. De tal manera el ministro Albares guarda silencio para evitar conflicto diplomático, a 2 años y medio de la carta con la que Sánchez abandonó al Sáhara Occidental.
En definitiva podría decirse que para el 2º gobierno más progresista de la historia, incluyendo Sumar (Ernest Urtasun declaró “Lo estamos siguiendo de cerca y miraremos qué respuesta se puede dar”) el único solicitante de asilo en el Estado Español es el opositor venezolano que frena los ataques por supuesta connivencia de las derechas, aunque ideológicamente sea de la órbita de Ayuso y Abascal y con pasado golpista. Ah, y por supuesto l@s miles de ucranian@s.