Según el Ministerio de Trabajo, las jornadas de huelga protagonizadas por mujeres han ascendido en 12088 días con respecto a 2022. No es de extrañar: las mujeres representan los sectores más precarizados en cuanto a condiciones laborales o salarios (por ejemplo, sector de la limpieza o cuidadoras del hogar); situándonos en una brecha salarial entre hombres y mujeres que no baja del 24%; o representando las mujeres el 74% de los contratos parciales.
Por todo esto, el movimiento feminista de Euskadi junto a los sindicatos ELA, LAB, EHNE, Etxalde y CGT convocaron el pasado 30 de noviembre una huelga general feminista bajo el lema “contra la privatización y mercantilización y por un sistema público comunitario de cuidados”.
Respecto al seguimiento de la jornada, más de 1.500 comités de empresas han participado. Algunos ejemplos son Mercedes, Tubacex, todos los comités de las empresas de comedores (Auzolagun, Askora, Gaska, Sodexo…) y las principales de limpieza (Eulen, Garbialdi, ISS) así como diputaciones y ayuntamientos, etc. Además, en un comunicado, el Movimiento Feminista de Euskal Herria ha informado del seguimiento en el sector de Educación, alcanzando el 70% de adhesión. Y todo esto a pesar de haberse denunciado abusos en cuanto a los servicios mínimos, sobre todo en Sanidad.
Las reivindicaciones que se han puesto encima de la mesa durante la preparación de la huelga han sido muchas: desde una defensa de lo público en los sectores de cuidados, como la derogación de la Ley de Extranjería que deja en la estacada a muchas mujeres que sufren las condiciones más precarias puesto que ni siquiera se encuentran en una situación regular, así como reivindicaciones de los movimientos barriales que exigían la regularización de los alquileres. Las diferentes organizaciones, asociaciones y sindicatos han conseguido aunar reivindicaciones para la mejora de las condiciones laborales y de vida de las mujeres trabajadoras.
Sin embargo, no es que las tareas de los cuidados en la familia o la precariedad laboral de las mujeres trabajadoras se de solamente en Euskadi. Los datos de otras comunidades autónomas también son apabullantes. Por ejemplo, según el último estudio de CCOO, en Andalucía, la causa de inactividad en el 35’1% de las mujeres es por dedicarse a labores del hogar, porcentaje que desciende hasta el 6’9% en el caso de los hombres; o la tasa de paro de mujeres se sitúa en un 22’6%, 6’7 puntos por encima de la tasa de paro masculina.
Entonces, ¿cuáles son los motivos por los que no se ha llevado a cabo una huelga general feminista en el conjunto del Estado español? La realidad es que en Euskadi, las únicas organizaciones que se negaron a la convocatoria de la huelga fueron CCOO y UGT, centrales sindicales minoritarias en la zona pero que en el resto del territorio ocupan un lugar preferente. Lo mismo ocurrió en la convocatoria de huelga de pensionistas el 30 de enero de 2020, donde se reclamaban unas pensiones mínimas de 1080 euros así como unas condiciones de trabajo dignas mediante las derogación de las reformas laborales en su completo, y que solo fueron convocadas por sindicatos nacionalistas pero que tuvo un gran seguimiento.
En Euskadi se encuentra una de las tasas de paro más bajas del Estado y uno de los salarios mínimos más altos de este. Por supuesto, esto no es casualidad. Los gobiernos y la patronal de Euskadi se rigen por el mismo sistema económico capitalista que el resto del territorio, la diferencia se encuentra en el nivel de conciencia de la clase trabajadora y de la juventud y en el grado de combatividad y de organización de ésta que escapa de las direcciones sindicales mayoritarias con presencia estatal cuya estrategia se basa en la concertación social.
Esta convocatoria de huelga feminista en Euskadi nos ha dejado varias enseñanzas: por un lado, la necesidad de estar organizados así como exigir a las direcciones de las organizaciones sindicales llevar a cabo convocatorias de huelga generales para imponer unas políticas en beneficio de los intereses de la mayoría; por otro lado, la necesidad de poner encima de la mesa reivindicaciones propias de la mujer trabajadora relacionadas con los cuidados y los trabajos feminizados para que se mejoren las vidas de estas pero también del conjunto de la clase trabajadora y la juventud. Como decía Kollontai “la mujer trabajadora, no menos que su hermano en la adversidad, odia a ese monstruo insaciable de fauces doradas que, preocupado solamente en extraer toda la savia de sus víctimas y de crecer a expensas de millones de vidas humanas, se abalanza con igual codicia sobre hombres, mujeres y niños”.