A mediados de octubre, a tan sólo 10 días del inicio de los bombardeos sobre la franja de Gaza del ejército sionista, retransmitidos en directo a los atónitos ojos de todo el mundo, los sindicatos palestinos hicieron un llamamiento conjunto a l@s trabajador@s de nuestra internacional de clase para dejar de enviar armas al Estado de Israel evitando la construcción y transporte de armamento, boicoteando a las empresas implicadas y aprobando mociones sindicales de apoyo y solidaridad con estas acciones.
La respuesta a esta súplica vino por parte de los sindicatos belgas: a primeros de noviembre l@s trabajador@s del aeropuerto de Lieja, cercano a Alemania y Países Bajos, descubrieron que su aeródromo era utilizado por EEUU para trasladar a vuelos de carga de empresas comerciales armas y munición desde sus arsenales o bases militares en dirección Tel-Aviv. Los 4 sindicatos del aeropuerto (CNE, Setca, Transcom y UBT) aseguraron que buscan no ser cómplices de los crímenes de guerra y denunciaban un “genocidio en curso en Palestina”.
Una semana después, la Organización de Estibadores Portuarios de Barcelona (OEPB) tomó el testigo y publicó un comunicado asegurando que sus trabajador@s en el puerto catalán “no permitirían la actividad de los barcos con material bélico”, extendiendo su rechazo a contribuir a armar hasta los dientes a Ucrania. La organización sindical se hacía eco al mismo tiempo de que el E.Español es el 7º país exportador mundial de armas y cuando se cumplía un mes del indiscriminado asedio de Gaza superándose la cifra de 10.000 palestin@s masacrad@s.
E inmediatamente unos días después varias decenas de iniciativas sindicales en varios puntos de nuestro etnocéntrico occidente, que ha agachado definitivamente la cabeza ante el genocida Netanyahu y su exterminio calculado de 2 millones de almas en una ratonera, demostraron que cuando nuestro campo social, el de l@s trabajador@s y sus organizaciones a nivel internacional, se pone manos a la obra, es capaz de señalar la infamia y miseria moral de la clase dirigente y ponerle en dificultades.
Así se logró que entre el 9 y 14 de noviembre se interrumpieran varias fábricas y cargamentos y envíos de armas en 6 países en intensas (y reprimidas, para entonces Francia y Alemania ya habían proscrito primero las banderas palestinas y kufiyas, luego las manifestaciones) jornadas de acción contra las exportaciones de armas a Israel. Los bloqueos liderados por sindicatos de base (con la honrosa excepción belga) insertos en fábricas y 18 puertos de Canadá, EEUU, Italia, Reino Unido, E.Español y Australia pusieron de relieve el poder del internacionalismo de clase,
En EEUU se hacía imposible que pasaran desapercibidas las masivas marchas en numerosas ciudades mientras sindicalistas, BDS y el colectivo Jewish voice for the peace intervenían los puertos de Tacoma, en el estado de Washington, las oficinas de Raytheon en Goleta, California y lograban la planta de fabricación de armas en West Hartford, Connecticut. En Italia se hacía clave la implantación de la Unión sindical de Base en el puerto de Génova, uno de los más importantes. Además de bloquear la sede de la naviera israelí Zim y la empresa armamentística Leonardo, hubo acciones similares en Livorno y Nápoles.
Otras ciudades en diferentes partes del mundo también respondieron al llamamiento de los sindicatos palestinos, como las movilizaciones muy potentes y masivas en los puertos de Sydney y Melbourne, Australia, y especialmente en Canadá. Centenares de indígenas y sindicalistas de base cerraron 4 fábricas de armas que vendían a Israel y plantas de la compañía L3Harris en Hamilton, Toronto y Montreal, de Lockheed Martin en la ciudad de Ottawa y sindicalistas y activistas BDS bloquearon las entradas de GeoSpectrum en Dartmouth, una subsidiaria de Elbit Systems, un proveedor líder de armas a Israel, así como las oficinas de la naviera Zim en Vancouver y en Winnipeg.
En Reino Unido las acciones fueron igualmente contundentes, a pesar de la inusitada mano dura del gobierno tory. Más de medio millar de sindicalistas bloquearon la entrada a la fábrica de Bae System en Rochester y varios centenares lo hicieron con la de Elbit Systems, empresa de armas israelí en Kent. Frente a la indignidad de los capitalistas, l@s trabajador@s demostramos en menos de 2 semanas, sin coordinación previa y como respuesta espontanea y solidaria, que tenemos en nuestras manos la capacidad de hacer parar su producción y señalar un genocidio. ¿De qué seríamos capaces con varias jornadas de huelga en los mismos países?