GOLPE DE ESTADO EN NÍGER. ¿UN DURO GOLPE PARA EL ÁFRICA FRANCESA?

El pasado 3 de agosto Níger ha conmemorado los 63 años de la independencia de Francia con la oficialización de un golpe de Estado que ha echado a un gobierno civil en favor de un grupo de militares. Los militares nigerinos habían anunciado días antes la expulsión del presidente Mohamed Bazoum, el cuál estaba en el poder desde Abril de 2021 a la par que una suspensión de las instituciones y de la Constitución. Este golpe de fuerza ha sido perpetrado tras la figura de un hombre, el general Abdourahamane Tiani, jefe de la guardia presidencial y ahora jefe de un nuevo órgano de poder: el Consejo Nacional por la Salvación de la Patria (CNSP).

Un golpe de Estado que ha sido analizado con fatalismo por parte de analistas que enmarcan el golpe en una tradición histórica “pretoriana” de país, que ha tenido seis presidentes militares de un total de diez y que ha sufrido cuatro golpes de Estado desde su independencia en 1960 y más tentativas abortadas.

Otro golpe de Estado en el antiguo territorio colonial francés, después de sucesivos golpes de Estado en Mali en agosto de 2020 y mayo de 2021, en Guinea en septiembre de 2021 y en Burkina Faso en enero y septiembre de 2022. Esta desastrosa sucesión para los intereses franceses y europeos supone un vuelco en esta región del mundo acosada por las estrategias de la antigua potencia colonial para mantener su influencia, frente a la creciente de otras potencias imperialistas (Estados Unidos, China, Rusia, Turquía). Las apuestas son altas y los recursos desplegados para igualarlas, también.

El campo del Imperialismo francés

Durante años, todos los presidentes franceses comenzaron su mandato con una gira por África con una «nueva relación», «de igual a igual» entre Francia y sus antiguas colonias. Bajo el pretexto de esconder el “África – francesa”, estos prestidigitadores franceses reorganizan, trasladan y reposicionan contingentes militares de una base a otra, de un país a otro, como si de un juego de mesa se tratase. El primer viaje de la ministra francesa de Asuntos Exteriores, Catherine Colonna; acompañada por el ministro de defensa, fue a Níger en julio de 2022. Visionaria, describió el período como una «bisagra» para la relación entre los dos países. Níger, el nuevo «pivote estratégico» de Francia en el Sahel, marcaría un punto de inflexión para la zona de influencia francesa de África. También para la Unión Europea, de la cual se ha convertido en el principal aliado de su estrategia contra la migración en la región. Desde 2015, la Unión Europea ha externalizado sus fronteras subcontratando su lucha implacable contra los migrantes a sus socios del Magreb y del África subsahariana. En 2015, se aprobó una ley bajo la presidencia de Mahamadou Issoufou, predecesor del presidente nigeriano Mohamed Bazoum, penalizando cualquier apoyo dado a los migrantes, a pesar de que, para muchos nacionales de los Estados miembros de la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental (CEEAO), normalmente pueden moverse libremente de un Estado miembro a otro.

Las organizaciones subregionales del África occidental, (CEEAO) y la Unión Económica y Monetaria del África Occidental son cómplices de este proceso. Empujados a tomar acciones firmes por parte de Francia, la Unión Europea y los Estados Unidos; desencadenaron sanciones económicas sin precedentes en los días siguientes al golpe de Estado en Níger. Ningún otro país africano ha sido castigado tan fuertemente como Níger, ciertamente no el Chad de Mahamat Idriss Déby, quien llegó al poder al frente de un Consejo Militar de Transición (CMT) en abril de 2021, sin ninguna forma de elección. Los pueblos de la región no se equivocan al denunciar estas organizaciones como «clubes», o incluso «sindicatos», de jefes de Estado, que etiquetan a los regímenes aceptando dócilmente el vasallaje hacia las potencias occidentales aplicando sanciones: por un lado, los regímenes que implican elecciones, violación de la Constitución, corrupción y opresión de la población pero que van de la mano, en buen entendimiento con los socios occidentales y que intercambian jugosas infraestructuras y contratos mineros de ayuda presupuestaria condicionados hipócritamente a la realización de programas de apoyo a la «buena gobernanza»; por otro lado, los regímenes no elegidos que están libres de tutela neocolonial, a menudo a costa del acercamiento con las potencias imperialistas competidoras, en un mercado donde se intercambia la protección por los recursos mineros. En este dilema, la gente no tiene nada que ganar. Han estado empobreciéndose desde la década de 1990, sin que la tendencia se haya invertido. En su informe anual de 2020, el Banco Mundial predijo que África representará el 90% de los pobres del mundo para 2030.

Sanciones: la población es la primera víctima

Níger ya tiene uno de los índices de desarrollo humano (IDH) más bajos del mundo, ya que el 41% de su población vive en la pobreza absoluta, sólo el 11% tiene acceso a servicios de salud y el 17% tiene acceso a electricidad. Los efectos del bloqueo económico impuesto contra el país por (CEEAO) y sus mentores occidentales ya son notables. Su tasa de acceso a la energía eléctrica baja debido a corte de suministro de luz, el cuál depende de Nigeria en un 70%. El suministro de la central hidroeléctrica de Kandadji se ha visto interrumpido por el efecto de las sanciones del grupo chino Gezhouba, poniendo en peligro la capacidad de Níger de auto-suministrar electricidad y empujando a los trabajadores de la construcción, despedidos por el grupo chino, a la inactividad. La empresa estatal de electricidad Nigelec ya no puede contar con sus centrales domésticas, cuya producción ni siquiera es suficiente para abastecer a los dos millones de habitantes de la capital, una gota de agua en comparación con los 24 millones del país. La congelación de las cuentas públicas nigerianas con el Banco Central de los Estados del África Occidental (BCEAO) priva a los trabajadores del sector público de ingresos, cuyos salarios no se pagarán. El cierre de las rutas aéreas y terrestres impide el suministro de mercancías, incluidas las necesidades básicas, como medicinas y alimentos, y aumenta sus precios.

El precio del arroz en Niamey aumentó un tercio en la primera semana después de las sanciones. También priva a una gran parte de la población de ambos lados de la frontera nigerina de empleos relacionados con el transporte de mercancías, en particular a través del corredor entre Niamey y el puerto de Cotonú (Benín), por el que transitaban más de mil camiones por día. Como en Malí y Burkina Faso, que son blanco de sanciones menos onerosas que Níger, el impacto en el poder es limitado, pero la gente paga un alto precio. Como si el efecto deseado no fuera asfixiar directamente a los defensores del poder, sino llegar a ellos por el efecto de una pobreza creciente de la población que no tendrá más remedio que rebelarse contra los administradores del poder político.

El apoyo prestado al Níger por Malí y Burkina Faso, dos países sin litoral por la frontera de diseño colonial, como Níger y sin acceso al mar, no proporcionará al pueblo del Níger recursos para la importación de bienes de subsistencia, ni un mercado para la exportación de recursos nigerianos, incluido el petróleo al este del país y las 2.000 toneladas de uranio que se producen anualmente en el centro del país. La producción de uranio nunca había sufrido los cambios de régimen en Níger. El temor a que lo haga se nota en la declaración del presidente Macron que dijo que no «toleraría ningún ataque contra Francia y sus intereses». La situación puede haber cambiado realmente en el Sahel. En respuesta, la suspensión de la ayuda presupuestaria francesa (13 millones de euros en 2022) y de la ayuda al desarrollo (482 millones de euros) Por otro lado las autoridades de Burkina Faso, en favor de los nuevos dirigentes del Níger, decidieron el 9 de agosto poner fin al acuerdo de concesión del aeropuerto de Donsin, que vinculaba al Estado de Burkina Faso con el consorcio de empresas francesas Meridiam y Aéroport de Marseille Provence (AMP).

Amenazas y maniobras militares, africanas e imperialistas

Además de las sanciones económicas, la amenaza de intervención militar conjunta de los países del África occidental sumerge a la población del Níger en una expectación insoportable. El 10 de agosto, tras un ultimátum de una semana a los golpistas de Niamey para que restablecieran las autoridades anteriores, la CEEAO aumentó la presión anunciando la activación de la «fuerza de reserva» de la organización de África occidental y su despliegue inminente en las bases militares cercanas. Pero hasta ahora, pocos líderes africanos quieren embarcarse en tal aventura, ni siquiera el muy francófilo presidente de Senegal, Macky Sall, quien recientemente tuvo que lidiar con muchas protestas en su propio país. Al contrario, los partidarios del general Tiani en Mali y Burkina Faso amenazaron con dar una respuesta armada en caso de intervención militar.

Aún no estamos en la situación de una intervención militar contra los golpistas. Los Estados Unidos son los primeros en frenar dicha intervención. Pero la población de Níger sigue estando sujeta a una posible conflagración regional entre las fuerzas conjuntas de (CEEAO) y las juntas militares coaligadas de Níger, Mali y Burkina Faso.

Donde los grupos armados estén en la región no dejarán de aprovecharse de la situación. Recordemos que el desarrollo de estos grupos armados en el Sahel fue una de las consecuencias de la intervención de las potencias occidentales para derrocar al régimen de Gadafi en Libia en 2011, cosa que no olvida la vecina Argelia, que hoy advierte contra cualquier intervención militar en Níger. Por lo tanto, no es sorprendente que parte de la población de Níger esté atacando a Francia y sus aliados regionales como Nigeria (que ocupa la presidencia del CEEAO) atacando sus símbolos (embajadas, base aérea francesa, medios franceses) con los gritos de «abajo Francia, abajo el CEEAO». El 30 de julio, 6 y 13 de agosto, hubo manifestaciones convocadas por la oposición de Níger del M62 que reunieron varios miles de personas en lugares emblemáticos llegando a juntar hasta 30 000 personas en el estadio Seyni Kountché.

Esta cólera de Níger no viene de ayer…

Durante los dos mandatos de Mahamadou Issoufou y el de su sucesor Mohamed Bazoum (ambos miembros del mismo partido político), la población se manifestó contra las violaciones de la libertad de expresión, la intimidación, las detenciones y la represión de los movimientos sociales. En septiembre de 2022, activistas, organizados en el M62, se manifestaron frente a la Asamblea Nacional y organizaron una gran marcha en Niamey, para denunciar el despliegue sin precedentes, con el respaldo de los parlamentarios nigerinos y el presidente Bazoum. Ejércitos extranjeros, especialmente franceses, estadounidenses, italianos, alemanes y belgas, expresarron su ira por el creciente costo de vida, a través de la consigna «No a la carestía de la vida», y exigen un aumento en los salarios de los trabajadores. Después de la expulsión de Malí en febrero de 2022 de los 3.500 soldados de la Operación Barkhane y Burkina Faso en febrero de 2023 de los 400 soldados de la Operación Sabre, Francia había reposicionado 1.500 soldados en Níger, especialmente en Ouallam, en la zona de tres fronteras (entre Malí, Burkina Faso y Níger), así como numerosos medios aéreos en Niamey (aviones Rafale, drones Reaper, inteligencia, vigilancia y reconocimiento). Los estadounidenses tienen 1.000 soldados, incluyendo fuerzas especiales, repartidos en dos bases militares, así como sucursales de la CIA en varias ciudades de Níger. Para ambos países, el Níger se ha convertido en la piedra angular de su estrategia regional.

A pesar de la represión del régimen de Bazoum a las protestas y el arresto de militantes, la ira continuó inundando las calles de Niamey y las redes sociales contra aquellos que en el poder acumulan enormes riquezas dejando a la población en extrema pobreza. Ya sea los que provengan de una afluencia externa a través de la «ayuda al desarrollo» o de la explotación del subsuelo nigerino, uno de los más ricos de la región del sahel, con grandes reservas de uranio, fosfato, oro, estaño, carbón y petróleo, estos no «huyen» de la población. El 60% de los nigerinos son menores de 18 años. Sin padres y conocidos bien situados en el aparato estatal, pocos tienen acceso al empleo, y mucho menos a la administración pública, que, sin embargo, concentra la mayor parte de la creación de empleo.

La pobreza y la falta de perspectivas condenan a muchos de ellos a la extracción ilegal de oro o al yihadismo en la zona de tres fronteras. Por ejemplo cuando en 2015 el principal operador de uranio, el grupo francés Orano (ex Areva) pospuso la apertura de la mina Imourarem debido a los bajos precios del uranio, en previsión de una mejor rentabilidad futura, ya que en 2017 el “uraniumgate” sacó a la luz la malversación de fondos por parte de la clase política nigerina y sus socios económicos extranjeros, y en 2021 Orano cerró el sitio del Cominak, dejando a más de mil trabajdores desempleados y expuestos al lodo radiactivo abandonado en el lugar, quedó claro para la población que este sistema de colusión entre las élites económicas y políticas francesas y nigerianas debía invertirse.

Golpes de Estado impotentes para aflojar el control imperialista

Los militares saben explotar esta rabia legítima. Los malienses también habían arramblado con importantes movimientos sociales (huelgas den las minas de oro en 2018 por la contratación de jóvenes, en l@s trabajador@s ferroviari@s en 2019 por el impago de salarios y contra los despidos, docentes por aumentos salariales) desembocando en una movilización masiva en junio de 2020 hasta la jornada insurreccional del 10 de julio de ese año. En Guinea, la junta tomó el poder en 2021 bajo el nombre de Comité Nacional de agrupación por el Desarrollo (CNRD), en el contexto de varios años de protesta social contra el paro y la inflación. Por lo tanto, no sorprende que no hubiera una movilización real para defender al presidente Bazoum, incluso en las ciudades supuestamente apoyadas por el partido presidencial, y que los nigerianos salieran en masa para exigir la salida de Francia.

Pero detrás probablemente de algunas ilusiones en este nuevo poder, está sobre todo el alivio de ver el colapso del régimen del presidente Bazoum, un hombre ligado a París, y la esperanza de deshacerse de sus lazos de lealtad a Francia lo que emerge de estas manifestaciones.

Ya sea el motivo la seguridad, la economía o simplemente las ambiciones políticas, el ejército nigeriano se ve a sí mismo como un recurso para derrocar un orden que ha servido durante mucho tiempo, pero que considera perturbado. El régimen resultante de la independencia de Níger fue derrocado por los militares después de la gran hambruna de 1974. Las sucesiones de golpes de Estado que sancionaron el fracaso de los regímenes salidos de la independencia con el objetivo de lograr el desarrollo económico también se sucedieron en los países vecinos: Burkina Faso (entonces Alto Volta) en 1966, seguido de Malí en 1968, entre otros. Una oleada de creación de un multipartidismo sobre las cenizas de los partidos únicos caídos, bajo el pretexto de la democratización, se extendió a principios de los años 90. Pero esto no impidió una nueva ola de golpes de Estado, motivados en Níger en 1996, 1999 y 2010, por conflictos de reparto del poder político.

Los recientes golpes de Estado son del mismo tipo, aunque la situación es en parte diferente: no sólo el descrédito de los regímenes vigentes, sino también el fracaso de 10 años de operaciones militares francesas, Serval, Sabre y Barkhane y de los ejércitos nacionales reunidos detrás de la coalición G5-Sahel para impedir que grupos armados, afiliados o no a los grupos internacionales de Al-Qaeda y el Estado Islámico, operen en las aldeas. Una proliferación de bandas armadas generada tanto por la pobreza como por la profusión de armas dejadas por las intervenciones militares imperialistas (la guerra de Libia en particular). Es esta degradación de la situación en África, resultado del saqueo de sus riquezas, lo que sirve de punto de apoyo a los golpistas de la década de 2020: Consejo Nacional para la Protección de la Patria (CNSP) en Níger, Movimiento Patriótico para la Protección y la Restauración (MPSR) en Burkina Faso y el Comité Nacional para la Salvación del Pueblo (CNSP) en Mali actúan como socorristas de países presentados como en peligro. Como si los altos oficiales del ejército pudieran disociarse del balance securitario de los regímenes en los que ocupaban puestos de alto rango, incluida Níger, la responsabilidad del mando militar de las operaciones realizadas conjuntamente con Francia.

Los nuevos regímenes militares no sólo no tienen otra política que la del régimen al que ya servían y derrocaron, buscar apoyo y negocios en una gran potencia que compite con la que predominaba hasta ahora allí, sino que su propio régimen, una nueva dictadura militar sobre la población, está tan plagado de inestabilidad como los regímenes que derrocaron. En Burkina Faso, la “unidad de fachada” de la junta que tomó el poder en enero de 2022 se hizo añicos ante antagonismos corporativistas internos, lo que desembocó en un nuevo golpe de Estado en septiembre del mismo año. Hoy en Níger, los distintos componentes de las fuerzas de seguridad y de defensa sólo se han sumado a la empresa golpista del general Abdourahamane Tiani, jefe de la guardia presidencial que inició el derrocamiento del presidente Bazoum, después de que las discusiones en los cuarteles hubieran señalado el riesgo de un enfrentamiento que se creía que podía ganar la guardia presidencial, la unidad mejor armada de la capital nigerina, del mismo modo que en 1999 y 2010, a la unidad que instigaba los golpes de Estado se unieron otros componentes de las fuerzas de defensa y de seguridad para evitar un enfrentamiento interno.

La foto de familia del golpe de Estado del 26 de julio en Niamey, en la que aparecen incluso los bomberos nigerianos, tampoco podría resistir el paso del tiempo. El jefe del CNSP, Abdourahamane Tiani, ya es cuestionado (según la prensa) como un general “de sillón” que lleva mucho tiempo alejado del terreno; ¿la medalla que le concedió en 2004 Michèle Alliot-Marie, entonces ministra de Defensa, le colgaría del cuello como una cacerola? El general Salifou Mody, número 2 de la junta que tomó el poder, estaría en la emboscada, quien presagiaba la dirección que ha tomado Níger con la visita del presidente maliense Assimi Goïta el pasado mes de marzo. La denuncia de los acuerdos militares con Francia y la suspensión del apoyo presupuestario (que representa el 40% del presupuesto estatal nigeriano) y técnico de los socios internacionales, de los que depende en gran medida el estilo de vida de las fuerzas de defensa y de seguridad, podrían reavivar las tensiones sobre el reparto de un pastel derretido.

Las aspiraciones de la población tienen poco lugar en estas consideraciones. Es revelador que durante su discurso de toma de posesión en la televisión nacional, el general Abdourahamane Tiani haya prestado tan poca atención a las cuestiones económicas y sociales que afectan a la población, apenas abordadas en su hueca denuncia de la “mala gobernanza económica y social”.

Si Francia se presenta como la gran perdedora del golpe de Estado en Níger, la reconfiguración que dibuja no significa necesariamente la rendición del África francesa. Se ha visto en otras en el pasado: Guinea y Mali en el momento de su independencia, Madagascar en los años 70, la República Centroafricana en los años 90, cambiaron de conducta con Francia, antes de volver a conectarse con ella más tarde. Camerún, Costa de Marfil, Gabón, República del Congo, Senegal y Chad siguen siendo también baluartes de la red francoafricana, a la que Francia podrá redistribuir los esfuerzos de su “política africana”. Por otra parte, el neocolonialismo podría encontrar resistencias más serias: si las poblaciones nigerianas, malienses y burkinesas asumieran su destino y no permanecieran aisladas. En mayo y junio pasados, Senegal volvió a incendiarse contra el presidente Macky Sall y su connivencia con el imperialismo francés, 2 años después de haber sido sacudido por disturbios y manifestaciones en 2021.