MUERE BERLUSCONI: NO ES NUESTRO ESTADO, NO ES NUESTRO LUTO

El gobierno posfascista de Giorgia Meloni ha rendido un sentido homenaje a Berlusconi. Ni siquiera se hizo con la reina Isabel. Hay muchas razones para esta elección política: un agradecimiento al hombre que dio paso a la familia del MSI (Movimento Sociale Italiano, organización mussoliniana) en 1994, un homenaje a Forza Italia como partido mayoritario ante las elecciones europeas y sobre todo una reserva de su electorado ante la (previsible) salida tras la muerte del legendario Cavaliere. En otras palabras, una inversión de su futuro.

Esta celebración, sin precedentes institucionales, encuentra sin embargo confirmación en el sentido común de una parte de la opinión popular, en particular pequeñoburguesa. Un capitalista de gran éxito en los diversos campos de su actividad es el objeto fisiológico de su admirada envidia, una proyección a menudo no reconocida de sus sueños y frustraciones. Uno de los secretos del encanto de Berlusconi. La muerte del Cavaliere ha dado aire a esta parte del sentimiento público con una sugerente carga de nostalgia y encanto. Más complejo ha sido el posicionamiento del llamado campo antiBerlusconi, ya sea el burgués liberal (PD) o el de matriz judicial. El primero ha oscilado entre una bochornosa reverencia institucional por los funerales de Estado y las dudas por los “excesos” del ceremonial. El segundo ha desempolvado su tradicional parafernalia contra la indudable delincuencia de Berlusconi en materia de evasión fiscal, relaciones mafiosas, leyes “ad personam”, omnipotencia televisiva, atribuyendo el éxito del hombre al poder de sus medios económicos y a la impune falta de escrúpulos. Estos elementos, ciertos, aunque parciales, omiten el aspecto esencial: la dinámica de clases que impulsó el fenómeno.

El ascenso y duración del fenómeno Berlusconi deben remontarse a las responsabilidades decisivas de las fuerzas hegemónicas del antiberlusconismo: el liberalismo burgués progresista (PDS, DS, PD) y el judicial. Son ellos los que allanaron el camino antes del avance político del Cavaliere en los años 90 y luego en sus sucesivas resurrecciones. Con la contribución decisiva de las direcciones de la izquierda política, inclusive la llamada radical. Los orígenes de las políticas de Berlusconi.

El PCI fue disuelto tras la caída del Muro de Berlín porque su grupo dirigente vio despejado el camino para su ingreso en el gobierno del capitalismo italiano. Los gobiernos Amato y Ciampi (1992-93) bautizaron al heredero del PCI nuevo Partido Democrático de Izquierda (PDS) involucrándolo en un ataque a las pensiones, en el acto de concertación contra los salarios y en la destrucción de la escala móvil de precios. La izquierda se identificó con el establishment en el mismo momento en que el derrumbe de los viejos partidos burgueses de la 1ª República (PSI, DC), arrastrado por Tangentopoli, creaba un enorme vacío de representación política.

Por supuesto, Berlusconi saltó a la arena política para proteger sus intereses corporativos. Pero pudo hacerlo y triunfar precisamente porque los liberales-progresistas le habían allanado el camino, permitiendo que un gran capitalista sin escrúpulos se presentara paradójicamente como el “hombre nuevo”, dentro de un sistema electoral deal para su escalada.

El 1º gobierno de Berlusconi de 1994 emprendió inmediatamente un ataque frontal al sistema público de pensiones, en la senda de las medidas del ministro Amato. El resultado fue un duro choque social con un desenlace incierto. La burguesía acuñó la célebre expresión: «Si gana Berlusconi, gana para todos; si pierde, pierde solo». Era una confianza en el enfrentamiento iniciado por el Cavaliere, pero sin identificación en su fortuna. Los sindicatos, desafiados frontalmente, promovieron una huelga general, con una gran participación. El gobierno dio marcha atrás y la desvinculación de la Liga Bossi lo hundió prematuramente.

Pero el nuevo gobierno Dini en 1995 se estrenó con la reforma de la Seguridad Social, contra la que l@s trabajador@s se habían declarado en huelga. La CGIL de Sergio Cofferati encubrió al gobierno con fraude en las asambleas de trabajador@s para aprobar el acuerdo. La legislatura de centroizquierda (1996- 2001), con los gobiernos de Prodi, D’Alema, Amato, completó la restauración antiobrera en todos los ámbitos: trabajo temporal, privatizaciones, recortes en sanidad y educación, igualdad entre escuela privada y pública, bombardeo de Belgrado.

Era la línea del gran capital italiano, el verdadero instigador del centroizquierda tras el breve interludio de Berlusconi en 1994. La entrada de Rifondazione en la mayoría del gobierno de Prodi, y luego del PC de Cossutta y Rizzo en los gobiernos de Alema y Amato, encubrieron por la izquierda esta política. La gran decepción obrera y popular que siguió provocó el regreso de Berlusconi al gobierno en 2001.

La nueva legislatura de Berlusconi (2001-2006) conservó y lastró las medidas antiobreras del gobierno anteriores, en particular con la puesta en marcha de la ley Maroni, que amplió dramáticamente la precariedad del trabajo, un nuevo ataque a las pensiones y al artículo 18 del Estatuto de los Trabajadores. Al mismo tiempo, el apoyo y la participación de Italia en las misiones militares imperialistas en Afganistán e Irak, e incluso antes el choque frontal con el movimiento antiglobalización en los días de Génova 2001, ayudaron a marcar una línea divisoria entre el gobierno y un amplio sentimiento popular. El nuevo gobierno de centroizquierda de El Olivo y la Unión (2006-2008), con la presencia ministerial de Rifondazione, mantuvo todas las medidas antiobreras de Berlusconi. Fue un programa contra l@s trabajador@s, una ducha fría para todos los movimientos sociales que habían luchado en años anteriores. La temprana caída del 2º gobierno de Prodi, debido a su heterogeneidad, marcó la derrota en particular de Rifondazione, que salió destruida. Una vez más fue Berlusconi, en las elecciones de 2008, quien capitalizó la derrota de la izquierda.

El 3º gobierno de Berlusconi (2008- 2011) conservó todas las medidas ya aprobadas por el centro-izquierda, añadiendo un durísimo ataque a la escuela pública, con la reforma Gelmini y sus 8.000 millones de recorte, reforma mantenida por todos los gobiernos posteriores. Pero la gran crisis capitalista se precipitó en Italia en 2010-2011 y condujo al advenimiento del gobierno de Monti y sus terapias de choque contra l@s trabajador@s, votadas por el centro-derecha (Meloni incluida) y el centroizquierda.

Fue el comienzo de la desintegración de los 2 polos políticos y la erupción de un largo ciclo populista, marcado primero por el M5S de Grillo, luego por el ascenso de Salvini y finalmente por el triunfo de Giorgia Meloni, combinado con un reflujo prolongado del movimiento obrero, sin parangón en Europa, y una penetración de propuestas reaccionarias en vastos sectores de asalariad@s. El repliegue de la” izquierda radical» en Di Pietro e Ingroia, con el abandono de la centralidad del trabajo, dejó el campo libre para esta deriva. En cuanto a la estrella de Berlusconi, ya había comenzado a declinar en 2011. Su hegemonía sobre el centro-derecha terminó a mediados de la década, en beneficio de Salvini y Meloni. La rápida consumación del gobierno de unidad nacional de Draghi, con la plena implicación del PD, preparó el anunciado desenlace de un gobierno postfascista, el más derechista de la Italia republicana. Forza Italia sobrevivió a este ciclón y hoy participa en el gobierno. ¿Sobrevivirá a la muerte de Berlusconi? Pronto tendremos respuesta.

Ayer como hoy, las fortunas del centroderecha han sido el resultado del largo recorrido de las políticas de la izquierda liberal, de sus colaboraciones con fuerzas contrarias los intereses del mundo del trabajo o abiertamente opuestas. La derecha cosecha lo que la izquierda siembra. Sólo un resurgimiento de la lucha de clases, puede desintegrar el bloque social reaccionario, cambiar la correlación de fuerzas, abrir una alternativa real. Lo que requiere el desarrollo de un partido independiente de la clase obrera en torno a un programa anticapitalista.

Traducción de artículo del Partito Comunista dei Lavoratori – PCL