APLAUSO CORAL DE LA BURGUESÍA A LOS PRIMEROS 3 MESES DEL GOBIERNO DE GIORGIA MELONI

La positiva “comprensión” con la que casi la totalidad de los medios italianos y europeos valoran los primeros 100 días del “gobierno más a la derecha de Europa” encabezado por Giorgia Meloni, quien rompió en los 90 con la posfascista Alianza Nacional de Fini por moderado y no tuvo problemas en elogiar públicamente a Mussolini, contrasta con la enorme preocupación de los análisis acerca del rumbo que la ultraderecha de pata negra iba a marcar en un país ingobernable y sumido en el laboratorio berlusconiano desde hace décadas.

“El mal día para la democracia” por la llegada al poder del fascismo a la UE en que se convirtió el 25 de septiembre y la luna de miel que esperaba Fratelli d’Italia chocó en las primeras semanas con la realidad económica y las urgencias fiscales de una burguesía italiana y unas cancillerías europeas que no tenían tiempo que perder: obligaron a un traspaso de poderes en el que Draghi y Meloni, de repente europeísta convencida mirando a Bruselas, se movieron al unísono como un único gabinete.

La burguesía dio crédito rápido al nuevo gobierno que antes era “un peligro para el proyecto europeo” y se dio mucha prisa en aplaudir lo más incoherente entre las promesas electorales y el programa implementado (la austeridad en las cuentas públicas) y en criticar en voz baja otras medidas (amnistías, decreto fallido sobre fiestas rave) invocando el interés general y la estabilidad del país. Los interrogantes sobre la supresión de la “renta de ciudadanía”, solicitada por Cofindustria, la patronal, apuntaban evitar la quiebra de tensa paz social

El gobierno posfascista de Meloni-Salvini-Berlusconi ha asumido una pasmosa continuidad con los ejes básicos del gobierno nacional del tecnócrata Mario Draghi, es decir, la centralidad de los intereses de la gran burguesía, la valorización del capital, el neoliberalismo más agresivo desde las instituciones nacionales y europeas y la participación de Italia en las decisiones de los imperialismos occidentales con el apoyo a la OTAN y a Zelenski con más gasto militar. Ningún enfrentamiento con las élites de los “soberanistas”, solo modestas escaramuzas y repliegues.

Estas primeras semanas de gobierno no han supuesto el “revolcón ideológico” que auguraba el Partido Democrático en campaña electoral, sino la oportunidad de oro de demostrar a la líder de Fratelli d’Italia que podía ser una buena gestora del Estado capitalista italiano. The New York Times valoraba que “ha sabido gestionar con habilidad las relaciones con sus socios como representante de una derecha que puede gobernar sin exponer al país a demasiados riesgos políticos y económicos”, en claro recuerdo a los vaivenes de Salvini.

En política exterior el aplauso es unánime. La proyección del imperialismo italiano en el Mediterráneo (Argelia, Libia, Egipto) se ha confirmado con la multiplicación de viajes para hablar de seguridad y contratos energéticos. El debut en la escena continental de la «mujer más peligrosa de Europa» se abrió con una violenta disputa entre Roma y París por el destino del barco Ocean Viking, pero al poco reorientó y buscó evitar tomar posiciones maximalistas que contradijeran a la UE.

A finales de 2022, el presupuesto italiano fue validado por Bruselas. La partida de ingresos más significativa han sido los 3.700 millones del recorte de pensiones y los 1000 millones del hachazo a la “renta de ciudadanía”, prácticamente eliminada ya (quien rechaza la 1ª oferta de trabajo pierde su solicitud) y que desaparecerá definitivamente en 2024. Pero hay más ataques que están por venir: recorte del gasto público en 30.000 millones los próximos años para reducir el déficit público, con graves consecuencias para sanidad y educación, y se ha anunciado un nuevo golpe a la sanidad pública.