La opresión patriarcal: pasado y presente de las mujeres
Durante la Segunda Guerra Mundial, 200.000 mujeres, llamadas “mujeres de consuelo”, fueron convertidas en esclavas por parte del ejército de Japón. Las sometieron a una media de 20 torturas y violaciones diarias durante semanas e incluso años; en 2020, 35 mujeres periodistas, sindicalistas y defensoras de los derechos humanos fueron asesinadas en siete países con conflictos de distinto tipo; en 2021, 45 000 mujeres y niñas han sido víctimas, en el estado español, de la trata de personas, y casi el 80 % de ellas han sido vendidas para la explotación sexual; en 2022, 1942 mujeres han sido agredidas sexualmente con penetración y se han cometido 99 feminicidios; en lo que llevamos de 2023, 13 mujeres y 1 niña han sido asesinadas por su género.
A lo largo de la historia, las mujeres hemos sufrido niveles inimaginables de explotación, marginación, tortura y violencia en todos los aspectos de nuestras vidas. A nivel laboral nos hemos visto denigradas, oprimidas e infravaloradas.
En la actualidad, seguimos sufriendo toda esta violencia, seguimos enfrentándonos a unas condiciones de trabajo y a unos salarios indignos, somos asesinadas a manos de nuestras parejas, exparejas, explotadores y a manos de un sistema que nos oprime en absolutamente todos los ámbitos de la vida pública y privada.
La lucha de las mujeres: una vanguardia imparable
Sin embargo, en cada época histórica, y también actualmente, las mujeres hemos alzado nuestras voces y hemos luchado por aquello que era justo para nosotras y para toda nuestra clase. Como mujeres trabajadoras hemos demostrado la necesidad de movilizarnos, de pelear contra las injusticias y las opresiones, de atacar la explotación a la que las obreras nos hemos visto y nos vemos sometidas.
Ya en los orígenes de esta fecha tan decisiva hoy en día para el movimiento feminista como es el 8 de marzo tenemos un claro ejemplo de la importancia de la lucha de las mujeres a lo largo de la historia, y desde hace años acudimos a nuevas formas de alzar la voz. La fecha del 8M, durante muchísimos años utilizada para blanquear la explotación capitalista hacia las mujeres y para lavar la cara a aquellos que se aprovechaban de la opresión patriarcal, ha tomado un nuevo rumbo en sus últimas “celebraciones”, pues la herramienta de la huelga general ha tomado fuerza, y las mujeres la hemos tomado como propia para luchar por unas mejoras en nuestras condiciones de vida y para visibilizar la violencia a la que nos vemos sometidas a diario en nuestros centros de estudio, de trabajo y en el ámbito privado. En definitiva, hemos retomado el espíritu de esta fecha en sus orígenes en la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, que demostraron que las mujeres en lucha, mediante la huelga y la movilización, somos capaces de parar todo, de poner en movimiento a toda la clase trabajadora, y de conseguir nuestras reivindicaciones.
Las mujeres y nuestras condiciones de explotación
Como se ha demostrado en los últimos años, las mujeres somos esenciales en el funcionamiento de cualquier sociedad, y sustentamos el funcionamiento del sistema capitalista a través de las siempre invisibles tareas de cuidados. Sin embargo, ocupamos aquellos trabajos más precarizados y sufrimos una sobreexplotación constante; hemos sido víctimas de algunos de los grandes ERTEs y recortes en servicios públicos; hemos visto nuestras condiciones laborales y de vida nuevamente atacadas con la llegada de otra crisis capitalista; sufrimos la temporalidad y el paro; tenemos pensiones ridículas por habernos visto relegadas al trabajo doméstico (por supuesto, no remunerado); y seguimos muriendo, cada día, con la impunidad de un sistema más preocupado por los porcentajes que por nuestras vidas. Además, como veíamos al inicio de este artículo, las violaciones y agresiones sexuales no dejan de aumentar año tras año (casi un 40 % en el 2022). Al igual que las demás conquistas sociales arrancadas por los y las trabajadoras a lo largo de la historia, las conquistas feministas han sido y serán arrancadas mediante la movilización sostenida y no mediante debates parlamentarios.
Como vemos otro año más, las condiciones de vida de las mujeres no hacen más que empeorar pese a las “grandes” reformas del gobierno “más progresista de la historia”. Un gobierno más centrado en el debate público y en la intención de votos que en atacar el verdadero problema de las mujeres: la división sexual del trabajo y sus consecuencias asociadas. Un año más, los cambios superficiales, por muy mediáticos que resulten, no suponen un cambio en la situación de las mujeres trabajadoras en el Estado Español, al igual que ocurre en el resto de países del mundo.
Y, sin embargo, un año más acudimos a la impasividad de las organizaciones sindicales mayoritarias, que de nuevo se niegan a convocar huelga general y paros en una fecha y un momento histórico en que la Huelga General Feminista es más necesaria que nunca, y en un contexto en el que las jóvenes están más que concienciadas sobre las problemáticas a las que nos enfrentamos las mujeres. Solo unos pocos sindicatos alternativos y territoriales (CGT o USTEC, por ejemplo), así como los sindicatos estudiantiles, han dado un paso adelante en la lucha por los derechos de las mujeres trabajadoras y han decidido ir más allá de una manifestación aislada. Hay que añadir sin embargo que, en el caso de los STEs, esta orientación no está siendo la misma en el conjunto del Estado llegando a convocar huelga sólo en algunos territorios. Es, por tanto, el momento, allá dónde se pueda, de construir esta huelga, de potenciarla en todos nuestros centros de estudio y de trabajo, de dotarla de contenido y combatividad en asambleas de trabajador@s y estudiantes, y de denunciar a aquellas organizaciones que no hacen más que abandonar a las trabajadoras para dar apoyo a un gobierno que intenta copar las reivindicaciones del movimiento feminista, aunque sin abordar las cuestiones verdaderamente importantes: prohibición de los despidos, medidas efectivas contra la violencia machista, aumento de los permisos de maternidad y paternidad, aumento en la inversión pública (y, por tanto, no pago de la deuda), remuneración de los trabajos domésticos, socialización de los cuidados, aumento de las pensiones no contributivas, entre otras. Todo ello supondría un enfrentamiento a los grandes capitalistas, a la burguesía estatal (y europea), a la patronal y, por tanto, una renuncia al poder institucional que ahora mismo tiene el gobierno.
¿Qué tipo de 8 de marzo contra la opresión patriarcal?
Por todo ello, desde IZAR consideramos que la huelga, como ya hemos señalado, es la única herramienta que puede permitir, tanto el 8M como durante todo el año, enfrentarnos al estado patriarcal y dar pasos hacia la consecución de todas las demandas del movimiento feminista, así como poner en práctica la autoorganización de la clase trabajadora y, por tanto, potenciar el aumento del nivel de conciencia del conjunto de trabajadores y trabajadoras del estado. Solo con toda nuestra clase puesta en movimiento y en lucha por las demandas feministas estaremos más cerca de conseguir la igualdad real.
EL 8M, TOD@S A LA HUELGA GENERAL FEMINISTA, ¡POR UN FEMINISMO DE CLASE Y COMBATIVO!