Como era ya un secreto a voces esperado los últimos días, la monarquía movió finalmente ficha el pasado lunes y a través de un comunicado pactado hace semanas entre el gobierno y Zarzuela en forma de carta del padre al actual rey, se anunció el traslado obligado del rey emérito Juan Carlos I fuera del país por la repercusión pública generada por “ciertos acontecimientos pasados de mi vida privada”. La carta de despedida, como no podía ser de otra manera, para rematar la burla viene enmarcada por “con el mismo afán de servicio a España que inspiró mi reinado” y “siempre he querido lo mejor para España y para la Corona”.
Las noticias sobre millonarias transferencias y los negocios opacos aireados por los medios de comunicación (especialmente las presuntas comisiones ilegales de la construcción del AVE a La Meca) de quien ha vivido y se ha enriquecido con la connivencia y el silencio de los medios y las instituciones ha sido la gota que ha colmado el vaso tras 8 años en los que la figura de Juan Carlos I se ha ido degradando progresivamente desde su cacería accidentada en Botsuana en 2012, tiempos en que la clase trabajadora sufría duramente el torbellino de la crisis económica. La investigación en Suiza de una cuenta a nombre del emérito ha obligado a la Fiscalía a seguir la pista de 3 comisiones, una de 100 millones de dólares, otra de 120 millones de euros y una más por valor 98 millones de euros.
Este movimiento acordado entre Casa Real y el presidente Pedro Sánchez (pues incluso parece que ha orillado de manera humillante a Unidas Podemos, su socio de gobierno, del conocimiento de esta decisión) no se trata más que de la operación para estabilizar una institución en crisis terminal, garante del régimen del 78 y a la que el propio PSOE debe mucho. De ahí la fervorosa defensa de Felipe González de la figura del rey emérito, al mismo nivel que la que le profesó en vida Santiago Carrillo. Había que terminar de entronizar del todo a Felipe VI y soltar amarras con el padre corrupto: estamos frente al mismo “prietas las filas” de los hilos de la arquitectura del estado español que en mayo de 2014 se vieron obligados a hacer abdicar a Juan Carlos I.
La fuga pactada del rey emérito, el “exilio dorado” liberado de toda responsabilidad institucional y de la inviolabilidad legal de sus actos hasta 2014, no obedece por tanto tanto a escapar de los focos ante las noticias de corrupción de las que seguirá siendo protagonista sino a salvaguardar en los posible la institución para su hijo que él restauró como heredero del dictador Franco, por quien fue educado desde 1948. La indiscutida figura de Juan Carlos I el “campechano” se ha desmoronado estrepitosamente y el padre de la democracia y artífice de la Transición que nos contaron se ha revelado finalmente como un Borbón más, que se ha servido del tratamiento de seda estos 40 años para hacer negocios y codearse con inmorales monarquías teocráticas a la vez que pedía transparencia y ejemplariedad cada Nochebuena a las familias trabajadoras.
El nauseabundo blanqueamiento por medios e instituciones de su persona y por extensión de la monarquía ha pasado de obsceno a indecente y el mismo régimen del 78 es consciente de ello y teme que se extienda a Felipe VI. La monarquía indudablemente está en horas bajas y bien lo saben sobre todo en Catalunya, territorio prácticamenye vedado en donde cada visita origina no sólo desplantes intitucionales sino sonoras concentraciones, después del mensaje en televisión el 3 de octubre de 2017 tras el referendum. Del mismo modo, las inaceptables y escandalosas causas penales impuestas a cantantes, incluso con condenas de cárcel, por señalar la inviolabilidad y corrupción de la monarquía, han roto esta “torre de marfil”.
Ante esta maniobra, apenas nada diferencia formalmente las posiciones de la derecha de las del PSOE, que confirma su inherente y bochornosa adhesión a la Corona en esta crisis que se le atraganta a Pedro Sánchez: de ahí que se limite a agradecer el distanciamiento de Felipe VI. Cuesta más extender los bandazos de Unidas Podemos y su republicanismo oportunista de quita-y-pon, devorándose por sus contradicciones al mantenerse a toda costa fieles a su posición isntitucional de miembros del gobierno. Nada anima a pensar que, más allá de las soflamas en redes de estos días, vayan a convocar manifestaciones, al igual que ocurrió cuando la abdicación en 2014.
El monarca emérito huye con la corona entre las piernas pero toda su corte de súbditos se queda para entronizar del todo a su hijo. Izquierda Anticapitalista Revolucionaria IZAR creemos que sólo la movilización de l@s trabajaador@s y las demandas sociales y nacionales de los pueblos del estado podrán empezar a desatar este nuevo nudo contra esta monarquía corrupta. Para la cesta de los Borbones, de nada sirve separar una manzana del resto si es la misma cesta la que está podrida.