Por una huelga general feminista de 24 horas
Una vez más y a pesar de las fuertes movilizaciones del movimiento feminista de estos últimos años, las direcciones sindicales de CCOO y UGT siguen empecinadas -al igual que el año pasado- en convocar en la mayoría de los sectores un paro de 2 horas. Esa decisión tomada a espaldas de dicha militancia muestra a las claras el camino de no regreso hacia la política de colaboración de clases con los gobiernos de turno y con la patronal.
No se puede decir que no existan razones suficientes para convocar, al menos, un paro de un día en todos los sectores. Las mujeres asesinadas y/o violadas, las desigualdades salariales, la precariedad, las pensiones y el paro de la mujer trabajadora, la división sexual del trabajo son motivos más que suficientes para ponerse en pie de guerra. A lo mejor es que les parece que no haya mimbres suficientes para construir una huelga a pesar de las movilizaciones de masas de los últimos 8 de marzo. Ni una cosa, ni la otra.
La realidad es que hace ya mucho tiempo que las direcciones de CCOO y UGT abandonaron la estrategia de la movilización sostenida mediante la autoorganización de los y las trabajadoras para enfrentarse a las políticas antisociales y machistas de los distintos gobiernos. Sin embargo, si ni las 24 horas serán suficientes para acabar con la violencia machista, para igualar los salarios entre hombres y mujeres o para socializar los cuidados, imaginaos 2 horas. Lo que necesitamos es una lucha sostenida en el tiempo basada en huelgas y movilizaciones duraderas que permitan arrancar esas demandas. La huelga general de 24 horas es un buen punto de apoyo para ello aunque no sea suficiente.
Por un 8 de marzo de clase…
El año pasado Ana Botín, presidenta del Banco Santander, se sumaba en un tweet a las movilizaciones del 8M afirmando que “La maternidad penaliza” y que para “cambiar el mundo tenemos que hacerlo en equipo, hombres y mujeres”. Por su parte, la Reina, se pintaba las uñas de morado y vaciaba su agenda con el fin de no tener ningún acto institucional ese día. Incluso Ana Rosa Quintana sorprendía con la anulación de su programa cotidiano para sumarse a la huelga.
Sin embargo, los demás días, el banco presidido por la señora Botín no tenía ningún tipo de miramientos a la hora de desahuciar a miles de mujeres mientras ella ingresaba más de 7,8 millones de euros al año a los que había que sumarle en 2017, 2,71 millones en pensiones. Nada que ver con los 20 000 euros anuales que cobran de media las mujeres asalariadas o con el hecho de que sólo el 42% de las mujeres en el estado español cobren una pensión de las que más de ⅔ son inferiores al salario mínimo interprofesional.
Está claro por tanto, que ni Ana Botín, ni la Reina, ni Ana Rosa van a sufrir de la misma manera la cuestión de la maternidad, de la brecha salarial, de las pensiones e incluso de la violencia machista que las mujeres trabajadoras con nacionalidad española o extranjera que padecen el paro, la precariedad y la dependencia económica de sus parejas o asumen las tareas de cuidados de toda la familia. Ana Botín o la Reina nunca necesitarán unos servicios públicos que aseguren la socialización de los cuidados al igual que nunca tendrán que movilizarse para acabar con la brecha salarial.
El capitalismo y el patriarcado están estrechamente ligados. El segundo es una forma de dominación más que alimenta las desigualdades del primero beneficiando a la clase dominante. No es posible acabar con uno sin acabar con el otro. El patriarcado beneficia aún más la explotación de una parte de nuestra clase. En ese sentido, no todas las mujeres tienen el mismo interés en romper ni con el capitalismo ni con la opresión de género. Ana Botín y la Reina son dos buenos ejemplos de ello.
…y que implique al conjunto de la clase trabajadora con las mujeres al frente
El patriarcado y el capitalismo están estrechamente ligados. Por tanto, es necesario para acabar con ambos que el conjunto de la clase trabajadora se movilice: hombres y mujeres juntos donde las trabajadoras sean las que abanderen la lucha por su emancipación. Consideramos la huelga general como una herramienta que permite arrancar demandas sociales y en este caso demandas feministas por la presión que ejerce mediante el bloqueo de la economía y por la dinámica que genera en los centros de trabajo al tener que construir una huelga: debates en asambleas, acciones, elaboración, etc.
Sin embargo no es posible bloquear la economía sin que una parte importante de nuestra clase haga huelga. Pero además, la huelga general no es sólo una herramienta que permite presionar a la clase dominante sino que también es una herramienta que permite reconstruir la conciencia de clase ya que fomenta que los y las trabajadoras reflexionen conjuntamente en asambleas en cómo paralizar su centro de trabajo y en qué iniciativas llevar a cabo para conseguir sus reivindicaciones.
Las organizaciones tradicionales de la clase trabajadora deben integrar en su acción sindical una lucha efectiva en contra de la opresión de las mujeres. Hay que dar pasos y luchas concretas que vayan en ese sentido y no en dirección contraria. Las grandes conquistas del movimiento feminista han implicado siempre en su lucha al conjunto de nuestra clase y al conjunto de los sectores oprimidos. Ejemplos como los de la Revolución rusa, donde se aprobaron por primera vez leyes que daban a las mujeres la igualdad legal respecto de los hombres convirtiéndose el matrimonio en un proceso de registro basado en el mutuo consentimiento, aboliendo el concepto de ilegitimidad de l@s hij@s y haciéndose el aborto un derecho libre y gratuito así lo demuestran. Se trata por tanto de conseguir que las organizaciones sindicales y las organizaciones políticas compuestas por mujeres y hombres hagan suya la lucha feminista y la lucha anticapitalista. No son cosas separadas.
En el seno del movimiento feminista existe un debate polarizado en torno a si la huelga debe ser feminista o de mujeres, o lo que es lo mismo si deben o no participar los hombres haciendo huelga. Para debatir sobre esta cuestión hay que evitar los juicios de intención que señalan a las compañeras como menos feministas al opinar que también deben construir y hacer huelga sus compañeros de trabajo. Se trata aquí de tener un debate sosegado que nos permita responder a la pregunta de cómo pensamos que se pueden imponer reivindicaciones de corte feminista no sólo a nivel general sino en las propias empresas.
Para nosotras, la mejor forma para arrancar a la patronal reivindicaciones que tengan que ver con la cuestión de género en los centros de trabajo pasa por la implicación del conjunto de los y las trabajadoras de dicha empresa. Las huelgas y las movilizaciones deben servir también para eso, para concienciar al conjunto de la plantilla que es justo luchar por ejemplo por la igualdad salarial. Eso no es contradictorio con que las mujeres trabajadoras sean las que deban liderar y ponerse al frente de dicha lucha. Sin embargo sí es más complicado que los hombres construyan dicha lucha si no son partícipes de ella.
Los argumentos que vienen a decir que los hombres deberían ese día ir a trabajar para facilitar que las mujeres hagan huelga son erróneos ya que en realidad en cualquier empresa nos es más fácil a las mujeres hacer huelga cuando el conjunto de la plantilla se implica y la hace. En los centros de estudio pasa lo mismo, no queremos que nuestros compañeros hombres vayan a clase para tomarnos los apuntes, queremos que estén con nosotras paralizando los institutos y las facultades para que ese día nadie pierda apuntes y se haga visible que frente al machismo el conjunto de la juventud debe movilizarse. Defender lo contrario es partir de la premisa en realidad de que la huelga es simplemente simbólica y que en ningún caso es una herramienta que permite a nivel general y en los centros de trabajo imponer una correlación de fuerza que nos permita romper con la opresión machista, la desigualdad y la doble explotación de la mujer trabajadora.
Por último, hay que entender que no será posible acabar con la opresión de la mujer sin acabar también con las distintas opresiones y con el sistema capitalista que se retroalimentan. Y para esa lucha necesitaremos al conjunto de nuestra clase. Con quién seguro no nos encontraremos en dicha lucha es precisamente con las Ana Botín, las Ana Rosa y demás Reina. Como dice la consigna: “No es igual, no es igual, la mujer trabajadora que Susana y Cospedal”. Así que al lío.