Este noviembre, y como cada año, saldremos el día 25 para denunciar la violencia machista que convierte a las mujeres en objetos de consumo y producción. Todos los días vemos en nuestra vida una serie de desigualdades sufridas por las mujeres en cada uno de los aspectos de la sociedad. Aunque la violencia física es, de entre todas las herramientas opresivas, la más visual no es, ni mucho menos, la única. Las mujeres en el sistema capitalista nos enfrentamos a todo tipo de injusticias por el hecho de serlo y, sobre todo, por formar parte de tod@s aquell@s que necesitamos trabajar para vivir.
Vemos estas desigualdades en lo laboral, con muchas más dificultades que los hombres para compatibilizar la vida laboral con la vida familiar. La falta de un sistema público, digno y de acceso universal provoca que la mayor carga de cuidados sea para las mujeres, que además necesitan trabajar para sustentar económicamente el núcleo familiar. La precariedad y la temporalidad marcan también las condiciones laborales de las mujeres, pues acceden a los puestos con menos derechos o peores condiciones.
Por otro lado, son las que obtienen el mayor número de pensiones no contributivas , precisamente por esa carga de trabajo familiar a la que se ven sometidas y que les impide acceder a puestos de trabajo que les permitan cotizar durante su vida. Los trabajos a los que acceden las mujeres suelen ser, en su mayoría, relacionados con los cuidados y, en muchas ocasiones, ni siquiera pueden acceder a un contrato.
Se dan también desigualdades en lo social, sobre todo en torno a lo sexual. La cosificación del cuerpo de las mujeres es cada día más normal. Esto ha generado una cultura de la violación que considera a las mujeres meros objetos de disfrute para aquellos que tienen más poder que ellas. Lo hemos visto en casos mediáticos como el de “la Manada”, pero cada día las mujeres, en todo el mundo, somos violadas, golpeadas y utilizadas de todas las maneras imaginables. Los abusos sexuales a las jornaleras de Huelva por parte de sus patrones, las violaciones grupales en todos los países o los matrimonios infantiles son solo algunos ejemplos de lo que día a día sufren millones de mujeres. Esto, pese a los intentos por parte de movimientos como el MeToo, no ha cesado, pues no se trata de una necesidad de cambio de pensamiento o educación, sino de los beneficios que obtiene el sistema capitalista de este sometimiento y esta violencia y de la imposibilidad de acabar con él dentro del propio sistema o a través de su propio sistema judicial.
Además, y pese a la gran fuerza del movimiento feminista en la actualidad, casi a diario una mujer es asesinada en el estado español, siendo este número brutal en el mundo. Esto se debe, precisamente, a la necesidad de generar un movimiento que rompa con las normas del sistema, que exija un plan contra la violencia machista que cuente con el movimiento feminista, las víctimas y que plantee la necesidad de acabar con la ideología en la que vivimos. Sin esto, el sistema, los distintos gobiernos, podrán implantar medidas superficiales para mejorar, en algunos aspectos, las condiciones de vida de algunas mujeres, pero que seguirán sin atender a las necesidades del conjunto de las mujeres trabajadoras que día a día se enfrentan a las dificultades que les supone su género.
Por todo ello, por una mejora real en las condiciones de las mujeres y, por lo tanto de la clase trabajadora, luchamos día a día desde Izquierda Anticapitalista Revolucionaria: por un sistema público (educativo, sanitario, de dependencia, y servicios sociales) de calidad, gratuito, universal y feminista, por unas pensiones dignas para tod@s, por la mejora en las condiciones laborales de la clase trabajadora y las mujeres (derogación de las reformas laborales, compatibilidad laboral y familiar más allá de unos permisos temporales de paternidad y maternidad que disfracen la posterior precariedad y la carga de trabajo de las mujeres) y por un plan de erradicación de la violencia machista, que únicamente llegará con la ruptura con este sistema que nos oprime y nos ataca por nuestra clase y por nuestro género.
Por eso, este 25 de noviembre salimos de nuevo a la calle, para golpear de manera conjunta y poner sobre la mesa que las mujeres no somos meras mercancías de usar y tirar, y llamamos al conjunto de organizaciones feministas, sociales, sindicales y políticas a llevar día a día estas reivindicaciones, y no únicamente en fechas marcadas para ello.