LA LUCHA DE CLASES EN LOS EEUU EN LOS AÑOS 30

Al principio de los años 30, la clase obrera americana tenía una correlación de fuerzas muy negativa. La burguesía triunfante. Los EEUU se habían convertido en esa época en una potencia imperialista de primer orden. En 1925, Ford producía tantos coches al día como durante todo el año 1908 gracias al uso masivo de un trabajo poco cualificado en el cual las tareas estaban fragmentadas y simplificadas.

Una nueva clase obrera compuesta por centenares de miles de trabajadores poco o nada cualificados estaba reagrupada en los sectores del automóvil, la siderurgia, la producción de neumáticos…El proletariado ya no estaba totalmente segregado: en 1890, 7% de los afro-americanos trabajaban en la industria mientras que en 1930 eran el 25%. A mediados de 1930, representaban 25% de la mano de obra de los mataderos de Chicago.

Mellon, banquero y tercera mayor riqueza del país, se convirtió secretario del Tesoro en 1921, un puesto que mantendría durante 10 años. Se decía de él en aquella época que hasta tres presidentes de los EEUU había efectuado su mandato bajo su autoridad…Todo un símbolo de la arrogancia y de la confianza que la burguesía americana tenía en sí misma.

El papel de la represión en ese “triunfo”

En los años 1900, las cifras de sindicación en los EEUU eran comparables a los de Europa, debido a la violenta ofensiva anti obrera de principios de siglo. La peculiaridad de la situación americana tenía que ver no tanto por la violencia del gobierno sino sobre todo por la violencia de la patronal: la gran huelga de la siderurgia de 1919, por ejemplo, implicó a 365 000 trabajadores de 500 000; la patronal contestó cercando sus fábricas con alambradas electrificadas con ametralladoras. La represión conllevó 26 muertos.

Todas las grandes empresas tenían verdaderos ejércitos privados. Ford disponía de un “Service Department” de hasta 3000 hombres. Un empleado de cada diez era un espía en la fábrica River Rouge en las afueras de Detroit (90 000 trabajadores). Las grandes empresas contrataban a verdaderas policías privadas secretas. Se recurría de manera generalizada a los espías en los sindicatos; y para destaparlos, Clint Golden, un militante sindicalista de Filadelfia puso un falso anuncio en los 20 para reclutar a “agentes confidenciales”: recibió 300 respuestas, de las cuales muchas eran de parados pero también de militantes sindicales de entres los cuales se encontraba el presidente del equivalente de la Unión local de Filadelfia.

Los patrones utilizaban a los tribunales: durante la huelga de los mineros de 1927, los tribunales prohibieron que se pudieran llevar a cabo piquetes de huelga, que se pudieran utilizar los fondos de los sindicatos para alimentar a los huelguistas o incluso cantar canciones sindicales.

Un racismo virulento

Pogromos tuvieron lugar en 20 ciudades entre 1917 y 1921. Suscitaron una resistencia mucho más importante que en el pasado, incluso con las armas en la mano por parte de los Negros. Eso no impidió que entre 1918 y 1927, 405 hombres y 11 mujeres (de las cuales 3 embarazadas) fuesen linchados, es decir torturados y asesinados en público.

Los afro-americanos eran el blanco de una violencia institucional extrema: en 1919, durante el intento de construir un sindicato de campesinos en Arkansas, una caza al hombre fue organizada y 800 personas fueron matadas.

Un movimiento sindicalista dominado por elementos pro-capitalistas particularmente reaccionarios

Los dirigentes del American Federation of Labor (AFL) trataban a los sindicatos como a empresas. Era para ellos un campo más de inversión financiera. No existía partido obrero independiente a escala nacional, ninguna tradición socialista que estuviese fuertemente implantada en la escena política y en la vida cotidiana.

El racismo en el movimiento sindical era endémico: una buena parte de los sindicatos de la AFL prohibían a los Negros la afiliación mientras que otra parte los reagrupaban en sindicatos separados. Es más, la AFL estaba compuesta casi exclusivamente de sindicatos de oficios: en una empresa o en una rama, cada oficio tenía su propio sindicato. La AFL rechazaba incluso la idea de organizar a los trabajadores no cualificados que fueron denominados por uno de sus dirigentes en 1934 como “chusma”.

En términos generales, aunque tolerase a los sindicatos de oficios de la AFL por cierto muy debilitados en los años 20 (de 4 millones de afiliados en 1920 a 2,7 millones en 1929), la burguesía no admitía la existencia de sindicatos en las ramas centrales.

Y por si todo esto fuese poco: ¡la crisis!

La crisis de 1929 se tradujo por una bajada de un tercio del PNB, bajando el sector manufacturero hasta la mitad. De octubre a diciembre de 1929, pasamos de 500 000 a 4 millones de parados. Con oficialmente un 25% de paro en 1933, nos acercábamos en realidad a un 40%, con hasta 50% en Detroit por ejemplo…En 1932, US Steel no contrató a ni un solo trabajador a tiempo completo. Diariamente, gente murió de hambre en una de las principales potencias capitalista.

El papel de los y las militantes revolucionarias en el aumento de la lucha de clases

El capitalismo triunfaba en 1929; tres años más tarde, el fracaso era total. La idea que el propio funcionamiento del capitalismo era responsable podía prender. Y todos los obstáculos descritos anteriormente no impidieron a la clase obrera americana lanzarse en una contra ofensiva impresionante, en la cual los y las militantes revolucionarios tuvieron un papel muy significativo.

Después del choque inicial de la crisis, los EEUU iban a conocer una oleada de huelgas a partir de 1933: 1695 huelgas, el doble que en 1932 con la participación de 1 117 000 huelguistas (casi 4 veces más que en 1932). En 1934: 1856 huelgas, 1 470 000 huelguistas. En 1937, fue el pico más alto de ese decenio con hasta 4 470 huelgas y cerca de 2 millones de huelguistas.

En esa época, existía una vanguardia obrera organizada a escala nacional, reagrupada principalmente en el Partido Comunista, pero también otras corrientes socialistas radicales, trotskistas, etc. El PC consiguió tener una influencia al principio de los años 30 gracias a su combatividad, que desgraciadamente estaba puesta al servicio de una política sectaria. Todos los PC’s del mundo, incluso los pequeños, estaban declarados por Stalin como aptos a dirigir la insurrección inminente. La social democracia fue designada como principal enemigo que había que combatir y el PC creó “sindicatos rojos” ultra minoritarios.

La izquierda revolucionaria fue sin embargo capaz de llevar a cabo tres contribuciones importantes que iban a permitir favorecer el aumento de las luchas.

Los militantes combativos tomaron la decisión desde el inicio de la crisis de dirigirse a los parados. El PC en particular construyó una coalición nacional de comités de parados que organizó una marcha contra el hambre a partir del 6 de marzo de 1930 (un millón de personas). Fueron los militantes implicados en esos comités los que organizaron a grupos interraciales para impedir las expulsiones haciendo participar a la población. Esos militantes, que habían logrado acumular una experiencia de lucha en los comités de parados fueron contratados en las empresas a partir de 1933 cuando se inició una recuperación económica.

El PC desarrolló en ese momento una política antiracista ejemplar en mucho sentidos. Priorizó una intervención en dirección a los Negros, considerados como una nacionalidad oprimida desempeñando un papel específico en el proceso revolucionario. El partido hizo esfuerzos para formar a cuadros negros, secciones especiales fueron formadas en las instancias centrales y locales, publicaciones especiales fueron editadas: para acabar con el racismo era necesario acabar con el capitalismo mediante una lucha de masas en la que existiera una unidad Negros/Blancos. El PC llevó a cabo ataques virulentos en contra de los líderes burgueses y pequeño burgueses negros. Una lucha contra el “chovinismo blanco” fue llevado a cabo en el partido. La consigna “cada trabajador blanco debe saltar sin dudar a la garganta de toda persona que acosa a un Negro” no era una consigna vacía: los militantes del PC demostraron que estaban preparados a arriesgarse en la lucha contra el racismo.

La campaña por la liberación de los “Scottsboro boys” iba a permitirles abrirse camino: el PC llevó a cabo una campaña internacional en contra de la condena a muerte de nueve jóvenes negros acusados falsamente de violación a dos chicas blancas. Los centenares de mítines, manifestaciones, etc, organizadas por el PC convirtieron a los Scottsboro boys” en el símbolo de la lucha contra la discriminación y la estrategia combativa del PC dio resultados: en 1937, 4 de los 9 Scottsboro boys fueron puestos en libertad. Combinando una lucha frontal contra el racismo con una implicación constante en las luchas contra las consecuencias de la crisis, el PC construyó la primera organización “integrada” de la historia de los EEUU: de 200 militantes negros en 1930 (menos del 3% del total de la militancia del partido), el PC pasó a 7 000 en 1938 (más del 9%, mientras que la proporción de Negros en la población era del 11%). En algunas ciudades como Birmingham, la mayoría de los miembros eran trabajadores negros, que habían hecho del PC su propia organización.

Una generación de dirigentes obreras negras, como Claudia Jones, se formó poniendo sobre la mesa la necesaria lucha contra la “triple opresión” (como obreras, mujeres y Negras).

Por fin militantes revolucionarios dirigieron huelgas hacia la victoria, demostrando que era posible abrir una brecha en la dominación sin igual de la burguesía estadounidense. A partir de 1933, los primeros signos de un ascenso del movimiento obrero empezó a ser visible.

Al llegar en enero de 1933 a la Casa Blanca, lo primero que hizo Roosevelt fue ordenar un cierre de los bancos de una semana. Hizo adoptar una ley de urgencia bancaria que permitió al gobierno prestar dinero a los bancos y reorganizar aquellas que estaban en bancarrota. Acto seguido, obligó a los capitalistas a llegar a acuerdos en cada rama para fijar precios de producción que garantizaba un nivel de beneficios mínimo. Con la Civil Works Administration, a finales de 1933-principios de 1934, creó 4 millones de empleos infrapagados para los parados…7 millones de fueron rechazadas por esa CWA. Al mismo tiempo que salvaba a los bancos y que ayudaba a las grandes empresas, el objetivo reconocido de Roosvelt era soltar un poco de lastre para impedir un levantamiento de los trabajadores, hizo votar en contra de su voluntad la sección 7a del National Industrial Recovery Act, que otorgaba el “derecho a los trabajadores para organizarse en el sindicato de su elección y de participar a negociaciones colectivas”.

Los dirigentes de la AFL gritaron victoria pero no hubo nada que obligara a los patrones a que reconocieran a los sindicatos creados por los trabajadores que se apresuraban a integrar la AFL. Opuestos a la idea de organizar a los trabajadores cualificados, la AFL los organizó en subsindicatos llamados los “Federal Local Unions” (FLU), sin poder de representación. Los dirigentes de la AFL dijeron a los trabajadores que iniciaban huelgas de confiar en el gobierno…Éste reprimió violentamente a las huelgas, que iban de derrota en derrota. Los trabajadores abandonaron los FLU casi tan rápido como las habían integrado: de 365 000 miembros a mitad de 1934, ya solo quedaban en los FLU, 89 000 en 1935.

Es en ese momento clave que tuvieron lugar tres huelgas de gran trascendencia, dirigidas por militantes combativos en Toledo, Minneapolis y San Francisco.

En Toledo, en abril de 1934, los huelguistas de la empresa automovilística Electric Auto-Lite se dirigieron a los militantes del American Workers Party, que estaba a la cabeza de los comités de parados. Bajo el impulso del AWP que acabaría fusionando poco después con los trotskistas, los huelguistas fueron apoyados por los parados en los piquetes de huelga desobedeciendo la prohibición de los tribunales. La huelga se extendió: el 21 de mayo, 1000 personas participaron a los piquetes, el 22 de mayo 4000, el 23 de mayo 10 000. La guardia Nacional fue enviada contra los huelguistas. Los enfrentamientos en la calle duraron tres días y ocasionaron 2 muertos del lado de los huelguistas. Los sindicatos AFL de Toledo amenazaron con llamar a una huelga general y los patrones de Auto-Lite cedieron.

En Minneapolis, fueron los trotskistas los que dirigieron una serie de huelgas en mayo y julio-agosto de 1934 en la industria del transporte de carreteras (camioneros). Estas huelgas fueron un modelo de organización: una cantina que servía 5 000 comidas gratuitos al día, un hospital de campo y sobretodo equipos de huelguistas motorizados y coordinados por el comité de huelga elegidos por los huelguistas. Como en Toledo, se enfrentaron a la policía, a las milicias privadas e incluso al ejército. Hubo dos muertos del lado de los huelguistas…pero también dos muertos en el otro bando en una batalla grabada y transmitida en las noticias: por una vez muchos trabajadores vieron que no siempre eran los mismos los que recibían sin rechistar.

De nuevo aquí, el llamamiento a la huelga general de los sindicatos de Minneapolis obligó al gobernador del Estado a retroceder, y a la patronal a aceptar aumentos de salarios y sobre todo a reconocer al sindicato “Local 574” dirigido por revolucionarios.

La huelga de los astilleros en San Francisco, en la que el PC jugó un papel central, se extendió también a toda la ciudad e incluso a todos los puertos de la costa oeste y también tuvo unos duros enfrentamientos.

La oleada de huelgas de 1936-37 y la formación del Congress of Industrial Organizations

Escisión en la burocracia sindical

Al encontrarse con ese principio de sublevación de los trabajadores estaudinenses, una parte de la burocracia sindical decide reaccionar. Lewis, el presidente del sindicato de mineros (UMW), se dio cuenta de que si las direcciones sindicales no proponían perspectivas a los trabajadores, éstas se verían desbordadas por un movimiento del cual los y las revolucionarias ponían ponerse a la cabeza. Nada dejaba presagiar que Lewis dirigiera una oleada de huelgas ofensivas. Era el prototipo de dirigente sindical muy pro capitalista que había expulsado a los comunistas del UMW durante los años 20.

Lewis y un puñado de dirigentes sindicales defendieron la idea que hacía falta construir sindicatos “industriales” que reagrupasen a todos los trabajadores de una misma industria, sea cual fuese su oficio, organizando a los millones de trabajadores no cualificados dispuestos a movilizarse. En 1935, Lewis y sus compañeros crearon el CIO. Se giró de ese modo hacia los militantes radicales que él mismo había expulsado 10 años antes: necesitaba a militantes experimentados y valientes. Los encontró del lado de las organizaciones anticapitalistas y en concreto en el PC.

El CIO, “un movimiento social”

Las primeras huelgas con ocupaciones de 1936-37 empezaron en enero en Akron, en la industria de los neumáticos. La oleada de “sit-down strikes” alcanzó a todos los sectores: la industria pero también el comercio y los servicios más feminizados, con por ejemplo la huelga de las dependientas del gran almacén Woolsworth en Detroit. Una detrás de otra, las grandes empresas cedieron. Más que una campaña de huelgas y de sindicación, fue un “movimiento social”, una sublevación de la clase obrera que cambió la correlación de fuerzas en muchos campos. El CIO llamó explícitamente a los trabajadores negros: los 50 000 asalariados negros sindicados se multiplicaron por 10 en 1940. En las ciudades de la siderurgia de Pennsylvania y del Ohio, por ejemplo, la movilización de los y las trabajadoras acabar con las segregación en todos los restaurantes, comercios e incluso piscinas, 30 años antes del movimiento por los derechos civicos.

Flint, la huelga del siglo

General Motors, el empleador más importante de los EEUU, sufrió la huelga a finales de 1936. Todas las fábricas del grupo se vieron tocadas por ésta, y en diciembre, les tocó a las fábricas de Detroit, en Flint, verse sumergidas en una lucha de la que todo el mundo estaba pendiente. La huelga fue llevada a cabo por un comité de huelga con asambleas generales diarias, los huelguistas estaban organizados en grupos de 15: cada uno alternaba 6 horas de descanso y tres horas de “trabajo de huelga”: piquetes, patrullas, limpieza, cocina, ocio…Los huelguistas almacenaron material de defensa por si las fuerzas de represión intentaban un asalto. La “Brigada de intervención de urgencia femenina”, dirigida por militantes revolucionarias jugó un papel esencial en las peleas con la policía. Acorralado, el gobernador pensó enviar al ejército para desalojar a los huelguistas. Le contestaron mediante una advertencia pública: preferían arriesgarse a morir antes que perder. Miles de personas, de los cuales un número importante estaban armados, se acercaron a Flint desde las ciudades vecinas. El propio Lewis interpeló al gobernador advirtiéndole que si mandaba a las tropas, “la milicia tendría el gusto de hacerme salir de la fábrica los pies por delante”. El gobernador cedió, el CIO fue reconocido por General Motors, bastión del anti sindicalismo. El número de huelgas con ocupación aumentó. El CIO triunfaba: el número de sindicados pasó de 2,6 millones en 1934 a 7,3 millones en 1938.

Volver a alinearse

La victoria de Flint fue un detonador. Una parte de la patronal no tuvo más remedio que aceptar la existencia de sindicatos. Unas cuantas semanas después de la victoria de Flint, US Steel, el empleador más grande del sector de la siderurgia, firmó un contrato con el CIO incluso antes de que empezara una huelga.

El PC había empezado a partir de 1935 la política de los “Frentes populares” que implicaba buscar alianzas con Roosvelt y con la burocracia sindical. El ala izquierda de ésta se apoyó de manera momentánea en la oleada de luchas y en el PC dispuesto a colaborar: consiguió de ese modo forzar a la patronal a sentarse a negociar, ofreciendo un lugar importante a las direcciones sindicales en la gestión del sistema incluso a los dirigentes del PC que contaban en 1937 con puestos claves en 40% de las federaciones del CIO. La patronal estaba dispuesta a darle cancha a las direcciones sindicales a condición de que éstas “controlasen” a sus bases. Ese principio de estabilización de las relaciones entre patrones y sindicatos llegó en un momento en el que la crisis cobraba un nuevo impulso a partir de mediados de 1937. Los dirigentes sindicales inclusive los del PC, se posicionaron en contra de las ocupaciones y la derrota sangrienta de la huelga de Little Steel rompió el auge del CIO. La marcha hacia la guerra pudo de ese modo empezar para Roosevelt.

Un debate olvidado: el “Labor Party”

“Muchos trabajadores se preguntaban: “¿Por qué no ir aún más lejos?” Hoy hemos doblegado al potente General Motors (…) ¿por qué no seguir mañana con nuestro número, nuestra solidaridad, nuestra determinación para transformar el gobierno a nivel local, regional y nacional? ¿Por qué no ir hasta crear una nueva sociedad con los trabajadores a la cabeza, para acabar con las viejas injusticias, para desterrar la pobreza y la guerra?

En 1937, un sondeo oficial hablaba de hasta un 21% el apoyo de la población para un partido independiente de los Demócratas y de los Republicanos. En el movimiento obrero, ese sentimiento era aún más fuerte, en particular en los sectores de la vanguardia de las luchas. El congreso de 1936 del UAW votó ultra mayoritariamente una resolución a favor de la formación de un partido obrero y en contra de una resolución de apoyo a Roosevelt. El enviado especial de Lewis amenazó a la dirección del UAW: si el congreso no apoyaba a Roosevelt, el CIO iba a paralizar su financiación…Una nueva votación fue entonces organizada a favor de Roosevelt.

En 1936, el CIO creó la Liga Obrera No Partisana, presentada por sus fundadores como una herramienta para la conformación de un partido obrero. Pero su actividad consistía principalmente en recaudar 750 000 dólares para Roosevelt. El CIO incluso suspendió durante las últimas semanas de la campaña electoral sus campañas sindicales. “La historia del CIO iba a ser constantemente una mezcla entre dos elementos. Por un lado, la organización de masas de los trabajadores industriales debía conducirlos hacía grandes peleas, la mayoría de las veces gracias a la iniciativa de la base militante a pesar de la dirección. Y por otra parte, los trabajadores iban a ser desposeídos de sus conquistas, a causa de la intervención del gobierno que tenía el apoyo de los propios dirigentes del CIO. No queriendo molestar a los gobiernos demócratas, los dirigentes del CIO mantenían uno de los brazos del CIO, su brazo político, atado a la espalda.”

En 1936-37, durante un periodo breve, los y las trabajadoras estuvieron a la ofensiva: la barrera del racismo se vio ampliamente debilitada, el anticomunismo desactivado, los trabajadores preparados para responder a la violencia de los patrones, y la formación de un partido obrero independiente de actualidad. Para no desaprovechar esa ocasión, habría sido necesaria una dirección revolucionaria, y esa ocasión fue despilfarrada por el PC estalinizado.